Las desgracias nunca vienen solas

Acabo de enterarme que soy un turófilo. Sí, no tuerzan el morro, que no es nada malo. Significa, que se es un amante del queso y yo, lo reconozco, soy un amante activo. Por ello, el año pasado, cuando los organizadores de la feria ESNEKI, feria de productos lácteos de las especies vacuna, ovina y caprinas, que celebró su primera edición superando todo tipo de obstáculos, me llamaron para formar parte del jurado, acepté rápidamente la invitación y les hice saber que me habían hecho la persona más feliz de la faz de la tierra. Este año, incautos ellos, han vuelto a invitarme y yo, nuevamente, he aceptado.

El sector lácteo vasco, hasta hace bien poco, única y exclusivamente configurado en torno al extraordinario queso Idiazábal, queso elaborado con leche de oveja Latxa, va aumentando y así, junto a otros tipos de quesos de leche de oveja, van apareciendo como nuevas estrellas en el firmamento, nuevos quesos de cabra y vaca, además de los de mezclas de varias especies ganaderas, así como otros productos lácteos como el yogur, el requesón, etc.

La diversidad en el sector lácteo ha llegado para quedarse, y reforzarse aún más diría yo, porque es  lo que demanda el consumidor y porque, además, supone una nueva ventana de oportunidad tanto para los ganaderos que elaboran estos nuevos productos como para aquellos ganaderos que producen leche para su posterior venta y que, ahora, con estos nuevos productos, tienen una mayor posible demanda para su leche.

La leche de ovino, caprino y vacuno están como están, mayoritariamente, a pérdidas y muestra de ello es el último informe del observatorio de la cadena de valor alimentaria del Gobierno Vasco, BEHATOKI, donde se da cuenta de los costes de producción de la leche de oveja Latxa que, al parecer, alcanza los 1,656 euros por litro. Mientras tanto, el precio percibido por los pastores, según datos publicados por el Ministerio, rondan los 1,15-1,20 durante los meses centrales de la campaña y según datos de contabilidad de los propios pastores, el precio medio del 2022 fue de 1,08.

Como ven, ahora que están tan en boga, la brecha entre ambos importes es importante, tanto es así, que debiéramos hablar más de socavón que de brecha y, si bien las primeras propuestas de contrato presentadas por alguna industria quesera son bastante mejores que la campaña pasada, no es menos cierto que se quedan bastante lejos de cubrir costes de producción, por lo que, hablando pronto y claro, son propuestas que incumplirían flagrantemente la Ley de Cadena Alimentaria. Esperemos que alguno reflexione y se abra a mejorar la propuesta inicial.

Las desgracias nunca vienen solas dice el dicho popular y algo así, deben pensar esos pastores asfixiados por las industrias queseras, tras conocer que el Gobierno Vasco, más concretamente su departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente, ha iniciado, con la apertura del periodo de consulta pública previa, la tramitación del plan de gestión del lobo en Euskadi.

Con este primer paso, comienza la tramitación normativa que conllevará la aprobación del Plan de Gestión que, tal y como recoge el texto, resumiendo y literalmente, integra como  primer y principal objetivo “Adoptar las medidas necesarias para que la población de lobo alcance un estado de conservación favorable en la Comunidad Autónoma del País Vasco” y para que dicho objetivo sea cumplimentado, no queda más opción que ponerle alfombra roja al lobo y, tristemente, dotar de medios preventivos y paliativos a los ganaderos sean de ovino, vacuno o caballar. Triste, pero real.

Como recordarán, la Directiva 92/43/CEE, conocida como Directiva de Hábitats, establece que se mantendrán en buen estado de conservación los habitas amenazados, en su caso el lobo, y es por ello que, respondiendo a la presión de los grupos ecologistas pro-lobo, pero sin negar su postura favorable y coincidente con los mismos, el consejero socialista Iñaki Arriola incluyó el lobo en el Catálogo Vasco de especies amenazadas; posteriormente, la también socialista, la ministra Teresa Ribera, aprobó la extensión de la Estrategia de conservación a todo el Estado, lo que implicaba la prohibición de cazar lobos como medida de gestión de la creciente población y ahora, finalmente, la jeltzale Arantxa Tapia, remata la faena con la tramitación del Plan de Gestión que, como imaginarán, nos expliquen los que nos expliquen, es del agrado de los grupos pro-lobo y  del desagrado de los pastores y ganaderos que ejercen la ganadería extensiva en las montañas vascas.

El último censo completo, el elaborado en el periodo reproductor 2019-2020, decía que el lobo estaba presente en el 14,7% de la superficie de Euskadi pero que no se detectaba ninguna manada. Sin embargo, el seguimiento invernal realizado en 2022-2023 indica que la situación ha cambiado notablemente, con la confirmación de la hipótesis de presencia de 2 manadas y un número de ejemplares estimado entre 9 y 11 lobos. Y eso, no lo olviden, que era una especie amenazada.

No pienso caer en la coletilla, tan frecuente como real, que dice que aquí, la única especie realmente amenazada es el ganadero, dicho que, por cierto, es calificado como exagerado y populista por aquellos que pretenden aumentar la población del lobo aunque sea a costa del sufrimiento de los ganaderos y del ganado.

Como decía, no utilizaré la coletilla sobre quien es la especie amenazada pero, me permitirán que, echando una vez mano del acervo popular, recurra a aquella coletilla que decía aquello de que también la capacidad de aguante tiene un límite.

 

 

 

 

Xabier Iraola Agirrezabala
Editor en Kanpolibrea

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