¿Son únicamente las emisiones de metano de los animales rumiantes las responsables del cambio climático en nuestra sociedad? (I)

 

En la prensa diaria podemos encontrar cabeceras de periódicos con frases como la siguiente:

¡Necesitamos comer menos carne de vacuno para salvar el planeta, las vacas están contaminando el aire con sus eructos ricos en metano, bebiendo toda nuestra agua, se están comiendo toda nuestra comida e invadiendo toda nuestra tierra que podríamos estar utilizando para cultivar y producir comida para la especie humana!

Por supuesto, la producción ganadera tiene un impacto ambiental como todas las actividades humanas; ya sea el transporte, la industria o la obtención de energía. El problema es que a la ganadería se le acusa de emitir gases de efecto invernadero, agotar los recursos de la tierra y también el agua.

Es decir, una vaca produce metano que es un gas de efecto invernadero. Dicho así, parece terrible y que pronto moriremos todos.

Pero esa producción de metano indica que el animal ha consumido hierba, material rico en carbohidratos fibrosos que no digerimos el tracto digestivo humano, así, come alimento que no compite con la nutrición de los humanos.

Al consumir esa hierba indica que el animal está ejerciendo una actividad pastoril, buscando los mejores brotes para comer y realizando actividad física y, sin darnos cuenta y sin contratar unas cuadrillas de operarios de limpieza y desbroce forestal, el terreno queda limpio y saneado para la prevención de posibles incendios forestales.

El consumo de hierba no aprovechado por el aparato digestivo del animal rumiante produce heces y orina que sirven para fertilizar el suelo.  Y la parte de hierba aprovechada (degradada y digerida por el animal), que recordamos que es indigestible en la dieta humana, se transforma en productos de un alto valor nutritivo como son leche y carne principalmente, permitiendo a las familias vivir de esta actividad pecuaria (evitamos éxodo rural).

Estas familias pueden crear una industria de trasformación local y vender leche, yogures, kéfir, carne, etc., que serían productos Km0 y que apoyarían las propuestas de la Unión Europea sobre desarrollo sostenible y economía circular. Pero veamos todos estos impactos ambientales sobre el aire, agua, comida y tierra con un poco más de detalle.

Por otra parte, el metano que emiten las vacas y otros animales herbívoros hacia la atmosfera, vía eructo, se debe a la fermentación entérica de los alimentos. Es parte de un ciclo natural y es muy diferente del dióxido de carbono que sale de los automóviles o aviones (que provienen de combustibles fósiles).

El metano emitido por los animales rumiantes es parte del ciclo biogénico del carbono, el cual ha existido desde que se originó la vida en nuestro planeta (Liu et al., 2021). Por tanto, el carbono biogénico es diferente porque entra a través de un ciclo (se genera y se destruye), frente al carbono fósil el cual ingresa por una vía de un solo sentido; desde abajo hacia el aire (se acumula); el dióxido de carbono emitido hoy se adiciona al emitido ayer, el cual a su vez se suma al producido anteayer, y así sucesivamente.

Es decir, cada vez que conducimos un automóvil o viajamos en avión no reciclamos carbono, es emisión de dióxido de carbono acumulativa en la atmósfera día a día y viaje a viaje en un solo sentido.

Pero no hay que olvidar que, hablando de metano, muchas actividades emiten metano. Una gran fuente de metano es la descomposición de la materia orgánica en los vertederos. ¿Qué hay en los vertederos? Comida desperdiciada. Un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo acaba desperdiciándose, aun sabiendo que hay muchos países que pasan hambre. La FAO (2020) dice que “Si el despilfarro de alimentos fuera un país, sería el tercer país más grande del mundo”.

La comida se desperdicia por diferentes razones. En los EEUU el 40 por 100 de toda la comida no se consume (EPA, 2020). La carne y los productos lácteos representan el 14 por 100 de nuestros residuos alimentarios, y un 4 por 100 es el pescado.

Pero los alimentos que no son de origen animal constituyeron la mayor parte del desperdicio de alimentos. Las frutas y verduras representan el 42 por 100; los cereales, incluidos el pan y el arroz, el 22 por 100 y las raíces y tubérculos, como las patatas, el 18 por 100 de nuestros residuos alimentarios, lo que significa que los alimentos no animales constituyen el 82 por 100 de nuestros residuos alimentarios.

Si paramos un instante….y echamos un vistazo a nuestro contenedor de residuos orgánicos en casa, veremos que las estadísticas se aproximan.

 

 

 

 

 

Carlos Javier Fernández Martçonez
Catedrático de Universidad
Universitat Politècnica de Valencia (España)

 

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