La utopía de pretender poner puertas a la ciencia
Mucho antes de lo que estaba previsto hace 25 años, la humanidad, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha alcanzado la impresionante cifra de los 8.000 millones de personas.
Este crecimiento, totalmente sin precedentes, se debe, entre otras cuestiones, al aumento gradual de la esperanza de vida, como consecuencia directa de los avances en medicina, en nutrición, en salud pública, etc.
Este aumento de población está originando, sin lugar a dudas, un aumento significativo en la demanda de alimentos y también en el tipo de alimentos, fruto de una mayor demanda global de proteínas. Esta mayor demanda se sustentará, en una parte importante, en las proteínas de origen animal.
Teniendo en cuenta todo Lo hasta aquí referenciado, exponía hace un par de días, en una ponencia que desarrollé en el seno del primer congreso de EXPOAVISA, que tuvo lugar en MARACAY, Venezuela y también en alguna de las conferencias que dicté en aquel país, que es realmente utópico querer poner puertas, sean de la índole que sean estas puertas, a los avances que genera la ciencia y, paralelamente, a la aplicación tecnológica de estos avances a nuestra realidad cotidiana.
Y ello se hace mucho más evidente cuando la actividad científica y el desarrollo tecnológico, en el ámbito de los nuevos alimentos, se ven “regados” por abundantes recursos económicos en razón del importante volumen de negocio que se vislumbra en un futuro relativamente cercano
Vienen a colación estos párrafos precedentes porque, en el mencionado Congreso (y también en alguna de las conferencias dictadas), aseveré que, desde mi punto de vista, en un futuro a corto – medio plazo (no más de 5 – 7 años), la proteína animal procedente de procesos industriales, generados originariamente a partir de la réplica dirigida y acelerada, de células madre (la popularmente llamada carne cultivada o la leche sintética), será una realidad constatable, en el marco de la alimentación humana (como los son ya actualmente los alimentos plant based y lo serán a corto plazo, por ejemplo, los alimentos para los humanos basados en los insectos).
Así, asistimos, en este contexto a una presencia cada vez mayor, en la realidad cotidiana, de la “producción agraria celular” y de la “fermentación de precisión” como modelos productivos que, en principio, se supone que son y serán, más eficientes, eficaces y sostenibles.
Estas tecnologías, que van a complementar, cada vez de forma más importante, entre otras, a la industria láctea tradicional, son ya una realidad y así nos podemos encontrar con una leche y con unos productos lácteos, cuya creación se han basado en la biotecnología y en la fermentación bacteriana.
A veces no nos damos cuenta o no nos queremos dar cuenta, de que las generaciones, que hoy conforman la primera y la segunda edad, se encontrarán, sí o sí, con estos productos en sus vidas y para ellos será absolutamente natural, que formen parte de las mismas como lo es hoy, por ejemplo, el teléfono móvil para nuestros hijos y ya no digamos para nuestros nietos.
En este entorno no debe sorprendernos en absoluto dado que es totalmente lógico desde una perspectiva empresarial, que, por ejemplo, algunas empresas líderes en la producción de alimentos pecuarios, que me permito aquí llamar tradicionales o naturales (léase: leche, carne y huevos), no tengan reparo alguno en apostar por estos nuevos productos (ya sean en base a proteína animal y/o en base a pseudo – imitadores de la misma como son los mencionados productos plant based).
Estamos, nos guste o no, a las puertas de una “nueva era” en lo que atañe a la alimentación humana y es que, como dice el título de la presente nota, es utópico, absolutamente utópico, pretender poner puertas al desarrollo cuando éste está fundamentado en el quehacer científico.
Y no olvidemos nunca y los referencio para las mentes más conservadoras, que la ciencia no hace juicios morales ni estéticos y tampoco nos indica cómo utilizar el conocimiento científico, que queda al libre albedrio de la humanidad.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
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