La compleja senda por la que transita actualmente nuestra ganadería
La semana pasada diserté sobre este tema de carácter general desde la perspectiva del sector primario. Cierto es, que lo centré, en razón del tiempo de que dispuse, en la realidad pecuaria española actual, pero creo que, con las oportunas matizaciones, esta temática se puede hacer perfectamente extensible a muchas otras regiones del Mundo, incluyendo algunas de Latinoamérica.
Centrando el tema: España, cuyos hábitos alimenticios han cambiado de forma sustancial a raíz de la pandemia generada por la COVID – 19, tiene actualmente del orden de unos 47,5 millones de habitantes de los cuales 5,5 millones son extranjeros y de ellos unos 2,5 millones profesan la religión musulmana. Mayores de 18 años son casi 32 millones.
En este año 2022 la renta anual neta per cápita (que define el poder adquisitivo real), corregida con la importante inflación que estamos sufriendo (que en diciembre será posiblemente de dos dígitos) se está situando alrededor de los 10.350 euros (que vuelve a ser muy parecida a la que teníamos en el año 2015).
Ello significa, lógicamente, que nuestra capacidad adquisitiva neta se resiente significativamente afectando directa y negativamente a la demanda de un número importante de productos ganaderos sujetos a su vez a elevados precios de venta en razón de los sobrecostes productivos generados por el elevado incremento de los costes de insumos claves como son la alimentación, la energía, el gasóleo o la propia mano de obra).
En este contexto de la afección de la demanda debe señalarse que el denominado, en el ámbito de la Unión Europea, “riesgo de pobreza” se sitúa en España en el 28 por 100; es decir unos 12,5 millones de personas y, en situación de “carencia material severa”, está, aproximadamente, el 8,3 por 100 de nuestros conciudadanos; es decir, unos 4 millones de personas.
Los datos expuestos ya nos pueden dar una primera idea de cómo está conformado, a grandes rasgos, el “mercado de la demanda en España”. Pero, para concretar un poco más hay que significar que en nuestro país tenemos, en el universo de discurso de las personas mayores de 18 años, del orden de unos 300.000 veganos, cerca de 1,2 millones de vegetarianos, unos 6 millones de flexitarianos y unos 23,5 omnívoros.
A todo lo hasta aquí referenciado hay que añadir la presión que ejercen, fundamentalmente a través de las redes sociales y de los medios de comunicación, los animalistas, los proteccionistas y los ecologistas a lo que debe sumarse el hecho de que nuestro Gobierno Central actual es muy poco defensor de la producción animal (recordemos, simplemente a título de ejemplo, algunas de las declaraciones efectuadas desde el Ministerio der Sanidad y Consumo y/o las ultimas afirmaciones realizadas desde la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria) calificando a la carne roja procesada como cancerígena).
Téngase presente también la problemática que generan en la senda por la que discurren nuestras ganaderías, especialmente las sujetas a modelos extensivos y/o semi – extensivos, la proliferación prácticamente descontrolada de ciertas especies silvestres (léase, a título de ejemplo, el lobo, el oso, los conejos y/o el buitre) y algunas especies invasivas como la avispa asiática (Vespa velutina), el cangrejo americano (Procambarus clarki) , el mosquito tigre (Aedes albopictus) y/o el visón americano (Mistela visón).
No podemos olvidar en este somero análisis de la mencionada senda los riesgos sanitarios (por ejemplo: la amenaza de la Peste Porcina Africana, PPA, la presenciada de la Influenza Aviar y/o del Serotipo 4 de la Lengua Azul) y la elevada complejidad del propio mercado en el que, a la par de los productos pecuarios por todos conocidos, están los alimentos tradicionales (según definición de la Unión Europea), los alimentos plant based, los nuevos alimentos (por ejemplo a base de insectos), los nuevos concentrados y/o los alimentos con base proteína animal, pero de origen industrial. Luego, es muy fácil entender que la rentabilidad de muchas de nuestras ganaderías está muy comprometida (o que, directamente, están sumidas en pérdidas como es el caso, por ejemplo, de la gran mayoría de las ganaderías de vacuno de aptitud leche lo que está originando su paulatina pero constante desaparición).
Y también es muy fácil comprender y asumir (por lo menos por los que estamos “a pie de obra” y no repantingados en los sillones de los despachos), lo que me decían unos ganaderos en Zafra, después de la conferencia que dicté en el marco de la Jornada Técnica del Ibérico organizada por AECERIBER: “tal y como estamos hoy es muy, muy difícil seguir siendo ganaderos y también es prácticamente imposible lograr un adecuado relevo generacional; los ganaderos empezamos a ser una especie en peligro real de extinción”.
Más claro, agua.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
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