La Unión Europea y las zonas rurales desfavorecidas
Este ha sido el tema que he impartido durante este último fin de semana y que ha sorprendido mucho a mis alumnos que, como buenos urbanistas que son, ni se planteaban la existencia real de estas zonas rurales desfavorecidas.
Estas zonas, fundamentalmente de montaña y de media montaña, pueden llegar a suponer cerca del 20 por 100 de la superficie agrícola útil (SAU) de la Unión Europea actual (U.E. – 27) y, de acuerdo con los datos disponibles, implican a algo más del 15 por 100 de la mano de obra vinculada en las actividades agrícolas y ganaderas.
La dureza de la vida cotidiana en estas zonas le resta atractivo profesional y es un motivo fundamental por el que hay tanto problema con el relevo generacional. Para los jóvenes, con la actual escala de valores que rige en nuestra sociedad primermundista, se les hace muy difícil permanecer en estas zonas desde una perspectiva laboral.
A ello hay que añadir la baja rentabilidad económica directa de las empresas agrarias (agrícolas y ganaderas) ubicadas en ellas.
Hay que tener en cuenta que, debido a las limitaciones naturales de estas zonas (empezando por las climáticas), las productividades agrícolas y ganaderas pueden ser del orden de un 30 a un 40 por 100 inferiores a las de las zonas cercanas no desfavorecidas.
Ello significa que, a pesar de recurrir a técnicas avanzadas de mercadotecnia y de mercadeo, los ingresos de las empresas agrarias, en estas zonas, puede afirmarse que pueden ser y son, del orden de un 20 – 25 por 100 inferiores a los de las zonas colindantes no desfavorecidas.
Ello significa que si para la década 2035 – 2045 se estima que la Unión Europea puede llegar a perder hasta unos 7 millones de empresas agrarias, un porcentaje significativo de estos abandonos procederá de las zonas desfavorecidas, sino se modifican las políticas de la U.E., referidas a la protección de estas zonas (que, por otra parte, tienen muy poco reconocimiento social y político)
Ello comportaría una importante pérdida para la U.E. – 27, entre otras cuestiones, de la producción de alimentos (tanto agrícolas como ganaderos); de la biodiversidad; de la población rural de las mismas y también de sus realidades culturales (sirvan de ejemplo aquí la Maragaratería y los maragatos, grupo étnico históricamente ubicado en una comarca del noroeste de Castilla y León).
Desde mi perspectiva, es muy importante que la Unión Europea, a partir de la visión que tiene el actual Comisario de Agricultura y Desarrollo Rural, el señor Cristophe Hansen, refuerce con urgencia, precisamente a través de la PAC, el apoyo real, por ejemplo, con una adecuada ayuda financiera específica a los agricultores y ganaderos que medran en las mencionadas zonas desfavorecidas.
Es preciso que la sociedad de la Unión Europea entienda, aunque afecte directamente a su bolsillo, que la U.E. – 27 necesita, en el ámbito agrario global, tener un presupuesto amplio y sólido, que pueda garantizar nuestra independencia estratégica y es aquí donde las zonas desfavorecidas deben ser tenidas especialmente en cuenta (sin obviar ni minusvalorar, naturalmente, todas las dificultades que lleva inherente, ante la actual situación geo – política, la definición del Marco Financiero Plurianual).
Como les explicaba a mis alumnos: las zonas rurales desfavorecidas son una “patata caliente” en la U.E. – 27, que debemos y necesitamos saber “cocinar” adecuadamente con una visión técnico – económica a corto plazo.
Reconozco que no es fácil, ni sencillo, pero posible.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito
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