La Apicultura, la gran desconocida, hoy en estado catatónico (metafórico)

Vuelvo a escribir sobre apicultura. En el marco de lo que se denomina habitualmente la “ganadería de renta” la apicultura, tanto a nivel mundial, como de la Unión Europea y de España, ocupa un lugar muy discreto desde el punto de vista económico, del Producto Bruto Final que genera.

Actualmente, en España, de acuerdo con los datos oficiales publicados por el MAPA muestro sector apícola viene a suponer del orden del 0,45 por 100 de la Producción Final Ganadera y del 0,17 – 0,18 por 100 de la Producción Final de la Rama Agraria, con un valor anual de su producción (miel, cera y polen) estimado, para el año 2019, en unos 62 – 64 millones de euros.

No obstante, no hay que olvidar la gran importancia cualitativa de la apicultura puesto que juega un papel muy relevante, se puede decir que fundamental, en la conservación del medio natural, en la polinización de los cultivos y en el mantenimiento de la biodiversidad.

La apicultura española, cuantitativamente la más importante de la Unión Europea (U.E. – 27), cuenta hoy con unas 34.000 explotaciones (60 por 100 estantes y 40 por 100 trashumantes) que comprenden más de 3 millones de colmenas (en la Unión Europea hay unos 19 millones con lo que España supone el 16,4 por 100 de esta cifra). De las mencionadas explotaciones sólo aproximadamente un 17 por 100 son “explotaciones profesionales”.

En la Unión Europea, hay actualmente unos 660.000 apicultores (29.000 en España, un 4,4 por 100 del total) de los cuales sólo unos 34.000 son profesionales (en España unos 6.500, un 19 por 100 del total).

La producción española en el año 2019 fue de unas 32.000 toneladas de miel y unas 1.900 toneladas de cera. España exportó en este año unas 22.500 toneladas de miel de alta calidad (de ellas 4.000 t a terceros países) e importó unas 27.000 t de miel (de ellas 14.000 t extracomunitarias; un 53 por 100 procedente de China y un 20 por 100 de Uruguay). Ello significa que actualmente nuestro nivel de autoabastecimiento es del 88 por 100, con un consumo estimado por persona y año claramente inferior al medio kilo.

Y en este marco hay que destacar (y de ahí la razón del título de esta nota) que la actual campaña apícola de la Unión Europea se ha visto muy negativamente afectada porque la climatología le ha sido claramente desfavorable, con lluvias y frío, que se han producido durante la época de floración en la Europa meridional y oriental.

También en España la producción se ha reducido este año de forma muy significativa principalmente, al igual que en el resto de la U.E. por las condiciones meteorológicas extremas (léase, por ejemplo, floraciones avanzadas y lluvias posteriores); así, en Cataluña se estiman reducciones en la producción del orden de un 50 por 100; en la Comunidad Valenciana las reducciones pueden alcanzar el 30 por 100; en la globalidad de España se estima que estas reducciones pueden estar alrededor del 40 por 100.

Pero en el caso de España (al perro flaco, todo son pulgas) también han contribuido a la mencionada y muy importante caída de la producción, generándose, metafóricamente hablando, la situación catatónica que mencionábamos en el título de nuestro escrito, cuestiones tales como las negativas afecciones producidas por la varroa, por las presencias de la vespa velutina y del abejaruco, y ¿cómo no? un año más, por el “palo” que supone para nuestros apicultores los bajos precios de mercado y las importaciones de terceros países.

Desgraciadamente todas estas cuestiones pasan desapercibidas, ignoradas, por nuestra sociedad.

Y ello acontece porque la apicultura (tan importante cualitativamente), es en el marco de la cada vez, socialmente hablando, menos apreciada ganadería de renta, nos guste o no y muy lamentablemente, una gran desconocida por una sociedad crecientemente urbanita y, por ello, cada vez más alejada del medio rural.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio

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