La cartera de mi amigo Luis

Mi amigo Luis ha vuelto de vacaciones. Tras los dos años de pandemia pasando las vacaciones en casita y en el pueblo de su suegra, este año sí, ha echado la casa por la ventana y además de una semana en las islas en un hotel con todo incluido, principalmente para que los niños no den la lata, también ha sucumbido a una visita relámpago a un parque de atracciones donde, además de soportar unas interminables colas, te facturan hasta el respirar.

Pues bien, al retornar a casa, no había más remedio que pasar por el centro comercial de rigor para llenar la despensa y tras, comprar mochila nueva para el niño de los dibujos animados que le gustan ahora y una camiseta oficial del equipo de futbol que le gusta a la niña, se adentra en los pasillos y se escandaliza con lo caro que está todo.

Aparte de lo más socorrido, cagarse en los políticos, banqueros y grandes corporaciones, Luis, cuando entra en el pasillo de los lácteos, pasa olímpicamente de su hasta ahora marca de leche preferida y alarga el brazo, ese poderoso instrumento de hacer política agraria, para adquirir la leche más barata del establecimiento, la marca blanca del súper.

¡Es que no se puede! le responde a su mujer, extrañada por el cambio de marca de leche, olvidando que con gastos superfluos y por ello, fácilmente prescindibles, como la mochila de moda y la camiseta oficial, ha echado a perder su estrategia de ahorro que, paradójica y lamentablemente, la limita a sus gastos en alimentación mientras sus gastos en viajes, telefonía, ocio y plataformas televisivas campan a sus anchas, sin control alguno.

Mi amigo Luis, inventado, refleja a las claras lo que nos vienen diciendo los estudios de mercado que subrayan cómo los productos de marca de distribuidor, marca blanca en el lenguaje coloquial, van ganando cuota de mercado frente a los productos de marca de fabricante, tanto es así que si antes de la pandemia, según la consultora Nielsen, la marca blanca acaparaba el 39,2% de cuota de mercado, actualmente ha subido hasta el 43%  y en lo que llevamos de año, la marca blanca ha crecido un 11% en valor.

Las grandes cadenas de distribución lo saben y por ello, quizás por sugerencia de las altas instancias gubernamentales asustadas por las consecuencias electorales de la inflación, han iniciado una guerra de contención del PVP (precio de venta al público), aunque son conscientes que con su actitud asfixian y rematan al conjunto de la cadena alimentaria y, especialmente, al eslabón más vulnerable, al productor.

En este contexto, por tanto, ubico yo la guerra iniciada por la cadena de distribución MERCADONA, líder estatal a gran distancia de la segunda compañía, que ha anclado el PVP de su leche de marca blanca, Hacendado, en la franja más barata entre las principales cadenas de distribución, lo que ha soliviantado a los ganaderos que la proveen, puesto que son muy conscientes que el PVP condiciona, muy mucho, el precio que ellos perciben o, dicho de otra forma, con PVPs bajos, no hay oxigeno, no hay creación de valor añadido, para compartir y redistribuir entre los diferentes eslabones de la cadena láctea.

MERCADONA, al parecer, ha dado volantazo a su estrategia del último año para generar valor añadido al conjunto de la cadena láctea, lo que vengo llamando oxígeno para todos, que a la postre, no es nada más que la gente que vive y trabaja en los diferentes eslabones, desde el ganadero hasta el cisternista, el empleado de la industria y el de la distribución, todos, pero todos, cubran costes de producción y ganen algo de dinero para seguir sacando adelante sus familias y sus negocios.

Como decía, al parecer, MERCADONA ha decidido cambiar de estrategia de acompañar y coliderar el proceso de mejora de la cadena láctea y sin remordimiento alguno, utilizar la leche como ariete de su estrategia de marketing para ir ganando, todavía más, cuota de mercado a sus competidores.

Todo ello, aún a sabiendas, que la franja de precios PVP que existe en los lineales de los supermercados impide que, al menos los ganaderos, cubran sus costes de producción y con ello, dicho así de claro, se incumpla flagrantemente la ley de cadena alimentaria.

En estas estamos mientras mi otro amigo Luis, el ministro plano, sonriente él, sigue dando abrazos por doquier, afirmando en cada foro lo que quieren escuchar sus oyentes pero, lamentablemente, sin enfrentarse a este morlaco que tiene en frente, que no es otro que esas 5-6 cadenas que conforman un verdadero oligopolio de la distribución que tiene al sector productor, sea del subsector agrario o ganadero que quieran, agarrado de sus partes más nobles y permitiendo que el comercio agroalimentario se asiente en el más que innegable incumplimiento de su ley estrella.

Xabier Iraola Agirrezabala
Editor en Kanpolibrean

 

 

 

 

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