¿A dónde vas triste de ti?

Hoy me he permitido plagiar el título de la película española que se rodó en el año 1960 y fue dirigida por don Alfonso Balcázar.

Cada día estoy más convencido de que, hablando en términos generales, la civilización judeocristiana, que tanta polémica está suscitando en los últimos tiempos, está en una muy clara regresión. Precisamente en este contexto y concretando, la evolución en estos últimos años de la Unión Europea (U.E. – 27), la misma me recuerda, cada vez más, a la fase final del Imperio Romano de Occidente.

Me refiero al periodo comprendido entre los años 410, cuando las tropas del general visigodo Alarico saquearon Roma, y el año 476 cuando el caudillo bárbaro Odoacro, destituyó al joven y débil emperador Rómulo Augusto y asumió el gobierno de Italia.

Podría poner varios ejemplos en que fundamento mi reflexión, pero, en razón del poco espacio de que dispongo para esta nota, me voy a referir únicamente a la última Iniciativa Ciudadana Europea (ICE), que atañe directamente a la producción pecuaria tradicional, y que la Comisión Europea ha decidido registrar hace un par de días.

Me parece oportuno recordar aquí que fue en el Tratado de Lisboa donde se introdujo la Iniciativa Ciudadana Europea, que se puso en marcha en abril del año 2012, y que constituye, al menos en teoría, una herramienta en manos de los ciudadanos para definir la agenda política.

Tres son los requisitos para lograr la admisibilidad de una iniciativa de esta naturaleza: no debe ser manifiestamente contraria a los valores de la Unión; no puede ser manifiestamente abusiva, frívola o temeraria y no puede estar manifiestamente fuera del ámbito de las competencias de la Comisión para presentar una propuesta de acto jurídico.

Importante tener en cuenta aquí también dos cuestiones fundamentales; la primera, que el contenido de una iniciativa solo expresa las opiniones del grupo de sus organizadores y en modo alguno las de la Comisión; la segunda, que si una Iniciativa Ciudadana Europea consigue, en el plazo de seis meses, un millón de declaraciones de apoyo procedentes de al menos siete Estados miembros (EE.MM.), la Comisión Europea deberá actuar, dando curso o no a la solicitud. En ambos casos deberá lógicamente argumentar su decisión.

Y todo ello en razón de que la decisión de proceder al registro de una iniciativa de esta naturaleza es únicamente de carácter jurídico; no prejuzga las conclusiones jurídicas y políticas definitivas de la Comisión sobre esta iniciativa ni las medidas que se propondría adoptar, si procede, en caso de que la iniciativa, insisto, obtenga el apoyo necesario.

Hasta el presente la Comisión Europea ha recibido 113 solicitudes por la vía de la ICE;  89 de las cuales se han considerado legalmente admisibles y, por tanto, han podido ser registradas.

En este marco, la semana pasada la Comisión Europea (CE) ha tenido a bien registrar, porque entiende que cumple con todos los requisitos mencionados, la Iniciativa Ciudadana Europea denominada «End The Slaughter Age» (léase acabemos con la era de los sacrificios).

En ella se solicita, por una parte, que la Comisión Europea excluya a la actual ganadería empresarial basada en los animales de renta de las actividades que pueden optar a las subvenciones y que, en su lugar, se pide que se incluyan alternativas éticas y ecológicas, como, por ejemplo, la producción agraria celular y las proteínas vegetales. Por otra parte, también solicita que se introduzcan nuevos incentivos a la producción y comercialización de productos agrarios de origen vegetal y  los procedentes de la producción agraria celular.

Ahora los organizadores de la mencionada iniciativa disponen de un periodo de seis meses para proceder a la recogida de firmas.

No lo voy a negar: estoy francamente preocupado.  Las razones de mi preocupación son sencillas de explicar. Por una parte, la actual U.E. en el ámbito del “mundo agrario”, como lo referenciaba hace un par de semanas, hace honor en su devenir al título de mi nota; me parece que no sabe muy bien ni a dónde va, ni por dónde va y, mucho menos, por dónde debería de ir.

Por otra, no se minusvalore la creciente proliferación de las empresas interesadas en los mercados alternativos a los productos procedentes de la actividad pecuaria tradicional y la creciente presencia, en todos los ámbitos sociales y políticos, de los animalistas, de los proteccionistas, de los veganos y de los similares (en España tenemos muy buenos e importantes ejemplos de ello).

No me gusta nada ponerme en “plan plañidera” en mis escritos porque soy positivo por naturaleza; pero, en estos momentos  no puedo olvidar cómo empezó el tema del NO las jaulas de las gallinas ponedoras y a dónde estamos llegando, en el seno de la Unión Europea, en este tema del binomio jaulas – base animal de renta.

¿Me he sabido explicar?

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.

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