Las macrogranjas o cuando los intereses políticos y la ignorancia se imponen al poder de los datos y la sensatez

Dice un viejo adagio español “los ignorantes afirman, las personas formadas dudan”. No estoy muy seguro de ser, a estas alturas de mi vida, una persona formada, pero lo que sí tengo claro es que, en mi vida profesional y en no pocas oportunidades, dudo.

Lamentablemente no parece ser el caso en nuestro Gobierno, que ha vetado sin dudar, en esta oportunidad las mal llamadas “macrogranjas” para el sector del vacuno de leche. Termino el de “macrogranjas” que, en los últimos tiempos, está cuasi permanentemente en boca de bastantes personas que viven de la política (entendiendo que “vivir de la política” no es en absoluto lo mismo que ser un político).

Digo mal llamadas “macrogranjas” porque, en primer lugar y que yo sepa, esta palabra no existe actualmente en el Diccionario de la Lengua española (DLE), que es nuestro diccionario del idioma español, editado y elaborado por la Real Academia Española (y que tiene más de 100 millones de consultas mensuales en línea); en segundo lugar, porque, desde una proyección y visión zootécnicas de la producción ganadera, la macrogranja no está definida., entre otras razones porque, desde la doble perspectiva racional y técnica, no se puede definir (y es, precisamente por esta razón, que no se ha definido, claro está).

Quiero suponer (y ya sé que es mucho suponer) que cuando los desconocedores o poco conocedores de la Producción Animal (con mayúsculas) hablan despectivamente de macrogranjas (porque todo lo que se ignora, se desprecia) se están refiriendo  (en razón del prefijo macro) a granjas de elevadas dimensiones.

Para estas personas, las mencionadas macrogranjas, únicamente en razón de su dimensión, generan siempre, absolutamente siempre, obligatoria e ineludiblemente, graves problemas de todo tipo, empezando por problemas sociales, de bienestar animal, de contaminación, etc. etc. Y al estar ellas inmersas en el “pantano de los ignorantes” cometen en sus actuaciones y afirmaciones, errores garrafales “confundiendo la gimnasia con la magnesia”  (porque la ignorancia es, generalmente, muy atrevida).

Lo que entiendo se debería considerar siempre, como factor limitante de existencia de las granjas no es la dimensión, sino la carencia en ellas de una SOSTENIBILIDAD INTEGRAL REAL.

Por esta razón y desde mi punto de vista, lo que no debería permitirse nunca, con independencia de su tamaño, son aquellas granjas que, a través de su modelo productivo y características, no garantizasen técnica y permanentemente, unos adecuados niveles en los ámbitos del bienestar animal, medioambiental, social y económico.

Y así resulta que, en ocasiones, tanto en la Península Ibérica como en LATAM, nos encontramos con granjas medianas e, incluso pequeñas, como es bien sabido por los expertos reales, que tienen unas características concretas y unos modelos de producción bastante poco o muy poco sostenibles. Éstas, precisamente estas granjas y no otras, son las que habría que reconducir urgentemente hacía la sostenibilidad integral y, si por las causas que fueren, ello no resultase posible, se las debería retirar la licencia de actividad (suponiendo que la tuvieren, claro).

Por el contrario, tenemos granjas de elevadas dimensiones que aplican perfectamente las mejores técnicas disponibles (MTD´s) y que son totalmente sostenibles (así, por ejemplo, dan fe de ello los Premios de Excelencia que otorga la Feria Internacional de la Ganadería, FIGAN).

Lamentablemente en esta oportunidad y una vez más, no ha sido el criterio técnico de la sostenibilidad integral el que ha regido, sino el de la dimensión y así, la nueva normativa establece que las granjas detentoras de vacas de aptitud preferente leche no podrán tener más de 725 cabezas (curiosa cifra, por cierto; lo lógico, a efectos de diseño constructivo y de logística, hubiera sido una cifra par).

Obviamente, la nueva normativa bloquea automáticamente el desarrollo del proyecto de la granja de Noviercas, lo que ha generado una profunda satisfacción en los de siempre.

Me preguntaba, al escribir la presente nota, si la comentada decisión no tendrá algo que ver con el hecho de que, en España, estamos inmersos en un año electoral. Pero, por otra parte y paralelamente, me acordaba de aquel filósofo griego de la Escuela Socrática que pregonaba: “nada es más peligroso que la ignorancia sincera y la irracionalidad concienzuda”.

En fin, como se van sembrando vientos…recogeremos, sin duda alguna, tempestades.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito

 

 

 

 

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