La soja: producción animal y sanidad vegetal

Continuando con el objetivo de visibilizar la relación existente entre la producción animal y la sanidad vegetal, desde un punto de vista agronómico, ha llegado el turno de la soja (Glycine maz (L.) Merril). Un cultivo apodado “el milagro del siglo XX”, ya en el año 1974 por el entonces Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), debido a sus múltiples aprovechamientos: aceite, harina, lecitina, etc. Y que, actualmente, es consumido intensamente por la población humana, la industria y la ganadería. Intentaré hacerle justicia

El valor nutricional del haba de soja se caracteriza por su elevado contenido en proteína, particularmente lisina, y ácidos grasos poliinsaturados, entre otros nutrientes esenciales, tal y como destaca la Fundación Española para el Desarrollo de la Nutrición Animal. Debido a sus características, el destino principal de la producción mundial de esta leguminosa, que representa más de la mitad de la producción del sector de las oleaginosas, es la elaboración de piensos (MAPA).

Existen múltiples estudios e investigaciones sobre la variabilidad existente en el contenido en proteínas o el valor energético de la soja en función del procesado, del producto final (haba, harina, soja micronizada, aislado de proteína, etc.), del almacenamiento, del tipo u origen del haba (semilla), o de las condiciones ambientales y agronómicas en la fase de cultivo.  Condiciones que incluyen aquellas relacionadas con la sanidad vegetal del cultivo, objeto de este artículo.

La soja es susceptible a verse atacada una amplia variedad de plagas: Meloidogyne enterolobii, Popillia japonica o Chloridea virescens, entre otras incluidas en la base de datos de la Organización Europea y Mediterránea de Protección Vegetal. Varias publicaciones destacan, entre todas, las especies del género Helicoverpa y Spodoptera o las chinches, que dañan las vainas y los granos de soja, produciendo efectos en su composición y valor nutricional.

Estos y otros efectos producidos por las plagas vegetales, pueden verse agravados por otros riesgos asociados: por ejemplo, la aparición de adaptaciones de insectos y malezas a las variedades de soja resistentes a determinadas plagas o que presentan tolerancia a ciertos herbicidas, respectivamente, o la aparición de posibles amenazas, como Resseliella maxima, según la categorización de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

Consecuentemente, considerando el papel determinante de la alimentación en la productividad del ganado y la gran dependencia de esta fuente de proteína por parte del sector de la alimentación animal a nivel mundial, podemos afirmar que todas las ganaderías que incluyan soja en la dieta de sus animales, se pueden ver afectadas por la acción de las plagas y los riesgos asociados a las mismas sobre este cultivo.

Afortunadamente, existen enemigos naturales para determinadas plagas, lo que supone una oportunidad para la aplicación del control biológico o la Gestión Integrada de Plagas (GIP). Sin olvidar la importancia de la prevención como elemento fundamental frente a la lucha contra estos organismos nocivos, mediante las prospecciones, los controles oficiales, etc.

Y en un cultivo con la relevancia de la soja con mayor motivo, dado el gran reto que suponen los flujos internacionales (tanto las importaciones y exportaciones como el intercambio de pasajeros) para el sector de la sanidad vegetal, en un contexto como el actual: climáticamente cambiante y con un sistema agroalimentario globalizado e interdependiente.

 

 

 

 

 

Carmen Morera Martínez
Cuerpo de ingenieros Agrónomos del Estado

 

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