El animalismo y la producción animal
En términos generales, se puede definir a la Producción Animal como el campo del saber que se ocupa de la cría, la alimentación, la reproducción y la mejora de los animales domésticos y útiles al hombre para obtener de ellos, de forma eficiente y bajo condiciones higiénico-sanitarias adecuadas, sus productos; para ello, hay que respetar el bienestar animal y el equilibrio medioambiental. Los productos animales son muy variados en forma de alimento, trabajo y transporte, vestimenta y calzado, entretenimiento, material de experimentación animal…, siempre buscando el bienestar y el desarrollo de la sociedad.
Los animalistas atacan a la producción animal porque consideran que es una explotación interesada y con maltrato animal. Los veganos, el ala dura del movimiento animalista, aún son más intransigentes porque están en contra de todo tipo de utilización animal, especialmente, del consumo de productos de origen animal, haciendo bandera del no consumo de carne. La producción animal, además de ser muy importante en el contexto de la alimentación humana, también lo es en el uso como tracción animal –incluso hoy en muchas partes del planeta-, entretenimiento, investigación biomédica, equilibrio medioambiental, etc.
El hombre siempre ha tenido relación con los animales. En el principio de los tiempos esa relación era violenta, de defensa-ataque, pues competían por el territorio y sus productos. Más tarde, se dio cuenta, como ser inteligente que es, de que podía sacar beneficios de su captura y muerte (la caza) en forma de alimentos para el consumo y de productos para su vida ordinaria. Luego, debió pensar que, en vez de estar en continua lucha, más valía aliarse con él, hecho que consiguió con la domesticación, con la que poco a poco fue amansando a los animales para criarlos y utilizarlos para su beneficio.
Así de simple como idea pero muy costoso en trabajo, esfuerzo, conocimiento, vidas, durante cientos de años para alumbrar aquella producción animal rudimentaria hasta llegar a la que hoy tenemos en los países avanzados: muy tecnificada, eficiente, con producción de alimentos de calidad y saludables, y respetuosa con el bienestar animal y con el medio ambiente, en definitiva, una producción sostenible desde el punto de vista económico, social y medioambiental. La domesticación, que arrancó con el Neolítico, es posiblemente la mayor revolución cultural que ha llevado a cabo el hombre a lo largo de su historia reciente, con solo unas 500 generaciones transcurridas.
Como ocurre en la mayoría de las actividades nobles que el hombre realiza, la producción animal tiene un amplio campo de actuación que se extiende por todo el planeta. En la parte occidental y más desarrollada ha adquirido un elevado grado de profesionalización en el último medio siglo. En la parte más pobre, sin embargo, las prácticas de producción y de comercialización siguen las pautas de siempre: producción familiar, autoconsumo y trueque. ¿Qué es mejor, la modernización que impone el desarrollo o la producción tradicional? Como casi siempre, no hay una respuesta única y depende de las características climatológicas, agronómicas y socioeconómicas de cada lugar.
La producción animal, por tanto, junto con la producción agrícola, forman el conjunto de la producción agraria, también llamada producción primaria, y la proporción entre ellas varía según la región del planeta. Es difícil imaginar las enormes cantidades de alimentos que son capaces de producir cada año los muchos millones de agricultores y de ganaderos que pueblan el planeta Tierra y el papel que juegan para seguir alimentando a la población mundial, unos 7.700 millones de personas en la actualidad, y tratar de impedir que al menos unos 800 millones estén pasando hambre, muchos de ellos niños de corta edad. La ONU estima que en 2050 habrá 9.700 millones de personas (¡y 11.000 millones en 2100!) por lo que la producción de alimentos tendrá que seguir aumentando.
El hambre en el mundo no es solo un problema de producción de alimentos, es un problema de distribución y de abastecimiento de mercados en todos los rincones del planeta a los que tengan acceso los países pobres a un precio razonable. Mucho mejor sería que estos países fueran capaces de producir lo suficiente para satisfacer su demanda interna. Aquí entra en juego la geo – economía mundial y las decisiones comerciales de grandes compañías multinacionales de los países ricos, que no dudan en enriquecerse a costa de las áreas deprimidas del planeta pero con gran potencial de producción, como por ejemplo, con la compra de enormes superficies de tierra fértil del continente africano.
Antonio Purroy Unanua
Dr. Ingeniero Agrónomo
Catedrático de Producción Animal
Autor del libro “El movimiento animalista, la producción animal y la tauromaquia”)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!