Neumonía en potros causada por Rhodococcus equi
Las neumonías en potros, cuyo agente causal es la bacteria Rhodococcus equi, son muy características, especialmente en la estación del año y con un tipo de clima concretos, que es dónde y cuándo se manifiestan de manera más frecuente.
Rhodococcus equi es una bacteria Gram +, intracelular, común en el medio ambiente, sobretodo en el suelo y en las heces.
Hay dos tipos de cepas, las patógenas, que van asociadas a la presencia de lipoproteínas codificadas por un plásmido relacionado con la virulencia (VapA), y las no patógenas, que no cuentan con este plásmido y como consecuencia no expresan estas proteínas que son las causantes de la presentación clínica de la enfermedad.
Para replicarse, las mencionadas cepas requieren de temperaturas cálidas, con baja humedad y suelos de pH neutro. La principal vía de transmisión en potros es la inhalatoria a través de partículas de polvo. Son considerados factores de riesgo, unas elevadas concentraciones de la bacteria en el aire, una alta densidad de animales en la yeguada y el estado inmunitario de los potros.
El periodo de incubación es muy variable, existiendo una asociación entre el inicio de la enfermedad clínica y el declive de los anticuerpos maternales. Por tanto, aunque los potros suelen estar expuestos a Rhodococcus equi en los primeros días de vida, no manifiestan la enfermedad hasta las 3 semanas de vida y los 6 meses de edad.
La época del año en que se presenta una mayor cantidad de casos es la primavera (seguida del verano), cuando las temperaturas superan los 20° C; los vientos son de moderados a fuertes y el ambiente es seco; que es cuando el medio ambiente natural se torna polvoriento con abundancia de pólenes y semillas voladoras, que irritan las vías respiratorias y favorecen la entrada del patógeno.
Una vez entra, se replica en los macrófagos y produce una necrosis de los mismos. Tiene lugar un daño masivo a nivel pulmonar y una vez establecida la infección, puede diseminarse por vía hematógena.
La forma más común de presentación es la neumonía piogranulomatosa, con abscesos pulmonares. Los signos clínicos son fiebre, letargia, anorexia, tos, taquipnea, disnea, descarga nasal bilateral, o pérdida de peso y/o retraso en el crecimiento en casos más crónicos.
Sin embargo, pueden presentarse también desórdenes extra – pulmonares tales como abscesos abdominales, polisinovitis, uveítis, osteomielitis, entre otros. Esta forma es más grave y tiene peor pronóstico que la anterior.
En el caso de sospecharse la presencia de la enfermedad, las pruebas complementarias que se deberán llevarán a cabo son:
- Ecografía de tórax: se pueden apreciar abscesos y zonas de consolidación pulmonar.
- Radiografía: evidencia de bronconeumonía, se verán también los abscesos. No es necesario hacer las dos pruebas (o ecografía o radiografía).
- Toma de muestra para hacer una citología (evidencia de inflamación séptica; neutrófilos degenerados y bacterias fagocitadas por macrófagos) y
- Realización de un cultivo (que dará el diagnóstico definitivo).
En cuanto al tratamiento, deberán administrarse antibióticos.
Los antibióticos de elección serán aquellos que sean capaces de penetrar la membrana lipídica que posee esta bacteria. Se utiliza una combinación de rifampicina más un macrólido. Este será normalmente, azitromicina o claritromicina. Hace años se usaba eritromicina en lugar de los citados anteriormente, pero se desaconseja su uso debido a que produce hipertermia (en un potro que ya tiene fiebre alta) y a que puede producir colitis severa, tanto en el potro como en la yegua (se han descrito casos de muerte de la misma por ingestión de este antibiótico). En casos severos, el potrillo puede necesitar oxigenoterapia y alimentación vía sondaje nasogástrico.
El pronóstico es bueno siempre y cuando se establezca un tratamiento adecuado lo más pronto posible, con un índice de supervivencia que oscila entre el 60 y el 90 por 100.
En cuanto a la prevención, la parte de manejo ambiental siempre es muy importante, reduciendo el número de potros por zona, retirada de las heces de los pastos, reducción del polvo, etc.
También se pueden llevar a cabo programas de detección temprana de la enfermedad en yeguadas endémicas, realizando exámenes físicos de los potros con cierta periodicidad, ecografía de tórax a aquéllos que sean sospechosos, e inmunización pasiva mediante la administración de plasma hiperinmune en explotaciones endémicas (en los primeros dos días de vida y repetir a las 2-4 semanas de vida de los potros).
En cuanto a las vacunas, se ha probado alguna en yeguas gestantes que confieren inmunidad al potrillo cuando nace, pero a día de hoy no hay ninguna que sea efectiva para administrar al potro.
Se tendrá que seguir investigando y de momento, lo más adecuado es establecer los programas de prevención
Dra. Rosana Domingo Ortiz, PhD,
Certificado Español en Clínica Equina
Dpto. Medicina y Cirugía Animal
Facultad de Veterinaria CEU Cardenal Herrera
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