¿Macrogranja?

Voy a destinar mi nota para el Boletín nº 105 de ÁGORA TOP GAN, a abordar un tema que actualmente es motivo de una amplia controversia tanto en España como en otros Estados de la Unión Europea, aunque la misma no tardará en llegar, sino ha llegado ya, a otras regiones del Mundo, por ejemplo, a LATAM.

Soy perfectamente consciente de que me meto de hoz y coz en un complejo charco y, además, haciéndolo de una forma muy poco habitual en mí. Verán, lo voy hacer refiriéndome, de entrada, a un ser absolutamente execrable. Me refiero a Paul Joseph Goebbels, un nazi radical alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre los años 1933 y 1945.  Una de las frases pronunciadas por este tétrico y siniestro personaje, que más ha calado en la sociedad es la que dice: una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad.

Y exactamente esto, al menos desde mi punto de vista, es lo que está sucediendo, en estos momentos en España, con el término de MACROGRANJA, que se ha convertido gracias, entre otros, al Ministerio de Sanidad y Consumo del Gobierno de España, en un término de naturaleza peyorativa referido a la producción ganadera empresarial.

Paralelamente, este término también es, en estos últimos tiempos, un motivo de “sesudos” enfrentamientos sociales y políticos de naturaleza emocional, sin objetividad ni base técnica alguna, pero que, lamentablemente, influyen muy negativamente en nuestra sociedad, que ya señala al sector pecuario con un dedo acusador.

He buscado en internet y he encontrado, entre otras, la siguiente definición: Una macrogranja es una instalación de ganadería industrial en la que la densidad de animales es muy grande, donde pueden tener cabida desde decenas de miles de cabezas de ganado porcino o bovino hasta cifras que alcanzan en millón en el caso de las macrogranjas dedicadas a la cría de pollos.

Como pueden ustedes constatar esta definición (y otras similares) hace honor a la frase citada, porque, desde una perspectiva puramente zootécnica, créanme, LAS MACROGRANJAS NO EXISTEN.

¿Por qué? Porque, en primer lugar, no existe una ganadería industrial (industrial significa perteneciente o relativo a la industria); lo que sí existe es una cualificada ganadería de naturaleza empresarial de elevadas dimensiones estructurales, que no es lo mismo.

En ella, no hay una gran densidad de animales (densidad se refiere a una magnitud escalar, referida a la cantidad de masa en un determinado volumen de una sustancia o un objeto sólido). Lo que sí es cierto es que en ella se ubica un relativo número elevado de animales (no decenas de miles de cabezas de bovino…) pero (y este pero es clave) cumpliéndose o debiéndose cumplir siempre con toda la normativa existente en la Unión Europea (la más exigente del Mundo) en lo que se refiere, entre otras muchas cuestiones, al bienestar animal y al respeto medioambiental.

En estas granjas de elevadas dimensiones, la verdadera clave está en la zona donde se ubica. Debe ser una zona donde no se genere, en el presente y en el futuro, ningún conflicto real de naturaleza técnica y/o social, en el sentido amplio de este concepto. Y es verdad que, en España, la mayoría de nuestra geografía (pero, no toda), por muchas razones, no es apta para albergar granjas de esta naturaleza.

Pero, no hay que confundir la gimnasia con la magnesia (cosa a la que somos muy proclives).

Una granja con un gran dimensión estructural, que cumpla con toda la normativa vigente, claro es, puede ser, desde una perspectiva puramente zootécnica realmente ejemplar, porque, en razón de su dimensión, puede permitirse tener una mano de obra suficiente y altamente cualificada, aplicar, a todos los niveles, las mejores técnicas disponibles (MTD´s), basarse en un modelo de economía circular y trabajar en base a una economía de escalas.

Otra cuestión muy distinta y muy respetable es, que por razones sociales o ideológicas, (caso, por ejemplo, de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, UPA, de los animalistas, de los veganos, de ciertos personajes públicos y/o de ciertos partidos políticos), no se esté a favor de este tipo de granjas que, insisto, tiene todas las cartas en la mano para ser ejemplar.

Lo que ya no es admisible ni respetable, es que se utilicen, muchas veces desde la ignorancia (porque hay mucha ignorancia), la falsedad, la demagogia y las posverdades, para confundir a la opinión pública y denigrar a nuestros empresarios – ganaderos y a su actividad profesional ¡porque no se lo merecen de ninguna manera!

Y no olvide nadie que las falsedades tienen las patas cortas y que son como un boomerang; acaban estrellándose, antes o después, en la frente de sus autores (recuérdese aquí, a título de ejemplo, la polémica generada en los años 40 del siglo pasado entre el caballo de trabajo y el tractor).

Confío en que, a medio plazo, la cordura y la sensatez acaben imponiéndose en este tema y podamos tener la Fiesta en Paz (no obstante, soy realista y sé bien que, en España, hoy, esto es casi una utopía porque hay demasiados intereses en el escenario y porque somos, ante todo, latinos).

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.

 

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