El vía crucis mediático de la agricultura y de la ganadería industriales
En esto últimos tiempos se han agudizado muy significativamente, especialmente en el I Mundo y, sobre todo, en la Unión Europea (U.E. – 27), las campañas mediáticas contra la agricultura intensiva y, sobre todo, contra la popularmente conocida como “ganadería industrial”.
Se las acusa de ser las “generadoras principales del cambio climático”, sometiéndolas, por esta causa, a un severo vía crucis mediático.
Pero lo cierto es que el sector agrario productivo (es decir, los sectores agrario y pecuario donde la tecnificación y la intensificación productivas ocupan un lugar destacado) emite en el Mundo (y cito los datos proporcionados por el grupo de expertos de ONU) sólo del orden del 22 por 100 del total de los gases contaminantes generados anualmente, comprendiendo a los gases efecto invernadero (GEI).
Con estos datos en la mano, parece evidente que la base real del problema, que tiene como consecuencia directa el cambio climático, no es el sector agrario productivo, sino que, como lo vengo manifestando reiteradamente desde hace más de 30 años y como ahora, afortunadamente, lo ha venido a corroborar públicamente la conocida etóloga inglesa, doña Jane Goodall, en el Foro Económico Mundial, al afirmar que: “habría menos problemas en el Mundo si hubiera 7.500 millones menos de humanos; es decir, si ahora hubiera la población en la Tierra de hace 500 años” (aunque después no dudó en afirmar que “debemos terminar con la agricultura y con la ganadería industriales”).
Y aquí está el quid de la cuestión; la raíz del problema está, nos guste o no; lo aceptemos o no, en la evolución cuantitativa y consumista de la especie humana que, dicho sea de paso, es la especie más depredadora y destructora, de todas las que existen, en la actualidad, en el planeta Tierra.
A partir de aquí y como premisa fundamental, para evitar las migraciones masivas (que hasta la fecha ya han afectado, a lo largo de la historia, a más de 600 millones de personas en el Mundo) y mitigar las crecientes tensiones poblacionales, acuciadas por el hambre, hay que buscar y encontrar, claro es, la manera de poder alimentar de manera mínimamente correcta a la gran inmensa mayoría de la población humana.
Una población humana que, según la Organización de Naciones Unidas, alcanzó los 8.000 millones de personas en noviembre del pasado año 2022, y que, de seguir las actuales tendencias (básicamente de natalidad neta desordenada + aumento de la esperanza media de vida) es muy probable que, en el año 2050, se superen con holgura los 10.000 millones de habitantes.
Y téngase aquí en cuenta que actualmente, año 2023, cito a UNICEF y a la propia FAO, hay en el Mundo del orden de 850 millones de personas que sufren realmente hambre (más del 10 por 100 de la población mundial); unos 925 millones (11,7 por 100 de la población mundial) sufren regularmente niveles realmente graves de inseguridad alimentaria; 2.300 millones (casi el 29 por 100) que sufren inseguridad alimentaria moderada y del orden de 3.100 millones de personas no pudieron acceder o mantener, una dieta saludable en el año 2022 (bien es verdad que, paralelamente, hay del orden de unos 900 millones de personas en el Mundo con sobrepeso).
Ante esta realidad ya me dirán ustedes cómo se va a conseguir mejorar significativamente la más que problemática situación actual del binomio “carencias alimentarias – población humana creciente”, si finalmente eliminamos o, al menos reducimos drásticamente, como proponen la señora Goodall y muchos otros “sabios y eruditos” y, por supuesto, muchas organizaciones ecologistas y las grandes agencias de salud pública, a la agricultura y a la ganadería industriales y, paralelamente, aparcamos o minimizamos, la aplicación de los avances generados y a generar, por la ingeniería genética (eliminando, consecuentemente, lo que popularmente se conoce como semillas y como animales manipulados).
Las respuestas actuales a la cuestión formulada, promocionadas por grandes fortunas a nivel mundial, bajo el lema de “combatir adecuadamente el cambio climático”, ya las conocemos todos: desarrollo masivo de bebidas vegetales; de alimentos plant – based; de carne, de pescado, de marisco, y de huevos, cultivados, acompañando a una general reducción drástica del consumo de productos pecuarios naturales: leche, carne, pescado de piscifactorías industriales, huevos…y de los productos agrícolas procedentes de la agricultura industrial.
Reflexionando con una proyección a medio plazo, acerca la situación que se está generando me lleva a compararla, desde la perspectiva del sector agrario industrial, a un Don Quijote frente a unos molinos de viento.
Concluyendo, aunque yo ya no lo veré, para mí está muy claro, parodiando la frase que pronunció don Alfonso Guerra, allá por el año 1982, que “en unos pocos, muy pocos, quinquenios al sector de la alimentación humana no le va a conocer ni la madre que lo parió”.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito
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