Una de cal y otra de arena (I)
No me queda mucho tiempo libre para repasar las noticias, pero reconozco que es necesario echarles un vistazo cada día. Esta pasada semana me saltaron a la cara dos, una de cal y otra de arena.
Empecemos por la buena. El resumen de noticias de un periódico digital colocaba, entre sus primeras noticias, una sobre resistencia a antimicrobianos (RAM) “El ganado contribuye menos de lo que se pensaba a propagar bacterias resistentes a humanos”. La verdad es que me encantó poder leer una frase tan contundente y positiva para la profesión veterinaria.
Dos estudios, aparentemente serios, concluían que: “el ganado contribuye poco a la adquisición de bacterias y/o genes de RAM por parte de los seres humanos”, y continuaba “la contribución de los animales de granja en la propagación de la RAM a los seres humanos es probablemente muy baja en comparación con las estimaciones iniciales, detallan en el estudio”.
Sobre este importante y distorsionado tema he discutido con toda clase de compañeros veterinarios, médicos y diferentes personas de diversos sectores.
Cuando los hospitales de medicina humana comenzaron a tener problemas serios de RAM (a mí me gusta más decir resistencia a fármacos), echaron balones fuera y demonizaron a los ganaderos y veterinarios de animales de abasto. Era lo fácil, cargar contra el que pensaban débil, en vez de agradecer que ganaderos y veterinarios, entre otros, contribuimos a la producción de alimentos de alta calidad bromatológica y sanitaria para una sociedad cada vez más exigente, más distante de los productores y desconocedora de ese “maná” que recolectan en los supermercados.
El verano pasado estuve destruyendo el material recopilado durante mis años de veterinario clínico de rumiantes, tanto los míos propios como los de mis colaboradores. Entre este montón de material, que se remontaba a los años ´80, destruí miles de informes sobre análisis coprológicos y antibiogramas. Sí, no exagero, miles de analíticas practicadas para trabajar honestamente, aunque esto no nos resultase rentable si lo comparábamos con aquellos que no lo hacían.
Reconozco que los animales de abasto han aportado su “granito de arena” al problema de las RAM, insisto, que a mí me gusta llamar simplemente resistencia a los fármacos y así entran los antiparasitarios.
He discutido con mis colegas que nunca hicieron un antibiograma y mataban las moscas a cañonazos, cobrando las balas de cañón, mientras yo cobraba el matamoscas y ganaba mucho menos trabajando honradamente. Esa práctica la utilizaron diferentes grupos veterinarios, ganaderos, cooperativas, fabricantes de piensos, etc. y usando y abusando de los fármacos sacaban los mismos resultados que trabajando bien y utilizando solamente los necesarios. Casi no necesitaban servicio veterinario y quedaban buenos márgenes comerciales de los fármacos.
Esto que debería haberse controlado ya, desde las últimas décadas del pasado siglo, no se hizo e, incluso, alguna Administración inducía al mal uso de los fármacos, al incluir en los programas sanitarios, la desparasitación dos veces al año, sin haber realizado previamente una coprología y sin saber si era necesario aplicar estos fármacos ni cuál de ellos o su dosis.
Quizás este “abuso” contribuyó un poco al problema, pero no era, ni mucho menos, proporcional a la acusación. El uso responsable puede influir en la aparición de resistencias, pero desde mi punto de vista es insignificante.
Luis Miguel Ferrer Mayayo
Profesor de la Universidad de Zaragoza
Diplomado, European College of Small Ruminant Health Management
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