La nueva Ley de Bienestar Animal y su efecto dominó

En primer lugar, sé perfectamente, recurriendo a nuestro rico mundo de los proverbios y de los adagios,  que “no me han dado vela en este entierro” y, en segundo lugar, que escribir actualmente sobre este tema de la nueva Ley de Bienestar Animal, que, en su primera fase o etapa, acaba de entrar en vigor, es “meterme en un jardín”, pero, uno es como es… y  ya saben ustedes, en lo que a mí respecta: “la cabra siempre tira al monte”.

Estoy convencido que todos los promotores de esta ley, empezando por la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España, han estado guiados por la mejor de las voluntades a favor, básicamente, de las mascotas y de su bienestar.

Así, la misma pretende, en primer lugar y con toda la razón, poner coto a  la cifra de 300.000 mascotas que, según el Director General de Derechos de los Animales, son abandonados anualmente en España. Ello origina, según la misma fuente, el sacrificio anual de 100.000 mascotas abandonadas y sanas.

Pienso que se trata de una ley que, conceptualmente y escrito sea con todos los respetos hacía aquellos colectivos profesionales que, erróneamente, no han sido llamados oficialmente a colaborar en su desarrollo, no me parece una mala ley, aunque bien es cierto, que deja importantes temas sin abordar, en razón, básicamente, de las presiones sociales (perros de caza, perros de trabajo de los Cuerpos y Fuerza de Seguridad del Estado, Bomberos y Cruz Roja, perros de carreras, etc. etc.).

Los 12 principales puntos que, en mi opinión, constituyen el “núcleo temático” de la mencionada ley, que se centra inicial y básicamente en perros, gatos y hurones, son los siguientes:

  • Queda garantizado el acceso libre con perros, gatos y hurones a los establecimientos públicos y a los medios de transporte.
  • No está permitido dejar a los perros atados en las puertas de las tiendas durante la realización de una compra rápida.
  • Tampoco está permitido encerrar a los animales dentro de un vehículo en condiciones térmicas que pongan en peligro su vida.
  • Los perros no se pueden dejar sin supervisión durante más de 24 horas consecutivas.
  • Este periodo sube hasta 3 días en caso de otros animales de compañía.
  • En caso de una desaparición de una mascota, los dueños deben comunicarlo a las autoridades pertinentes en un plazo máximo de 48 horas.
  • Tampoco se podrá mantener a los animales de compañía de forma permanente o habitual, en sótanos, terrazas, patios, balcones o lugares similares.
  • Queda prohibido el uso de los collares eléctricos u otros utensilios que puedan causar lesiones al animal.
  • Quedan prohibidas y serán sancionadas las peleas entre perros.
  • No se permitirán las mutilaciones u otras modificaciones permanentes en las mascotas.
  • Queda prohibido utilizar a los animales de forma ambulante y/o someterlos a trabajos inadecuados o excesivos, en tiempo e intensidad.
  • A los gatos, que forman parte de colonias felinas, se les censará, identificará, esterilizará y, además, se controlará su salud y alimentación con el fin de mejorar sus condiciones de vida y la convivencia con su entorno.

También se han visto afectados, por la mencionada ley, los comercios de animales de compañía. Los mismos tendrán un año de margen para dejar de vender y exhibir en sus escaparates perros, gatos y/o hurones. Los gatos y los perros sólo se podrán vender a través de un criador registrado.

Por otra parte, quedan aquí fuera de esta restricción los conejos, las cobayas, los roedores, las aves y los peces.

Pero y aquí es a  donde quería llegar, aplicando el conocido proverbio que dice:  “cuándo veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar”: esta ley puede tener un “efecto dominó” y dar nuevas “alas argumentales” a los de siempre, para presionar a la Unión Europea para que dé un par de vueltas de tuerca más a toda la normativa ya existente ligada al bienestar y a la protección de los animales de renta.

Y no olvidemos aquí, por si acaso, frases tales como “los huevos son de las gallinas”; “las hembras reproductoras, en las ganaderías, son sistemáticamente violadas”; “ordeñar a las vacas es robar la leche a los terneros”, etc. etc. etc.

Este “tsunami antropológico y proteccionista”, cada vez más potente, tiene sus fuertes raíces bien asentadas en la “fiebre de la humanización de los animales”, como exponía en mi conferencia de la semana pasada en el Congreso Europeo de CIPEU y, créanme, no es ésta una cuestión baladí, ni tiene, a pesar de su manifiesta falta de racionalidad, retorno.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito

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