Cuando el uso torticero del lenguaje perjudica a la ganadería y a sus producciones
Veamos, en primer lugar, la razón del título de mi nota de esta semana que, sin duda, habrá sorprendido a más de uno de los miles de recepcionarios del Boletín ÁGORA TOP GAN.
El término “torticero” tiene su origen en el vocablo latino tortus que significa torcido, tuerto y, en español, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua, significa injusto o que no se ajusta o arregla a las leyes y a la razón.
Tengo la impresión ¡atención LATAM y otras regiones del Mundo! que en la Unión Europea de este siglo XXI (U.E. – 27), hay una serie de empresas y de instituciones, convenientemente regadas de intereses espúreos, que, por acción u omisión, pretenden seguir confundiendo e idiotizando a los ciudadanos de la Unión Europea (U.E.) a marchas forzadas.
Ante esta situación no me queda más remedio que utilizar la expresión de: “utilización torticera del leguaje”, para referirme a la terminología, al léxico, que está utilizando la campaña que viene desarrollando la empresa “The Vegetarial Butcher” (el carnicero vegetariano) aunque tal vez sería más apropiado que la campaña se llamara, puestos a desvariar, “The vegan Butcher” (el carnicero vegano).
En la mencionada campaña se permiten hablar, por ejemplo, de la “pechuga de pollo vegana” lo que constituye, en mi opinión, no sólo, insisto, un uso torticero del leguaje, sino un atentado a la inteligencia.
Y lo más preocupante es que, ante la pasividad de las instituciones, en la mencionada campaña, no sólo se prostituyen los conceptos pecuarios (¿desde cuándo una pechuga de pollo o una hamburguesa de pollo, para poner dos ejemplos bien sencillos, pueden ser veganas?) sino que, además, pretende vender a una población urbanita cada vez más ignorante que “lo vegano” es nutricionalmente más sano que los productos pecuarios naturales ¡increíble, pero cierto!
Obviamente, toda esta supina tontería, por utilizar una expresión suave, no hace sino perjudicar muy directamente a la ganadería y a sus producciones y, ni los ganaderos, ni la ganadería, ni sus producciones, se lo merecen.
Y, al hilo de lo que estoy referenciando, me permito traer a colación lo que decía don Albert Einstein, 1879 – 1955, un físico alemán y un genio, que es considerado el científico más importante, conocido y popular del siglo XX: “hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana; y del Universo no estoy seguro”.
Viendo la deriva que está tomado toda esta temática de los alimentos, por lo menos en el seno de la Unión Europea, no queda más remedio, que tomarse muy en serio su afirmación.
Y como dice aquel viejo adagio “normalmente suele llover sobre mojado” y así, la Comisión Europea ha decidido registrar una Iniciativa Ciudadana Europea (ECI) titulada “Iniciativa Ciudadana Europea por una Comida Vegana”, sencillamente porque cumple las condiciones formales.
En esta iniciativa se solicita el desarrollo, en el seno de la U.E. – 27, de una ley que prevea explícitamente la obligatoriedad de disponibilidad de una “alternativa vegana” en todos los espacios, públicos y privados, donde haya venta de alimentos y de bebidas.
Según los promotores de la mencionada iniciativa se trata con ella “de defender la conciencia colectiva emergente de los derechos de los animales, de ayudar a aumentar el consumo de alimentos de origen vegetal, de abordar la crisis climática y de reducir el coste de los alimentos” (sic).
Ahora, una vez registrada la mencionada iniciativa, los organizadores, de acuerdo con la normativa que rige en el Unión Europea, disponen de un plazo de seis meses para iniciar el proceso de recogida de firmas.
Si, en el plazo de un año, consiguen recaudar un millón de declaraciones de apoyo, procedentes de al menos siete Estados Miembros (EE.MM.) diferentes, la Comisión Europea tendrá que decidir, argumentando adecuadamente, si tramita o no, la solicitud.
En definitiva y como conclusión a esta nota, en mi opinión don Albert Einstein tenía mucha razón.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
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