El cielo nos libre, en la U.E., de algunos «expertos»
La palabra experto procede del latín expertus, experimentado. Un EXPERTO (al cual también se le suele denominar, en algunos medios, perito), “no nace”, “se hace” y llegar a serlo requiere una cantidad notable de tiempo, de estudio, de esfuerzo y de dedicación.
Un EXPERTO es una persona públicamente reconocida como una fuente fiable y confiable en una materia, en una técnica o en una habilidad. Este status le confiere, llegado el caso, la potestad de decidir y/o der juzgar de una manera inteligente, correcta y justa.
Un EXPERTO, en razón del hecho de serlo, tiene un reconocimiento profesional y una autoridad, entre sus pares y también entre el público en general, siempre, naturalmente, en el ámbito de la materia específica en la que lo es.
Lamentablemente, en la Unión Europea (U.E. – 27), sobre todo, algunos medios sociales de comunicación de masas amarillentos, suelen ser muy propensos a calificar erróneamente de expertos o de “voces expertas”, especialmente en el ámbito del “mundo agrario”, a ciertas personas que distan mucho de serlo,
Se trata de personas que medran desarrollando su actividad remunerada en el mundo académico, en el de la comunicación, en organizaciones del sector (agrarias, ecologistas, proteccionistas, etc.). Como justificación de la mencionada actividad, las mencionadas personas están sumamente interesadas en tener un protagonismo social, en el ámbito del mencionado mundo agrario.
Las mismas suelen arrogarse en sus múltiples y reiteradas manifestaciones, tanto orales como escritas, una autoridad técnica, científica y/o moral de la que, sin lugar a dudas, carecen; como dice aquel viejo adagio: “la ignorancia es sumamente atrevida”.
Pero “la lluvia fina acaba calando”; recordemos aquí la frase atribuida a Joseph Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Por ello y desgraciadamente, el efecto que generan estas manifestaciones en nuestra sociedad civil, especialmente la urbanita, cada día más alejada (física, mental y emocionalmente) del medio rural y, por lo tanto, más desconocedora de la realidad del mismo (aunque sea el generador de un porcentaje muy elevado de los alimentos que consume) es negativo y devastador: la mencionada sociedad civil se vuelve en contra del mundo rural: de los agricultores, de los ganaderos, de los pescadores y de sus actividades profesionales y lo manifiesta con reiteración.
Paralelamente una mayoría de nuestra clase política que, en un porcentaje muy significativo, forma parte de la mencionada sociedad civil urbanita atiende a estas manifestaciones.
En razón de ello promueven un serie de leyes, órdenes y/o disposiciones de naturaleza política, claramente en desacuerdo con la lógica técnica, perjudicando directamente a las actividades de los profesionales del medio rural (sirvan de ejemplo en España la orden ministerial por la que el lobo (Canis lupus) dejó de ser especie cinegética o la voluntad política de limitar por decreto el tamaño de las granjas).
Pero claro, “tanto va el cántaro a la fuente, que acaba rompiéndose” y así en el mar de nuestra sociedad, la europea y, en ella, la española, empieza a emerger, con fuerza, la parte superior del inmenso iceberg de nuestro cabreo, de nuestra indignación, de nuestro monumental hartazgo.
Y así, por ejemplo, en los Países Bajos, el Movimiento de los ciudadanos – campesinos (BBB) arrasó, a finales de marzo, en sus elecciones provinciales y aquí, en España, SOS Rural, una organización de nuevo cuño que agrupa a más de 500 asociaciones del sector primario ya ha anunciado una importante manifestación que tendrá lugar en los días de San Isidro Labrador bajo el lema “Descubre y protege tu tierra” con el fin de poner de manifiesto de forma contundente y publica, el tremendo descontento y la gran frustración del Mundo Rural (con mayúsculas).
No sé hasta dónde se logrará desplazar el mencionado iceberg y cuánto va a emerger en nuestra sociedad civil, pero si tengo claro que puede llegar a generar (y lo expreso con el máximo cuidado) un tsunami cuyas consecuencias, económicas, sociales y políticas, en el día de hoy, no veo a nadie capaz de cuantificarlas.
Entiendo que, a corto – medio plazo, es muy posible, que a la futura realidad española le pueda venir “como anillo al dedo” el título de la obra teatral de don Víctor Sánchez: “no la va a conocer ni la madre que la parió”.
En cualquier caso, damas y caballeros (y no solo de España y/o del resto de la Unión Europea): “abróchense los cinturones, hemos entrado en una profunda zona de tormentas”.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito
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