Veterinario rural: vocación y reto

“Quien siembra vientos recoge tempestades”. Quizás este debería ser el título de esta reflexión sobre la veterinaria rural.

El problema de falta de veterinarios en el mundo rural no es un rompecabezas solamente de nuestro país, se trata de una grave situación a nivel mundial y todavía más acentuado en las sociedades de cultura occidental o en las más desarrolladas.

La universidad, en general, y la española en particular, ha pasado de la veterinaria de caballos, algo de animales de abasto y poco de mascotas a una universidad de mascotas, mascotas, mascotas, algo de caballos de lujo y lo mínimo de animales de granja para pasar las acreditaciones europeas.

Los programas están descompensados hacia las mascotas, pero disimulan la situación.

Al observar la realidad, las clases teóricas se centran en mascotas y caballos de lujo y poco se habla de animales de abasto. Esto no es lo más grave, lo duro es que la parte práctica queda casi olvidada, a la vez que hay pocos profesores con experiencia en animales de granja que estén dando clases teóricas y prácticas intramuros.

Con cuatro profesores asociados, se sacan a los alumnos a ver unas granjas, se cumplen los mínimos y se acabó. El alumno ha visto cuatro animales, pero no ha trabajado con ellos, no conoce la realidad del mundo rural y menos del ganadero.

Aquello que no se conoce, no gusta, y esa es la realidad actual. Los estudiantes de veterinaria, hasta los años ´80, éramos, en la mayoría de los casos, chicos de pueblo, hijos de ganaderos, agricultores o de veterinarios y, en la mayoría de las ocasiones pensábamos en ser veterinarios titulares de un partido rural.

Actualmente, los estudiantes de veterinaria son, con mucha diferencia, chicas urbanas y sin relación con el mundo rural y menos con la ganadería.

Hablamos de falta de técnicos en una España vaciada y realmente es así porque la hemos vaciado desde los ministerios y consejerías. Si ahora está vacía es porque la hemos olvidado y la miramos solamente desde el punto de vista económico-productivo.

El mundo rural resulta caro para los urbanitas y reestructuramos para que salgan las cuentas, quitamos los mataderos municipales (uno de los errores más grandes si se quiere mantener el mundo rural), quitamos el cuartel de la Guardia Civil (la seguridad), cerramos oficinas bancarias, centralizamos el servicio médico y lo dejamos con deficiencias y luego, cuando casi no hay niños, cerramos la escuela. Con estas perspectivas ¿quién quiere ir a un pueblo?

El mundo rural y urbano han ido divergiendo exponencialmente y la vida en un pueblo resulta muy dura para una persona joven, posiblemente mujer, y desconocedora de ese otro mundo.

Es muy difícil que estas nuevas generaciones, desconocedoras de esta sociedad, de su cultura, de sus tradiciones, de su forma de hablar, de relacionarse y de su forma de afrontar la vida en un pueblo, elijan esta opción, y menos si, además, no se sienten preparadas.

A pesar de todo, en Zaragoza se diseñó un sistema de prácticas basadas en un servicio de diagnóstico rápido y fiable en rumiantes, contando con los veterinarios rurales y empresas del sector.  Actualmente, más de la mitad de los estudiantes quieren hacer prácticas en el Servicio Clínico de Rumiantes y trabajan con los animales, de forma voluntaria, para ser uno de los 15 elegidos anualmente para estar dos años como interno voluntario.

El 100% encuentra trabajo el primer año y más del 80% en los tres primeros meses. Es curioso, pero cuando no tienen miedo, saben y se sienten seguros, muchos de ellos trabajan sin problemas en esta España vacía que hemos vaciado para sobrepoblar las ciudades.

Mi hija, urbanita, mujer y joven, trabaja en el mundo rural con rumiantes. Por algo será.

 

 

 

 

 

Luis Miguel Ferrer Mayayo
Dr. Veterinario jubilado y escritor
Profesor de Universidad jubilado
Diplomado del European College of Small Ruminant Heath Management

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