Sociedad y Tauromaquia
El pasado fin de semana me cupo el honor de ser de nuevo participante en las XIII Jornadas sobre Ganado de Lidia y Tauromaquia, que se desarrollaron en Pamplona, en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y Biociencias (ETSIAB) de la Universidad Pública de Navarra (UPNa).
Se trata de unas Jornadas taurinas de larga y reconocida trayectoria, cuya primera edición se celebró el día 7 de mayo del año 1999 en el Salón de Actos de la entonces Escuela Técnica Superior del Ingenieros Agrónomos de la UPNa. Es decir, nos contemplaron en esta oportunidad, a los más de 200 asistentes, 25 años de consideración, a nivel universitario, de la compleja temática que la Real Academia Española (RAE) define, en su Diccionario de la Lengua española, como “el arte de lidiar toros, tanto a pie como a caballo”.
En esta oportunidad abordé el tema que da título a la presente nota “Sociedad y Tauromaquia”. Ello supone metafóricamente posicionar en el mar de la vida cotidiana a un portaaviones (la Sociedad) y a una fragata (la Tauromaquia). Estas durante siglos han navegado en la misma dirección y sentido, pero que actualmente, mejor dicho desde hace unos años, han dejado de hacerlo.
La razón de esta realidad que además es divergente, se fundamenta en que ambas son dinámicas, una más y otra menos, pero estando ambas directamente muy condicionadas por factores tales como la política, la cultura, la ética y la moral sociales.
Las consecuencias están siendo importantes. En efecto, a lo largo de los últimos 25 – 30 años nuestra sociedad (es decir un porcentaje mayoritario de las personas que la conforman) ha ido virando hacia la negatividad o hacia la indiferencia conceptuales y no sólo en lo que atañe a la tauromaquia sino también en todo lo que se refiere a la producción pecuaria y muy especialmente a la producción ganadera intensiva.
Ello ha comportado que, vía legislativa (leyes promulgadas en los años 1991, 1998, 2013 y 2025), haya quedado establecido, en mi opinión como una mala pero necesaria solución cara al futuro, que el Estado tiene la obligación de garantizar la conservación de la tauromaquia y de promocionarla, así como de facilitar el acceso a la misma, porque “forma parte del conocimiento cultural de los españoles”.
Por esta razón, es actualmente el Ministerio de Cultura (o asimilado) el responsable, directo e incuestionable, del “fomento y de la protección de la tauromaquia”. Consecuentemente, la tauromaquia quedaba protegida en todo el Estado español, por el propio Estado.
No me cabe duda y así lo exponía en las mencionadas XIII Jornadas sobre el Ganado de Lidia y Tauromaquia, que la profunda raíz principal de todas estas realidades está en los cambios sociales, políticos y culturales que se han implementado en nuestra sociedad en las últimas décadas.
Estos cambios han afectado negativamente, sobre todo cualitativamente a la tauromaquia en general y, en especial, al toro y al toreo; es decir, a la denominada “Fiesta Nacional”. La primera consecuencia de los mismos es que, a pesar de los esfuerzos que protagoniza el “Mundo del Toro”, crece, poco a poco pero sin pausa, la desafección social hacia la tauromaquia.
Actualmente en España 134 municipios (de los 8131 municipios existentes) se han declarado anti-taurinos y no ofrecen este espectáculo. Como puso de manifiesto un estudio de la Fundación BBVA (noviembre 2021 a febrero 2022) el 80 por 100 de los entrevistados (4.000) se posicionó en contra de cualquier tipo de espectáculo en el que algún animal, incluidos los toros, sea maltratado. El informe arrojó otro dato que no deja de ser importante: sólo aproximadamente el 11 por 100 de los encuestados se mostró favorable al uso de animales en el espectáculo taurino.
La otra cara, la positiva, de la moneda la constituyen las “Fiestas Populares” (fiestas sin derramamiento de sangre y en las que participa activamente la población). Cerca de 2.000 municipios españoles organizan anualmente Fiestas Populares e implican directamente al 2 por 100 de la población española (cerca del millón de personas).
Estos datos ponen en evidencia que, a pesar de todas las dificultades y a la posición emocional negativa, respecto de la tauromaquia, de una parte realmente importante de la población residente en España, ésta sigue muy viva y todo parece indicar que, en España y en la realidad, la tauromaquia es una cultura que sigue, a pesar de todas las presiones y críticas, fuertemente implementada y arraigada en toda la Piel de Toro y que, sin duda, sigue actuando como un elemento manifiestamente vertebrador en nuestra sociedad.
Desde mi punto de vista, su futuro, con una visión a medio plazo, al menos desde una perspectiva cuantitativa, va a estar ligada al tipo de sociedad, especialmente desde el punto de vista emocional, en el sentido amplio del término, que se va a ir generando, en España, en el futuro. Es decir, serán muy importantes los factores de incidencia externa a la hora de condicionar y dimensionar el futuro de la tauromaquia en nuestro país.
Todo me lleva a pensar hoy que su importancia cuantitativa, en el marco de nuestra sociedad, puede ir disminuyendo paulatinamente, pero esta disminución cuantitativa puede venir al menos parcialmente compensada por un incremento de su importancia cualitativa, impulsada por un núcleo de juventud más positivamente implicado.
Concluyendo: “el tiempo, que es un juez insobornable, dará y quitará razones”.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito
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