La reduflación cuantitativa y la OCU

Las reduflaciones, tanto la cuantitativa como la cualitativa, constituyen una realidad compleja, pero presente en muchos mercados y referida, en este caso concreto, a algunos productos de la cadena alimentaria.

Se trata de una cuestión que vengo exponiendo y denunciando, desde hace tiempo, en alguna de las clases que han conformado, durante 10 años, mi docencia en la asignatura de Calidad, Mercadotécnica y Mercadeo de los Productos Pecuarios, en el Máster de Producción y Sanidad Animal (Universidad Politécnica de Madrid – Universidad Complutense de Madrid, UPM – UCM).

Ahora, la OCU (la Organización de Consumidores y Usuarios) ha puesto este tema de la reduflación sobre la mesa al denunciar ante la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) esta práctica llevada a cabo en España por algunas empresas.

Esta denuncia implica, de momento, a seis empresas del sector alimentario por llevar a cabo una reduflación cuantitativa, que constituye una acción comercial que la OCU (en mi opinión, con razón) considera anticompetitiva.

La reduflación cuantitativa consiste en este caso, expuesto de una forma sencilla y desde una perspectiva general, en reducir la cantidad de producto que se ofrece a los clientes, en una presentación determinada, con el fin de mantener el precio.

Un ejemplo de esta reduflación cuantitativa lo pueden constituir los sobres con lonchas de queso; los mismos cada vez tienen menos lonchas, pero mantienen su precio; igual puede suceder con los sobres con lonchas de embutido (esto puede ser frecuente, por ejemplo, en los sobres que se ofertan a 1 euro y constituyen un “producto reclamo”).

La OCU asegura haber identificado una serie de casos de reduflación cuantitativa y que esta práctica afecta, en estos momentos, a un 7 por 100 de los productos que constituyen la denominada “cesta de la compra tipo” (en Administración Comercial y Economía se define a esta cesta como el  conjunto de bienes y servicios que representa el consumo normal de una familia media de un estrato determinado de la población y que sirve de base para elaborar números índices del coste de la vida).

Obviamente, esta práctica, éticamente y también comercialmente muy censurable, conduce a errores en la estimación real del Índice de Precios al Consumo (IPC) y, además, constituye una subida de precios encubierta. Bien es cierto que los productos afectados vienen bien etiquetados y con la información correcta, pero al consumidor no le es fácil detectar esta práctica porque no suele haber la transparencia necesaria, ni suele tener las bases de comparación.

Así, a un “consumidor tipo” lo es muy difícil percibir correctamente la subida de precio real acontecida cuando adquiere, por ejemplo, el mencionado sobre con lonchas de queso. El mismo mantiene el precio, 1 euro, pero su peso ha pasado de 70 gr (lo que suponía un coste global del producto de 14,28 €/kg) a 65 gr (con un coste actual de 15,38 €/Kg, lo que implica una subida del 7,7 por 100).

Hay que significar, como ya lo he mencionado, que también existe la reduflación cualitativa, que todavía es más complicada de detectar. La misma consiste en disminuir la calidad global del producto ofertado, pongamos por caso, en una bandeja. Se oferta, por ejemplo, una bandeja de filetes de pechuga de pollo finamente troceados, pero en la parte inferior, que no se ve claro está, se ubican algunos trozos, más o menos fileteados, de otras partes de la canal o los restos del propio fileteado de la pechuga.

Todas estas prácticas, a medio plazo, acaban siendo, en general, detectadas, en mayor o menor medida, por el consumidor (o por organizaciones tipo OCU) y terminan afectando negativamente sus hábitos de compra (ya de por sí bastante afectados por los efectos de la pandemia unidos a la realidad de la disminución de su poder adquisitivo).

En mi opinión, la reduflación, tanto la cuantitativa como la cualitativa, constituye un  claro ejemplo, para la empresa que lo realiza, de picaresca y también de lo que llamamos “el chocolate del loro” (expresión coloquial que se utiliza, en este caso, cuando se produce inicialmente un beneficio, que se puede considerar realmente insignificante en relación al perjuicio económico que se puede generar a medio plazo).

Lamentablemente, algunas empresas no lo ven así.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.

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