Certificaciones de calidad
Uno de los primeros pasos en la instauración de protocolos en producción es la de describir los trabajos a realizar y cómo hacerlos. Todo ello debe estar por escrito y cada uno de los trabajadores debe conocerlos. Estos protocolos deben ser realizados para cada uno de los puestos de trabajo. Y a la vez, deben estar acordes a la legislación vigente. Esta es una de las razones por las que se deben revisar los protocolos de una forma periódica y cada vez que hay un cambio de legislación.
Llevamos unos años con otra vuelta de tuerca, que son las certificaciones de calidad. Estas certificaciones nos dicen qué condiciones de producción debemos cumplir para poder obtener dicha certificación. Esto ha hecho que se cambien ciertos protocolos de trabajo y se aumenten los registros. Todo debe estar registrado.
Estas certificaciones de calidad están avaladas por unas auditorías, a pie de campo, que comprueban que lo que está escrito es lo que se está haciendo. El mantenimiento de estas certificaciones implica cambios y “complicaciones” en nuestras tareas diarias. Pero todo es por un motivo. Existe la necesidad de adaptarnos a las exigencias de los mercados.
Esta exigencia es la que nos obligan a certificar nuestros procesos, utilizando para ello organismos externos, tanto del productor, como del cliente, que den fe de cómo lo hacemos como productores, promovido, en muchas ocasiones, por nuestros clientes, como consumidores finales. A su vez, estas certificadoras privadas son auditadas por certificadoras más grandes que avalan la veracidad de las auditorías. Es decir, las certificadoras también están auditadas.
En muchas ocasiones, tener estas certificaciones es la llave para poder vender nuestros productos en distintos mercados.
Por otro lado, estas certificaciones son formas de trabajo que nos ayudan a mejorar nuestro quehacer diario, dando orden y estandarizando procesos, y logrando mejorar la calidad de nuestro trabajo. Sin duda, esta es la mayor aportación de estas certificaciones: nos ayudan a ordenar, registrar y mejorar nuestro trabajo, creando pautas necesarias para el desarrollo de nuestras empresas. Hay que tomarlos como una herramienta básica de palanca para la mejora continua de los distintos procesos.
Estas certificaciones no pueden convertirse en un mero paripé burocrático, deben ser una herramienta viva y útil para mejorar y crecer de forma ordenada y metódica.
Hay certificaciones sobre bienestar animal, sanidad, bioseguridad, manejo de los animales, trazabilidad, ecológico o sobre la norma del ibérico. Poner en entredicho la fiabilidad de dichas certificaciones es poner en duda el trabajo diario de productores y elaboradores, y en general todo el sector. Incluida la administración que es quien vela para que la legislación se cumpla.
Otra idea que hay que tener clara, es la que ningún ganadero, con un mínimo de profesionalidad, pueda querer que sus animales no estén en buenas condiciones. Cuanto mejor cuidados estén los animales, mejor será su producción, tanto en calidad como en cantidad, por esto mismo, estamos obligados a alojar a nuestros animales en las condiciones adecuadas que ellos requieren y con el mejor manejo que podamos darles.
Aunque solo sea por un mero afán económico, el ganadero debe aportar a los animales las mejores condiciones ambientales y el manejo más exquisito. Y no entro en temas como orgullo propio y afán de mejora en su trabajo que cualquier ganadero, y profesional del sector, tiene.
José Manuel Pinto Carrasco
Ingeniero agrónomo
Responsable de logística, SAT hnos. Chico SL.
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