El Sorgo: producción animal y sanidad vegetal

El año 2023 ha sido declarado por las Naciones Unidas el “Año Internacional de los Mijos“.  La finalidad de esta declaración es la de lograr incrementar los esfuerzos en la producción de estos cereales, en razón de sus propiedades nutricionales y su resiliencia frente al cambio climático.

¿Qué mejor ocasión para hablar del sorgo o “gran mijo” (Sorghum bicolor) y de los posibles efectos de las plagas y enfermedades de este cultivo en relación con la alimentación del ganado?

Según destaca la Fundación Española para el Desarrollo de la Alimentación Animal (FEDNA), el sorgo es el cuarto grano de cereal más utilizado en la producción de piensos en España.

Esta privilegiada posición se debe a la composición de su grano que es rico en proteínas y almidón. Paralelamente, debe tenerse en cuenta su potencial contenido en ciertas sustancias que reducen la digestibilidad de algunos nutrientes, como, por ejemplo, los aminoácidos en el caso de los taninos concentrados (FEDNA).

Al margen de estos factores endógenos, considerados antinutricionales, que varían según la variedad y/o con el procesado, existen otros factores “exógenos” que también pueden influir en el valor nutricional del sorgo: este es el caso de las plagas vegetales.

El sorgo presenta resistencia a hongos y micotoxinas, según el Consejo de Cereales de Estados Unidos (USGC, por sus siglas en inglés), aunque esto no le exime de ser susceptible a múltiples plagas. Elasmopalpus lignosellus o “barrenador menor del tallo”, Meloidogyne naasi o Chilo partellus, son algunas de ellas, según la Organización Europea y Mediterránea de Protección Fitosanitaria (OEPP), entre otras fuentes.

También lo son Spodoptera frugiperda y Helicoverpa Zea, plagas cuarentenarias de la Unión para las que el sorgo (como el maíz) es hospedador principal (OEPP). Tal y como indica la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) en su categorización, S. frugiperda produce pérdidas de rendimiento significativas medidas por el peso del grano, mientras las larvas de H.zea suelen encontrarse en estructuras como flores, brotes y frutos, produciendo lesiones que suponen una vía para la colonización fúngica…

Estos efectos de las plagas sobre la panoja y demás estructuras del sorgo, al alterar directa o indirectamente la composición del grano, afectan a su valor nutricional. Sin olvidar otras consecuencias (económicas, ambientales y sociales) asociadas a la acción de estos organismos nocivos: pérdidas de cosecha, desperdicio alimentario, afección a la salud animal, etc.

Consecuentemente, las plagas vegetales y sus efectos en el sorgo también afectarán, nutricional y económicamente, a las ganaderías que incluyan a este mijo en la alimentación de sus animales, al ser la alimentación uno de los factores determinantes de la productividad del ganado y uno de los principales costes de las ganaderías.

Por todo ello, la prevención frente a estas plagas, mediante la inspección en frontera, las prospecciones, el control de equipajes de pasajeros, así como la concienciación de la ciudadanía, entre otros instrumentos, es fundamental para evitar su entrada y establecimiento en el territorio. Como lo es para su control, el disponer de recursos y medios de defensa fitosanitaria, como las variedades resistentes a malas hierbas, a hongos, la Gestión Integrada, etc.

El año de la Sanidad Vegetal (declarado en 2020 por NNUU) pasó, lamentablemente, prácticamente “desapercibido” por la terrible pandemia de la COVID – 19.

Por esta razón propongo que, aprovechemos la oportunidad que nos brinda este año 2023, para impulsar la producción y la utilización del sorgo y de los demás mijos, así como avanzar en su protección frente a las plagas vegetales.

Este es el camino a seguir con el fin de poder asegurar la disponibilidad de alimentos sanos y nutritivos para nuestros animales…y para la población.

 

 

 

 

Carmen Morera Martínez
Cuerpo de Ingenieros Agrónomos del Estado
Inspectora de Sanidad Vegetal en el P.C.F de Bilbao

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