La ganadería tiene retos pendientes
En 2020 existían en España, según datos del censo agrario de aquel año, 169.576 explotaciones ganaderas, el 18% del total de las explotaciones agrarias, con una disminución del 30% desde el censo de 2009. Hoy, su numero es inferior y la tendencia sigue siendo decreciente.
Lo que ha sido en las últimas décadas una consecuencia normal de una mayor profesionalización del sector, con aumento del tamaño de las explotaciones, mayor concentración empresarial e incrementos de los censos de las explotaciones, puede suponer, en los próximos años, un enorme riesgo de reducción de la actividad económica de un sector imprescindible para el desarrollo rural.
Sin duda, el reto más importante de la ganadería es el de su rentabilidad económica. Las empresas ganaderas tienen que ser esto, empresas, y sólo seguirán adelante si son capaces de ser competitivas y rentables.
En un sector extremadamente dual y poliédrico, con explotaciones extensivas e intensivas, pero también con una importante presencia del modelo de agricultura familiar -esencial en nuestra estructura agraria- y con grandes grupos inversores e integraciones verticales cada vez más presentes, una aproximación a posibles soluciones no es sencilla.
Partiendo del imperativo de la rentabilidad, es urgente una mayor profesionalización del sector, más perentoria si cabe que en el sector agrícola. A pesar de los pasos dados en los últimos años, hay que profundizar más en un esquema empresarial que se oriente al mercado. Para ello, es prioritario impulsar el modelo de ganadería familiar, haciéndolo más competitivo y facilitando su adaptación a los requisitos laborales (mejora de la calidad del trabajo y de las condiciones de los trabajadores, fruto de la reforma laboral) y medioambientales (normativa europea de bienestar animal, en granja y en el transporte, entre otros), que han supuesto grandes avances y que, estoy convencido, nos ayudaran a hacer más rentable la actividad ganadera, si sabemos diferenciarnos.
Para ello, hay que apostar por la innovación a través de la mejora genética -para aumentar el rendimiento lechero o la aptitud cárnica- y la diferenciación productiva -frente a competidores de países terceros- a través de razas autóctonas -grandes contribuyentes a la conservación del medio ambiente y el paisaje- o figuras de calidad vinculadas a un territorio, que nos hagan conquistar más mercados y ocupar nuevos nichos, basados principalmente en la calidad.
Por otra parte, como en todas las actividades económicas, es necesario el relevo generacional. Sería un segundo reto ineludible. Aquí, en la ganadería, muy urgente. Las mejoras tecnológicas, un acceso más fácil a la tierra y al agua -con la creación de bancos públicos para los jóvenes que se incorporen- y las mejores condiciones laborales son clave para hacer atractiva la ocupación de ganadero o de pastor, a los jóvenes.
La orientación de las ayudas para la incorporación al sector hacia los modelos ganaderos familiares es también fundamental. Más formación y un mayor reconocimiento social -en el que se ha empezado a avanzar recientemente- son otros elementos a tener en cuenta para impulsar el necesario relevo en el sector.
Un tercer reto es el de la vertebración sectorial, mejorando su organización, apostando por empresas cooperativas de mayor tamaño, con más capacidad para la adquisición de piensos, combustibles y otros medios de producción en común, y con mayor capacidad de negociación en la venta de los productos de los ganaderos al siguiente eslabón de la cadena agroalimentaria, bien sea la industria transformadora, la distribución o la exportación.
En algunos sectores, los modelos de integración vertical han sido la solución a la garantía de rentabilidad de las empresas ganaderas. Así, es necesario explorar una mayor integración para aumentar la implicación de la industria transformadora en la producción ganadera.
En cuarto lugar, la PAC debe orientarse, también, a la ganadería, favoreciendo los intereses de los ganaderos de extensivo, de las pequeñas y medianas explotaciones familiares, base de nuestro sector en la mayor parte del país, no solo a través de las ayudas acopladas, sino en el conjunto de la política, simplificando los requisitos y favoreciendo el funcionamiento empresarial de las explotaciones.
Finalmente, las cuestiones comerciales, en las que la gestión adecuada de las enfermedades animales -que ya se da en España-, una mayor exigencia a los productos que entran en el mercado interior procedentes de países terceros -en línea con la demanda del sector de aplicar “clausulas espejo”- o la apertura y consolidación de nuevos mercados exteriores son cada vez más relevantes.
Así, en mi opinión, una estrategia ganadera que tenga en cuenta el futuro del sector debe tener como objetivos: la rentabilidad de las explotaciones, el relevo generacional, la vertebración sectorial, una PAC más ganadera, y un plan específico para las cuestiones comerciales.
En definitiva, cinco grandes retos por delante para un futuro sostenible.
Francisco Martínez Arroyo
Cuerpo de Ingenieros Agrónomos del Estado
Exconsejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de Castilla- La Mancha
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