El decálogo perfecto y el cinismo real de la industria láctea española
Nos permitimos reproducir en el ÁGORA TRIBUNA del presente número del Boletín de ÁGORA TOP GAN el artículo editorial publicado en el Boletín Informativo de AGAPROL – OPL correspondiente al pasado día 11 de mayo.
Dice así: las industrias lácteas de este país han elaborado uno de los decálogos, sobre el futuro del sector, más acertados que se pudiera imaginar.
No es una ironía, cada una de las cosas que refieren en el último comunicado de la Federación Nacional de Industrias Lácteas las podría suscribir sin despeinarse cualquier ganadero de este país.
Lo dramático viene cuando te das cuenta de que quienes promueven este decálogo hacen justo lo contrario a lo que predican. Garantizar la rentabilidad, sostenibilidad y viabilidad de cada uno de los eslabones de la cadena es algo a lo que nadie debiera renunciar y que la Ley manda pero que suena a broma cuando, una vez más, los precios impuestos en los contratos lácteos no cubren los costes de producción en las explotaciones.
Pedir unos precios justos a las administraciones suena a broma de mal gusto cuando los inspectores de esas industrias salen al campo a imponer un precio cerrado que sólo sirve para cuadrar las cuentas de la multinacional que lo ha decidido en un despacho a miles de kilómetros de la vaca más cercana.
Garantizar el relevo generacional y la fijación de la población en el medio rural parece desde hace unos años un mantra al que recurren sistemáticamente cuantos quieren ganar puntos confeccionando frases bonitas. Lo dramático vuelve a ser que las industrias que lo sitúan en su decálogo de peticiones a los reyes magos son incapaces de entender que siendo difícil que el hijo de cualquier ganadero quiera continuar con el sacrificado esfuerzo de sus padres lo haga, además, para perder dinero.
Tampoco parece extraño que las industrias citen la necesidad de vender las bondades del consumo de productos lácteos. Lo paradójico, de nuevo, sale cuando ves que las mismas empresas que dicen eso dedican ingentes cantidades de dinero a investigar y producir bebidas vegetales con las que pretenden sustituir a la leche e, incluso, gastan dinero en comprobar cómo pueden fabricar leche sin vacas.
En definitiva, el decálogo de la Fenil es una buena y cierta muestra de lo que debiera hacerse para salvar al sector del vacuno de leche.
Otra cosa bien distinta es saber cómo han juntado el cinismo suficiente como para escribirlo y firmarlo y presentarlo en público mientras hacen justo lo contrario con los ganaderos que les proveen de leche.
Está claro que una campaña publicitaria lo soporta todo pero hay veces que por dignidad y respeto algunas cosas no debieran decirse por muy bonitas que pueda parecer que suenan.
Desde el boletín de Ágora Top Gan queremos mostrar nuestra total conformidad con esta editorial e instamos, una vez más, a las Administraciones que hagan cumplir, sin que les tiemble el pulso, la Ley de la Cadena.
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