El cántaro está yendo demasiadas veces a la fuente
Confieso que soy un admirador, y un estudioso de los escritos de mi amigo, don Salvador Di Stefano, prestigioso economista argentino y observo, no sin creciente preocupación, salvando las distancias y los tiempos, que, en la Argentina de hoy (y en otros Países de LATAM), hay situaciones, que, en la España de pasado mañana, de no cambiar mucho las cosas, pueden acabar siendo, en el marco macroeconómico e, incluso en el microeconómico, bastante parecidas, porque, en España, el cántaro está yendo demasiadas veces a la fuente.
Obviamente, en una situación, la española, sometida a la pinza energética y global, donde, a euros corrientes, nuestra Deuda Pública (1,35 billones) supera claramente al Producto Interior Bruto (PIB), que está alrededor de los 1,1 billones; en una realidad donde al Gasto Público no se le pone freno (buscando captar votos) y donde no se aplica, dígase lo que se diga, una Política Económica y Social apropiada, que realmente favorezca la inversión, la generación real de riqueza y el ahorro (porque lo que se intenta desde el Gobierno Central, con visión marcadamente cortoplacista, entre otras cuestiones, es financiar al mencionado Gasto Público), se genera una realidad económica (macro y microeconómica) ciertamente complicada.
Y así, por ejemplo, surge una inflación nada tranquilizadora (situada, en el momento de escribir estas líneas, en el 5,367%); pero, teniendo en cuenta las próximas Fiestas Navideñas e incluyendo una posible y, para mí, más que justificada, huelga de los transportes por carretera, pienso que la mencionada inflación puede superar, sin problemas, el 5,5% y abocarnos en un “bucle económico” realmente preocupante.
Y todo ello, como no podría ser de otra manera, afecta y mucho, a nuestro sector pecuario. Prácticamente todos los sectores de nuestra ganadería (y también de nuestra agricultura, sea dicho de paso) están inmersos en mayor o menor medida, en una realidad medioplacista, en una grave crisis de rentabilidad y a unas perspectivas económicas generales muy poco halagüeñas.
Nuestros ganaderos han de asumir, sí o sí, una muy importante subida de sus costes de producción y unos importantes desequilibrios de la cadena alimentaria (donde, en no poco casos, no se cumple la Ley de la Cadena; por ejemplo, en la leche).
Ello hace prácticamente imposible que puedan generarse unos precios justos en origen (el principio del justiprecio brilla aquí por su ausencia). El objetivo del Ejecutivo de conseguir, en la medida de lo posible, unos productos alimenticios de calidad, pero baratos, da lugar a que el árbol le impida ver el bosque.
Además, nuestros ganaderos han de ir enfrentándose también, por ejemplo, a nuevas exigencias medioambientales y de bienestar animal, empezando por la eliminación total de las jaulas (cuyo cumplimiento, obviamente, no es gratuito), a cuestiones cada vez más complejas y onerosas, en el ámbito social y laboral, a unos seguros agrarios cada día más caros, a la ya mencionada crisis de las tarifas eléctricas y, en el caso, fundamentalmente, de la ganadería extensiva, a crecientes problemas con la fauna salvaje (léase jabalí, lobo, conejo, etc.).
Ante lo expuesto, no nos debe extrañar lo más mínimo, salvo que los ciudadanos seamos unos lerdos, que no lo somos obviamente, que las principales Organizaciones Agrarias hayan decidido reanudar los procesos de movilizaciones a lo largo y ancho de España, aumentando así, irremediablemente, el clima de tensión social y política, que estamos viviendo (sazonado por la realidad de la pandemia).
Y aquí quería llegar; como ya lo llevo manifestando desde hace muchas semanas, el cántaro está yendo demasiado a la fuente y estamos corriendo el riesgo cierto de que acabe rompiéndose.
Damas y caballeros ¡realmente mal asunto!
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
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