El síndrome del mercado cansado

La primera vez que oí disertar acerca de este síndrome (entendido este término como la expresión de una serie de signos y síntomas que alertan sobre una situación) fue en una de las clases a las que tuvo la inmensa fortuna de asistir, hará ya casi 50 años, impartidas por el profesor y abogado austriaco, don Peter Ferdinand Drucker (Viena, 19 de noviembre de 1909-Claremont, 11 de noviembre de 2005).

El profesor Drucker fue un afamado escritor (autor de cerca de 40 libros de éxito mundial y que siguen vigentes); fue también un gran consultor, un reconocido profesor de negocios y un tratadista. Es considerado, actualmente, como el mayor filósofo de la mercadotecnia y del mercadeo del siglo XX.

Y este síndrome del mercado cansado, como lo mencioné, metafóricamente y de pasada, en mi intervención en el foro correspondiente al 25ª Congreso AECOC de Productos Cárnicos y Derivados y lo desarrollé posteriormente y con más detalle en mi actividad docente del pasado fin de semana, creo que es muy aplicable, hoy, a nuestro mercado de las carnes y de sus derivados.

En el caso que aquí nos ocupa, el mencionado síndrome, que a mi modo de entender es muy perceptible para quien lo quiera ver, tiene dos orígenes; uno externo, generado, en el seno de nuestra sociedad, por todos aquellos colectivos que son, en mayor o menor medida, contrarios al consumo de proteínas naturales de origen animal y especialmente de las carnes y de su derivados, y otro interno, como puso bien de manifiesto, en su momento y siempre en mi opinión, la encuesta ProVeg (encuesta realizada a consumidores de alternativas vegetales en España).

Al final, nos encontramos con un sector cárnico, en el sentido amplio de la palabra, muy tensionado y presionado, interna y externamente e inmerso en un mercado de naturaleza inflacionaria donde confluyen, por una parte, desde la perspectiva del consumo, veganos, vegetarianos, flexitarianos, pescetarianos, omnívoros, animalistas, proteccionistas, musulmanes, judíos, etc. y, por otra, desde la perspectiva de la oferta, alimentos tradicionales (definición de la U.E.); alimentos plant based, nuevos alimentos (por ejemplo, insectos), nuevos concentrados, proteínas animales de origen industrial (carnes cultivadas) y las carnes y los productos cárnicos naturales.

Todo ello acaba generando, en este caso en el mercado de las carnes y de sus derivados naturales, tanto en España como en amplias regiones de la Unión Europea, un “mercado cansado” (entendido éste como un mercado que ya ha sobrepasado su fase de madurez y se encuentra inmerso aquí, por las razones mencionadas, en su declive cuantitativo, que afecta prácticamente a la mayoría de los estratos de la población no inmigrante; declive que, en general, suele ser lento, pero constante y muy, muy difícilmente reversible).

Así, en él, el consumo estimado de las carnes (en el sentido amplio del término) ha ido descendiendo, prácticamente de forma ininterrumpida en el curso de los últimos 30 años (pero especialmente en el curso de los últimos 10, con la salvedad parcial de la época marcada por la COVID – 19), pasando el consumo total per cápita anual de los iniciales 90 kg. a 50 Kg y el consumo anual per cápita, en el hogar, ha pasado de los iniciales 62 Kg. a 45 Kg.

Partiendo de todas estas realidades (oficialmente constatadas) cabe inferir o colegir, con bastante certeza, que el consumo de las carnes, en nuestro país, seguirá descendiendo en los próximos años.

No obstante, considero que será prácticamente imposible llegar, probablemente ni de lejos, a las cifras recomendadas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial para la Salud (OMS).

Las mismas recomiendan un consumo medio de carne semanal per cápita del orden de los 325 gramos por persona (del orden de unos 17 Kg anuales) y de unos 125 gramos semanales per cápita, en el caso de las denominadas carnes rojas (unos 6 – 6,5 Kg anuales).

Creo sería necesario y positivo, para todos, que el sector, las instituciones y la propia sociedad (con especial mención a la clase médica, a los medios sociales de comunicación, a los “voceros” y a los “influencers remunerados”) asumieran, con objetividad, sin dramatismos, sin falsas argumentaciones y sin posverdades, la realidad referenciada y actuaran en consecuencia.

Es decir, empezando, con una visión a medio – largo plazo, generando una información transparente y veraz, amén de una formación adecuada de la ciudadanía.

Ya sé que es mucho pedir, pero por pedir…que no quede.

 

 

 

 

 

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito

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