La evolución del consumo de los alimentos en España

La semana pasada mis alumnos llevaron a cabo una pequeña encuesta en la que preguntaron a 461 personas cómo les estaba afectando, a nivel personal y a nivel familiar, la importante subida de los alimentos de estos últimos meses. Las respuestas se pueden resumir en una: “mucho y muy negativamente”. Y estas respuestas, sintetizadas en forma muy simplificada, no hacen sino expresar, con crudeza, la realidad.

Digan lo que digan algunas fuentes y también ciertos economistas, que medran en las líneas oficialistas, España está en una situación económica realmente muy complicada y  la misma tiene, como no podía ser de otra manera, una proyección directa en las economías familiares (no se olvide, como ya lo he comentado varias veces en el Boletín de ÁGORA TOP GAN, que casi un 30 por 100 de nuestros conciudadanos están económicamente por debajo del umbral de pobreza).

Y así, según mis cálculos,  y a pesar de los grandes esfuerzos llevados a cabo por las interprofesionales y por el propio sector, en el pasado año 2022, el consumo global de alimentos en España (sumando los consumos en el hogar (MAPA) y los estimados fuera del hogar) cayó alrededor de un 14 – 15 por 100 en volumen y más de un 7 por 100 en facturación (los datos del MAPA, considerando sólo lo acontecido en los hogares, hablan de un descenso de casi un 9 por 100 en volumen y algo así como de un 2,5 por 100 en facturación).

Hay que significar que la caída porcentual en facturación está “edulcorada” en razón de la importante subida de los precios de venta al público (P.V.P.) los cuales, paralelamente, castigan a los volúmenes de compra y, muy especialmente, a las “calidades” de los mismos.

Significativo es que la mencionada caída afecta prácticamente a todos los productos que consumimos más habitualmente en España; así, por ejemplo, el consumo de pan cayó cerca de un 8 por 100 y el de aceite en un 10 por 100. Ello pone en evidencia la complejidad de la situación.

Pero donde la caída ha sido, en general, más significativa ha sido en los alimentos ligados a la proteína de origen animal, afectando especialmente a los productos cárnicos (con una caída global, en volumen, que puede superar el 16 por 100), al pescado (cuya caída global, en volumen puede acercarse al 20 por 100); pero también a la leche (con un caída global superior al 9 por 100), a los lácteos, que experimentaron una caída global cercana al 11 por 100); al consumo de huevos, que también cayó (probablemente alrededor de un 10 por 100) y el de ovoproductos, cuya caída se sitúo alrededor de un 13 por 100.

En el caso de las carnes frescas los mayores descensos, hablando siempre en volumen, son los del ovino y caprino, que se pueden acercar al 30 por 100, los del conejo (casi un 20 por 100) y los de vacuno (alrededor de un 17 por 100). Los menores descensos los han registrado las carnes avícolas (alrededor de un 14 por 100) y las del porcino de capa blanca (del orden de un 12 por 100).

El consumo de pescado fresco sigue con su caída pronunciada; su descenso global el año pasado puede acercarse al 20 por 100: el del tridente: crustáceo + marisco + molusco, también puede estar alrededor del 20 por 100.

Pero, en mi opinión,  las referidas caídas, por lo menos en lo que atañe a los productos ganaderos, no son sólo atribuibles a los incrementos de los precios (aunque éstos sean una de las causas principales).

En efecto, en las mencionadas caídas también están jugando su papel, por ejemplo, los errores del propio sector (léase, por ejemplo, ciertos escándalos); la falta de apoyo por parte del Ejecutivo (reiteradas manifestaciones negativas o silencios significativos desde algunos ministerios); las continuas presiones sociales ejercidas por los ecologistas, los animalistas y los proteccionistas;  las reiteradas acciones “anti proteína animal” de algunos medios sociales de comunicación; la presión mediática de los “alimentos veganos y vegetarianos” y en la recámara, pero ya asomando la cabeza, las mal llamadas “carnes sintéticas o artificiales”.

En definitiva: entre todos le están perjudicando y así el consumo de los productos de origen pecuario en España va perdiendo, poco a poco, presencia y protagonismo en nuestra sociedad. Bien es cierto que esta realidad se puede extrapolar a la mayoría de los Estados de la Unión Europea y también a otras regiones del Mundo.

Para mí, muy triste, pero muy cierto.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito

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