La montaña rusa del sector del huevo para consumo

Como lo refería el otro día, en una conferencia on- line, que desarrollé para una Universidad latinoamericana, el huevo para consumo en España está inmerso en una montaña rusa que, en el fondo, no es muy distinta a la situación por la que atraviesa este sector en algunos países de América Latina.

En mi opinión, la avicultura de puesta en España es un claro ejemplo de un sector que posee una gran resiliencia (entendida aquí como la capacidad del mismo para afrontar y superar situaciones traumáticas).

En efecto, la pandemia generada por la COVID – 19 le ha afectado y le sigue afectando de forma muy importante, obligando a todos los eslabones de su cadena a hacer, en la medida de sus posibilidades, ímprobos esfuerzos para rentabilizar un producto, desgraciadamente muy poco valorado en general por el consumidor medio y que factura anualmente, en España, del orden de unos 800 millones de euros.

La mencionada cadena está compuesta, hoy, por más de 1,300 granjas; del orden de unos 46 millones de gallinas ponedoras y 933 industrias de clasificación y procesado.

Como sucede actualmente en todas las producciones pecuarias intensivas el escandallo productivo se ve muy afectado por el elevado coste de la alimentación, consecuencia de la evolución al alza de las materias primas nobles, poniendo en aprietos la rentabilidad de las granjas. Ello hace que actualmente los costes reales de producción, por ejemplo en granjas modernas con jaulas enriquecidas y bien gestionadas, se sitúen, en el caso del huevo XL, en 1 euro/docena; en el  del Huevo L, en los 85 – 87 cts de euros/docena y en  el huevo M, en los 74 – 76 cts de euros/docena.

A nivel de mercado nacional el huevo tipo 0 (producidos por gallinas criadas en libertad y en naves amplias, picoteando por el campo, alimentándose con cereales y más de un 80 por 100 con pienso ecológico) supone realmente menos del 1 por 100 del mismo; el huevo tipo 1 (procedentes de gallinas camperas que son criadas en libertad, en gallineros de elevada amplitud y con corrales al aire libre) puede suponer del orden de un 7 por 100; el huevo tipo 2 (producidos gallinas de suelo, que viven en aviarios, solo comen pienso y no pueden salir al exterior) viene a suponer del orden de un 25 por 100 de nuestro mercado doméstico y, finalmente, el huevo 3 (producido por gallinas ponedoras alojadas en jaulas enriquecidas) copa del orden del 66- 67 por 100 de nuestro mercado del huevo para consumo.

La verdad es que hoy nuestro mercado final del huevo para consumo es de una notable complejidad.

Por una parte, cierto es  que el canal Horeca (tremendamente afectado desde las primeras semanas de la pandemia y hasta hace muy poco) va recuperando el pulso y que su demanda va en aumento. No obstante, la misma no es el que debería de ser porque se ve muy afectada, entre otras cuestiones, por el cierre definitivo de un número significativo de establecimientos y de forma muy importante por la drástica disminución del turismo (que se ha reducido, en el presente año 2021, aproximadamente a un 25 por 100 de lo que fue en el año 2019).

Por su parte, en los hogares, al igual como sucede con otros productos pecuarios, el consumo va disminuyendo (después del importante aumento que tuvo durante los primeros meses de la pandemia).

Ello repercute como es natural, en el Precio de Venta al Público, dónde, en general, el huevo 2 y el huevo 3 se venden piráticamente al mismo precio (en razón de que el consumidor medio no está dispuesto a pagar más por el huevo 2 que para el huevo 3). Ello afecta directamente a la distribución (y, por ende, con visión medioplacista, a la cadena y al productor). En su momento, algunas empresas de  la mencionada distribución entraron en una absurda y logísticamente muy mal planificada “guerra de mercado qué implicó a los mencionados huevos tipo 2 y 3” (principales actores de esta guerra fueron LIDL y Mercadona). En ella se calculó de forma totalmente errónea la respuesta del consumidor medio, que no está dispuesto a pagar significativamente más pro el huevo 2, que por el huevo 3 (tanto más cuándo en el plato…no se diferencian).

Actualmente, al productor, cuya rentabilidad no es precisamente boyante ni mucho menos, le empieza a afectar la amenaza, cada vez más cierta, de la supresión a corto – medio plazo de las jaulas en toda la Unión Europea (con el correspondiente aumento de las superficies necesarias y de los costes de producción). A ello hay que sumarle hoy la presión colateral que ejercen los cada vez más ruidosos y presentes, alimentos plant based.

En definitiva el sector el huevo para consumo (y, en él y en primer término, el avicultor, que es el eslabón más débil de la cadena) se encuentra en una montaña rusa, que acaba mareándonos a todos.

Resumiendo: lo que está sucediendo es una consecuencia más de los problemas que genera  la carencia de una verdadera escala de valor en el sector del huevo y, paralelamente, de la necesaria racionalidad en la gestión sectorial.

Nada nuevo bajo el sol.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.

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