¿Hay agricultores?
Hace unos días, tuve la oportunidad de participar en la inauguración de una nueva edición del diploma de experto universitario en comunicación agroalimentaria, que organiza cada año la Asociación de Periodistas Agrarios (APAE), este año, en colaboración con la Escuela de Agrónomos y Montes, de la Universidad de Córdoba.
Mi participación consistió en un interesantísimo diálogo con un amigo que es, además, un referente de la sociología agraria y de la PAC, Eduardo Moyano, dirigido por una periodista agroalimentaria, también de referencia, Elisa Plumed. Vamos, que fue un gustazo poder debatir con ellos y con los estudiantes del curso.
La idea inicial consistía en reflexionar sobre dos libros, “El resurgir del agro”, publicado por la Editorial Agrícola, en el que expongo los que a mi juicio son los principales retos del sector y propongo las soluciones que considero más acertadas para afrontarlos, y “Una agricultura sin agricultores”, editado por Cajamar, y en el que Eduardo Moyano participa con un epílogo en forma de análisis del sector, muy interesante. Y así empezamos, hablando cada uno de “nuestro libro”, exponiendo nuestras ideas sobre el sector agrario.
En la práctica, teniendo en cuenta ambos libros, el debate se centró en el modelo de agricultura familiar, en cómo definirlo, en si hay agricultores o en si la agricultura es una actividad en la que ya no se precisan agricultores y todas las explotaciones competitivas son hoy gestionadas por empresas. La discusión fue muy interesante.
El pesimista título -a mi modo de ver- del libro de los franceses Purseigle y Hervieu, en el que Eduardo Moyano realiza el epílogo, resulta para mí muy intrigante. Asumo algunos postulados de los autores y de las ideas expresadas por Moyano, como que el clásico modelo de agricultura familiar está en riesgo y que una gran parte de la producción final agraria proviene de grandes empresas, aportando las pequeñas y medianas explotaciones de carácter familiar un porcentaje pequeño de la misma. En Francia, pero también en España. Por eso, el modelo de agricultura familiar es uno de los diez retos que considero que debe afrontar el sector en los próximos años y a él le dedico el primer capítulo de “El resurgir del agro”.
Precisamente porque está en peligro, es necesario apoyarlo, priorizando este modelo de agricultura que, desde mi punto de vista, sigue apoyándose en pequeñas y medianas explotaciones de agricultores y ganaderos que viven y generan la riqueza y el empleo en el medio rural. En algunos casos, la gestión empresarial -cada vez mas profesional, por supuesto- la asume una persona física y, en otros casos, una empresa -sociedad anónima, limitada, cooperativa, etcétera- sin dejar de ser agricultura familiar.
En Castilla-La Mancha, en mi etapa de consejero elaboramos una Ley de Agricultura Familiar -junto con Aragón, a punto de que el nuevo gobierno la derogue, las dos únicas CCAA con una ley de este tipo-, en la que la mayor dificultad fue definir el modelo. Concluimos en que las explotaciones familiares son aquellas en las que al menos el 50% de la mano de obra procede del núcleo familiar. Gracias a la ley, estas explotaciones se consideran prioritarias y reciben más ayudas.
Empresas en el sector puede haber de dos tipos -simplificando-: las que son el resultado del crecimiento y profesionalización del modelo de agricultura y ganadería familiares, y las que no responden a ningún criterio de gestión y trabajo familiar, entre las que se encuentran las grandes explotaciones gestionadas por fondos de inversión o grandes grupos empresariales, en algunos casos, de carácter multinacional. Y son dos modelos distintos. Y deben tratarse de forma diferente, priorizando el primero frente al segundo.
Respondiendo al título del artículo, si hay explotaciones familiares -premisa que, como han podido leer, asumo-, es que sigue habiendo agricultores y ganaderos en nuestro sector y nuestro medio rural. Otra cuestión es que estén amenazados y haya que apoyarles desde las administraciones públicas.
Así que, desde mi punto de vista, la afirmación de que puede haber una agricultura sin agricultores, como dice el titulo del segundo libro citado, no se corresponde con la realidad mayoritaria del sector, pero podría llegar a ser cierta si no nos ponemos a trabajar de forma decidida para proteger nuestras explotaciones familiares.
Francisco Martínez Arroyo
Ingeniero Agrónomo del Estado
Vocal Asesor del MAPA
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