La sociedad urbana y la ganadería
En estas últimas semanas y con motivo de la próxima celebración de FIGAN 2021 (del 21 al 24 de este mes de septiembre), me he movido bastante; he tenido, con ganaderos y con entidades de todo orden, muchas reuniones y entrevistas. De las mismas me ha parecido poder constatar que la brecha que existe entre nuestra sociedad (me refiero fundamentalmente a la urbana) y la actividad ganadera es significativamente grande y, lamentablemente, va en aumento.
Es verdad es que éste no es un tema nuevo. Ya en una encuesta elaborada por la asociación europea que agrupa a los fabricantes de medicamentos y de vacunas de uso veterinario, la Animal Health Europa, se puso claramente de manifiesto este importante distanciamiento.
En mi opinión, una parte muy importante de esta realidad se fundamenta en el profundo desconocimiento que tiene una gran parte de nuestra sociedad de lo que realmente es la moderna actividad ganadera (desconocimiento “in crescendo” que también puedo constatar, año tras año, en bastantes alumnos de origen urbano, que asisten a alguna de mis clases).
Hoy, como bien sabemos, la ganadería, en el Primer Mundo, está basada en una muy importante aplicación tecnológica (como se podrá constatar una vez más, por ejemplo, en la próxima FIGAN) y, en general, en una gran profesionalidad y preparación de la mano de obra que labora en las granjas.
Pero, insisto, todavía en la actualidad, en el seno de la Unión Europea, que pertenece al mencionado Primer Mundo, la ignorancia o desconocimiento, de nuestra sociedad (insisto, fundamentalmente la urbana), en lo que se refiere a la actividad ganadera en el sentido amplio de este término, es realmente alarmante (por expresarlo de una manera “políticamente correcta”).
Así, por ejemplo, casi los dos tercios de este universo de discurso sigue sin saber que en la Unión Europea están prohibidos, desde hace mucho tiempo, las hormonas y los antibióticos, destinados a potenciar los procesos de cebo. Un porcentaje muy parecido tampoco sabe que existe, como medida de seguridad, un periodo de supresión entre la finalización de la aplicación de un proceso de medicación determinado y el sacrifico del animal, con el objetivo de que no haya restos medicamentosos en los productos generados y así proteger adecuadamente a los consumidores.
Cerca de la mitad de las personas consultadas en la mencionada encuesta duda de que los ganaderos apliquen adecuadamente los medicamentos recetados por sus veterinarios y un porcentaje parecido no cree o duda acerca de que las medicinas, adecuadamente recetadas y aplicadas, favorezcan significativamente el estado de bienestar de la base animal.
Pero, tal vez, lo más significativo aquí es que la cuarta parte de las personas que contestaron a la referida encuesta pone en duda que los ganaderos cuiden y manejen adecuadamente a la base animal de sus granjas.
Me parece absolutamente inaceptable, por no decir inadmisible, que nuestra sociedad urbana no entienda que los primeros interesados en cuidar y manejar de manera totalmente adecuada a la base de animal de sus granjas son los propios ganaderos (apoyados por sus técnicos). Los ganaderos, que muy mayoritariamente son, sin duda alguna, insisto, grandes profesionales, saben perfectamente bien que el nivel de bienestar de sus animales tiene una influencia muy significativa en las eficiencias y eficacias técnicas (cantidad y calidad) y económica, de sus producciones. Por esta razón se preocupan, muy mucho, día sí y día también, del bienestar de sus animales de renta.
Desgraciadamente también aquí, como acontece en todos los colectivos, hay “algunos garbanzos negros” que constituyen la carnaza idónea para servir de alimento a los “buitres” que alientan y desarrollan la “guerra anti – producción animal”. Y así los colectivos animalistas y similares, como se puede constar casi a diario, lo hacen con una gran insistencia y también, justo es reconocerlo, con un muy notable éxito social urbano.
Y, en este contexto me vienen a la memoria dos adagios que encajan perfectamente en la situación descrita: “el conocimiento es prudente y decente; la ignorancia, faltona e insolente” y “mientras medremos en la ignorancia, unos siempre serán enemigos de los otros”.
La sabiduría popular Dixit.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
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