Los burros, ¿qué los diferencia de los caballos? (I)

El burro fue el primer équido domesticado hace más de 5000 años. Seguramente esto se debió a su buen carácter y a su capacidad de carga. Más recientemente, han sido utilizados como animal de compañía y en algunas culturas, la leche de burra y la carne son muy apreciadas. No hay más que recordar a Cleopatra, quien se bañaba con leche de burra.

Los caballos tienen 64 cromosomas y los burros 62, existiendo diferencias notables entre unos y otros, como veremos a continuación, por ello, no podemos cometer el error de considerar a un burro como un caballo pequeño.

A diferencia de los caballos, ante una situación estresante, el burro se queda quieto, mientras que los caballos tienden a huir, dado que mantienen la condición de presa que tienen en su estado salvaje. El permanecer fuerte y tener un comportamiento aparentemente normal disminuirá la posibilidad de ser atacado por un predador.

Son animales de rutinas y los cambios les hacen desconfiar.

Los burros suelen hermanarse, tanto con miembros de su misma especie como de otra diferente. Por ello, un burro “de compañía” puede ser muy útil para ayudar a un burro enfermo a recuperarse, a subir al camión que los lleve a un hospital, acompañarlo a una sala para explorarlo, etc. Hay lugares donde se tienen en compañía de ovejas, cabras u otras especies de producción, como guardianes de éstos frente los ataques de posibles predadores.

Pese a lo que mayoritariamente se piensa, los burros no son tontos ni estúpidos. Son capaces de aprender rápido, incluso más que los caballos. Se han realizado estudios entre ambos grupos de especies, en los que se les retaba a conseguir comida a través de un recorrido, que posteriormente se cambiaba. Los burros eran más rápidos y eficaces a la hora de resolver los problemas relacionados con los cambios y por tanto conseguir la comida, que el grupo de caballos.

Esta cualidad puede jugar a veces en contra de los burros, porque lo rápidos que son para aprender lo que se quiere, lo son igualmente ante aprendizajes no deseados.

Lo que sí son es menos reactivos que los caballos, muy probablemente porque no tienen ese instinto de huida que, como se ha comentado anteriormente, sí tienen los caballos.

En el burro, las respuestas de conducta ante el dolor son más sutiles que las de los caballos, pero esto no significa que no noten el dolor, simplemente lo manifiestan de manera más discreta, por lo que, tanto propietarios como veterinarios, deberán estar muy atentos al mínimo cambio conductual que se produzca.

Los burros se comportan normalmente de manera muy similar a un caballo, siendo curiosos, tranquilos y juguetones, sobre todo cuando son jóvenes.

Contrariamente a lo que ocurre en caballos, los burros sí han evolucionado para poder vivir en ambientes con poca comida, incluso siendo ésta de baja energía o poca calidad, y con acceso limitado al agua, pudiendo beber de golpe bastante cantidad, sirviéndole de reserva por si luego escasea. Son capaces de tomar bocados más grandes y de continuar comiendo a pesar de la deshidratación.

Es por ello por lo que pasan muchas horas buscando comida y agua, invirtiendo mucho tiempo en la alimentación y poco en estar tumbados. Es raro ver un burro (al igual que un caballo) acostado durante largos periodos de tiempo.

En la segunda parte de este artículo seguiremos profundizando en esta apasionante temática.

 

 

 

 

Dra. Rosana Domingo Ortiz, PhD, Cert. Esp. Ceq
Dpto. Medicina y Cirugía Animal
Facultad de Veterinaria CEU Cardenal Herrera

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