El Gobierno, Argelia y el sector agrario español

Con independencia de cómo termine  el desastre, político y económico, generado por nuestro Gobierno (directamente por el señor Presidente) con Argelia, la preocupación existente, en los ámbitos económicos y empresariales, de nuestro país, sigue siendo máxima (en su comunicado Argelia acusó a nuestro Gobierno de la violación de nuestras obligaciones jurídicas, morales y políticas. Se ha tratado de una respuesta de enorme virulencia que revela su elevadísimo grado de indignación).

Afortunadamente, por un parte, la presión ejercida por la Unión Europea está siendo capaz de empezar a reconducir, al menos parcialmente, la gran chapuza generada por un Gobierno, el español claro, que da más bandazos que un cometa en un dia con viento racheado (La Comisión Europea, por medio de sus portavoces de Exteriores, expresó, el pasado viernes, su extrema preocupación por la posible deriva catastrófica de la crisis hispano-argelina). Por otra parte, Argelia,  con una visión política y económica global, a corto – medio plazo, está actuando con mucha más sensatez y racionalidad que el gobierno español (cosa que, por otra parte, actualmente es sumamente fácil) y ha modificado sustancialmente su posición inicial.

No obstante, el susto y la mencionada preocupación por esta situación con Argelia no nos la quita nadie.

Como es bien sabido, Argelia, después de varias semanas de una muy elevada tensión diplomática entre los dos países, interrumpió, el miércoles de la semana pasada, el importantísimo Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación con España. Tratado que fue firmado hace 20 años que, al margen de las cuestiones de índole económica y comercial, tiene una enorme importancia en lo que se refiere a la seguridad nacional y a la lucha antiterrorista (Argelia ha sido hasta ahora absolutamente clave en el control de la inmigración ilegal y del terrorismo yihadista).

Esta interrupción ha sido la consecuencia directa de un sorprendente acercamiento mal gestionado  y, de momento, muy difícilmente comprensible, en forma y fondo, por parte de nuestro Gobierno al Reino de Marruecos (que, hasta el presente, no ha aportado contrapartida alguna, al margen de invitar, junto con EE.UU.  a España en unas maniobras militares que se desarrollarán, al menos una parte de ellas, en el Sáhara)).

Este acercamiento ha implicado, y aquí está un nudo gordiano, un muy difícilmente justificable cambio de posición de  España (de nuestro Gobierno, insisto) respecto del Sáhara Occidental (recuérdese aquí el “teatro” que organizó, no hace tanto tiempo, este mismo Gobierno, para traer a España y hospitalizar en Logroño, bajo nombre falso, al señor Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, en razón de su estado grave por dificultades respiratorias).

En un primer momento y para empezar, la ABEF (la Asociación Profesional de Bancos y Establecimientos Financieros de Argelia) ordenó congelar todas las operaciones bancarias relacionadas con el comercio hacia el Estado español.

Esta decisión, de no haberse empezado a modificar días después, podría haber dejado en el aire, aparte de los contratos privados existentes (léase, entre otras, por ejemplo,  los firmados por Cepsa o por Abengoa) a una buena parte del suministro energético, además de haber puesto en riesgo del orden de 1.900 millones de euros anuales de las exportaciones españolas que tienen como destino a este país magrebí y, paralelamente, hubiera bloqueado las importaciones de origen Argelia valoradas en unos  4.800 millones de euros (datos referidos al año 2021 y procedentes de nuestra Secretaria de Estado de Comercio).

Y no se olvide aquí que el 42 – 43 por 100 del gas que consume España procede de Argelia. En mi opinión, la llegada del gas argelino no peligraba en razón del contrato existente, hasta el año 2032, entre Naturgy y Sonatrach. Pero lo que si peligraba y sigue peligrando y mucho, a pesar de todo, es el precio del mismo, porque este precio se revisa cada tres años.

Y ésta es una malísima noticia teniendo en cuenta además la espiral inflacionista en la que estamos inmersos a la que hay que sumar, desgraciadamente, la incapacidad mostrada por el Gobierno, por lo menos hasta el momento, para reconducir eficiente y eficazmente, la situación.

Y, como lo comentaba la semana pasada, en el ámbito de mi actividad docente, todo indica que la torpeza de nuestro Gobierno en este tema también podía haber tenido (y todavía puede tener) unas importantes consecuencias inmediatas, para nuestro ámbito agrario (agrícola y ganadero), que es el aquí nos interesa de forma prioritaria.

Téngase en cuenta que, el año pasado, España compró a Argelia productos agrarios y alimentarios por un valor superior a los 200 millones de euros y vendimos a este país del orden de 440 millones de productos del sector agrario; así, por ejemplo, España exportó a Argelia unos 66 millones de euros en ganado (42,2 millones procedentes del sector bovino; 18,3 millones del sector avícola y unos 0,3 millones del sector ovino – caprino).

Vamos a ver, si este importante susto que nos ha regalado, con razón, Argelia,  que no sabemos en este mismo momento como acabará finalmente, sirve de lección real a nuestro ejecutivo; y éste, de una vez por todas, define una línea recta, clara y diáfana, para el devenir de su política exterior (y también de la interior), que deje de perjudicar a España y a la inmensa mayoría de los que moramos en ella.

Y aquí incluyo, claro está, a nuestros agricultores y a nuestros ganaderos; ellos ya tienen que superar, en su quehacer cotidiano, un número suficiente de  dificultades y de inconvenientes, para que, en verdad, nos les haga falta alguna que las veleidades y ciertas declaraciones del Gobierno, haga su vida aún más complicada de lo que ya lo está.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.

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