El maíz, la alimentación animal y sus plagas vegetales

El maíz es clave para la seguridad alimentaria mundial. Según los datos del Consejo Internacional de Cereales (CIC), es el cereal más producido en el mundo y su consumo, por parte del sector de la alimentación animal, supone más del 50 por 100 del total mundial.

Un consumo que, según la Fundación Española para el Desarrollo de la Alimentación Animal (FEDNA), se debe a su valor nutricional, en el que destaca su elevado valor energético, por su alto contenido en almidón y grasa. Este valor nutricional varía según el producto (grano, gluten feed, harinillas, ensilado…) y los múltiples factores (abióticos y bióticos) que intervienen en la producción del maíz destinado a la alimentación animal «desde el campo hasta el comedero».

De entre todos ellos, el presente artículo se va a centrar en los relacionados con las plagas vegetales del maíz, con una doble intención: primero “visibilizar” uno de los retos actuales más importantes para el sistema agroalimentario y segundo «cerrar el círculo«, conectando, desde un punto de vista agronómico, dos sectores clave como son el de la producción animal y la sanidad vegetal.

Determinadas plagas del maíz, según varias publicaciones del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación (MAPA) y de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), afectan al desarrollo de la planta (por pérdidas de superficie foliar, encamado…) o a la cantidad y calidad del grano, entre otros daños. Así, por ejemplo, las especies del genero Helicoverpa o Sesamia nonagrioides reducen el peso de las mazorcas y del grano, mientras diversas podredumbres (como Fusarium sp. o Aspergillus sp.) producen micotoxinas perjudiciales para el ganado porcino y otros animales.

Es decir, el maíz (su composición y su valor como alimento) se ve perjudicado por la acción de estos organismos nocivos y por los problemas asociados a los mismos: como son, por ejemplo, el riesgo de generación de resistencias a las sustancias activas por parte de las plagas vegetales; la llegada de plagas cuarentenarias a un territorio y/o su posible adaptación al mismo…

De acuerdo a la “Guía de Gestión Integrada de Plagas para el cultivo del maíz” del MAPA, existen medidas de prevención y control como el uso de medios biológicos (frente a Agriotes sp., Agriotis sp…) o biotecnológicos (como las variedades de maíz “bt” resistentes a los taladros).

Por otra parte, mediante el procesado del maíz se pueden corregir o compensar algunas de las deficiencias nutricionales producidas por ciertas plagas sobre la materia prima. Sin embargo, la mayoría de las micotoxinas son químicamente estables y persisten tras el procesamiento de los alimentos, y consecuentemente, también del maiz (Organización Mundial de la Salud).

Consecuentemente: todas las explotaciones ganaderas que incluyan maíz en la dieta de sus animales, de un modo u otro, se pueden ver afectadas por estos problemas relacionados con la sanidad vegetal, cuando la alimentación es uno de los factores determinantes de la productividad del ganado.

Por ello, y para garantizar la disponibilidad de alimentos sanos y nutritivos para los animales (y la población), debemos esforzarnos en combatir las plagas vegetales y sus problemas asociados a todos los niveles. Especialmente en el caso del maíz, dado su papel en el sistema agroalimentario global.

Un reto presente y futuro, frente al cual la regulación y los recursos disponibles en materia de “prevención, erradicación y control”, los medios de defensa fitosanitaria, las nuevas técnicas de mejora vegetal o los controles oficiales, junto a la investigación (pública y privada), son y serán instrumentos determinantes para alcanzar el éxito.

 

 

 

 

 

Carmen Morera Martínez
Cuerpo de Ingenieros Agrónomos del Estado
Inspectora de Sanidad Vegetal en el P.C.F de Bilbao

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *