El girasol: sanidad vegetal del cultivo y alimentación animal

 

 

 

 

 

 

Fuente: Asociación Internacional del Girasol y la Organización Mundial de Sanidad Animal.

Entre los productos del girasol (Helianthus annuus), existe una amplia variedad de ingredientes para piensos de rumiantes y monogástricos, como los concentrados de proteína vegetal (semilla, torta, harinas…), las grasas y oleínas o el ensilado, con un valor nutricional y una composición variable entre unos y otros, según las tablas de la Fundación Española para el Desarrollo de la Nutrición Animal (FEDNA).

Su interés y consumo por parte del sector, se debe, principalmente, a sus características (alta palatabilidad, bajo contenido en factores antinutritivos o una fracción proteica rica en triptófano y aminoácidos azufrados y baja en lisina), aunque su elevado contenido en fibra y lignina sea su principal limitación. A su vez, cabe estacar, que las oleínas de girasol tienen un valor energético igual o superior al de la soja, dado su alto nivel de ácido linoleico (FEDNA).

Por ello, y para poder evitar los posibles efectos negativos en las ganaderías alimentadas con estos productos como consecuencia de las alternaciones en la composición y valor nutricional de los mismos, resulta fundamental conocer los factores condicionantes del girasol a lo largo de toda la cadena alimentaria.

Nuevamente, me centraré en los factores relacionados con la sanidad vegetal, para así visibilizar desde un punto de vista agronómico la importancia de las interconexiones existentes entre este sector y el de la producción animal, algo clave para la seguridad alimentaria global y que, a su vez, ejemplifica la relevancia del extendido concepto y enfoque “One health” (Una sola salud).

La Guía de gestión integrada de plagas del girasol (MAPA, 2016) recoge diversos hongos, como los causantes de la Verticilosis o las Podredumbres (de raíz, tallo, capítulos…), que pueden infectar el interior de la semilla, reducir su cantidad y peso, disminuir significativamente su contenido y cantidad de aceite, o, incluso, alterar el perfil de ácidos grasos. También otras plagas, como Helicoverpa armiguera, o las del género Agrotis que producen daños mecánicos en estructuras, posibles vías para la proliferación de hongos productores de aflatoxinas, según indica la Asociación Internacional del Girasol.

A su vez, el girasol es susceptible a ciertas malas hierbas (como el “jopo del girasol”) o a la posible llegada y adaptación de plagas a un territorio, consecuencia de los flujos internacionales (de mercancías y de pasajeros), entre otros factores.

En este sentido, y dado el contexto actual, cabe destacar el riesgo que suponen para el girasol, y los demás cultivos, los conflictos bélicos, geopolíticos, o de otra naturaleza: ya que por sus consecuencias materiales (en infraestructuras, servicios, cadenas logísticas, almacenes…) e inmateriales,  imposibilitan la continuación, o la adecuada ejecución, de las acciones de prevención, contención y/o erradicación de las plagas vegetales en los territorios afectados, además de las otras (terribles) consecuencias que conllevar en los territorios agroalimentariamente dependientes de estos (sociales, medioambientales, sectoriales, económicas…).

Consecuentemente, podemos afirmar que todos estos aspectos relacionados con la sanidad vegetal en el cultivo del girasol suponen, directa o indirectamente, una verdadera amenaza para la composición y el valor nutricional del girasol y sus productos, utilizados como alimento por las ganaderías.

Si bien existen medios (legales, económicos, humanos…) y técnicas para luchar contra estas amenazas (variedades resistentes a plagas o malas hierbas, fitosanitarios, trampas, control biológico, tratamiento del embalaje de madera…), conviene no olvidar y utilizar todos los instrumentos posibles, como la paz, la estabilidad o la cooperación, para poder ganar la batalla: al fin y al cabo, las plagas no entienden de fronteras, pero tampoco de guerras.

 

 

 

 

 

Carmen Morera Martínez
Cuerpo de Ingenieros Agrónomos del Estado

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