La situación económica y la demanda

Aunque, como les exponía el otro día a mis alumnos, éste puede ser, por lo menos en ciertos ámbitos, un tema “políticamente no demasiado correcto” tiene actualmente, desde mi punto de vista, un interés relevante.

En efecto, me parece muy evidente que la situación económica tanto a nivel macroeconómico como microeconómico de un país suelen estar altamente correlacionadas. Además, tienen, como no podía ser de otra manera, una influencia significativa, cuantitativa y cualitativamente hablando, en la evolución de la demanda general de bienes por parte de sus ciudadanos y también en la de los productos de origen pecuario, en la mayoría de los países con una economía de mercado.

Esta realidad, que en mi opinión no admite discusión, es aplicable consecuentemente a todos los países del Primer Mundo y también a la inmensa mayoría de los Países en Vías de Desarrollo y de LATAM.

En este marco y de acuerdo con los datos macroeconómicos actualmente disponibles, referidos a nuestro país, España ocupa, en función del PIB anualmente generado, el puesto 14 a nivel mundial (lo que significa que hemos perdido, en el curso de los últimos años, seis puestos respecto a nuestra posición cénit).

Por otra parte, nuestra deuda pública, que sigue creciendo, ante la “no contención del gasto público” alcanzó en el pasado año 2020 prácticamente el 120 por 100 de nuestro PIB y se situó en la más que alarmante cifra superior a los 1,3 billones de euros; concretamente, se ubicó en los 1.345.440 millones de euros (lo que supone que de la misma, a usted y a mí, como ciudadanos de este país, nos corresponden 28.388 euros). Ello significa, visto desde otra perspectiva, que estamos  en el TOP TEN de los países del Mundo con más deuda pública respecto del PIB anual que generamos.

Como datos complementarios a los expuestos: en este mes de julio del 2021, último dato del que dispongo en estos momentosla deuda pública total se sitúo en los 1.416.928 millones de euros; esto sí, fue un 0,6 por 100 inferior al récord histórico del mes de junio 2021. Paralelamente la deuda de la Seguridad Social está cifrada en 91.854 millones de euros, un 33,4 por 100 más que hace un año.

Paralelamente, la pandemia originada por la COVID – 19 ha puesto claramente de manifiesto nuestras debilidades estructurales relacionadas con el mercado de trabajo y con la demografía empresarial (cada vez más precaria), caracterizada por la alta tasa de temporalidad que, además de suponer un efecto amplificador de los ciclos económicos en el mercado de trabajo, han magnificado el impacto de la pandemia.

Debe tenerse muy en cuenta aquí, en el marco del tema que estoy tratando, que España presenta una elevada concentración de pequeñas empresas (menos de 50 trabajadores) que son muy sensibles, como ha quedado bien demostrado por ejemplo en el canal Horeca, a reducciones significativas de su liquidez provocadas por unas caídas repentinas de los ingresos (ahora mismo, septiembre 2021, el canal Horeca, ante la caída del turismo nacional y el no despegue del internacional, vuelve a entrar en crisis de liquidez).

Por otra parte, están los planes de Choque y de Reactivación, que se iniciaron prácticamente en el segundo trimestre del presente año. Los mismos, como es bien conocido, estaban basados en la incorporación de medidas de apoyo a la liquidez, de adaptación de la jornada laboral y del teletrabajo, de  flexibilización y de apoyo público a los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTES); también se han contemplado medidas de sostenimiento de las rentas familiares, con una especial atención a los autónomos. También las mismas contemplaron con la puesta en marcha de planes sectoriales para contribuir a reducir la brecha referida a la producción en los ámbitos más afectados por las restricciones a la movilidad y por las caídas de demanda, como han sido el turismo, el transporte y la automoción, que tienen un elevado “efecto arrastre” en el resto de la economía.

Es verdad que, afortunadamente, los mencionados planes han resultado ser relativamente exitosos, pero, por diversas circunstancias de índole socio – política interna y de la evolución económica a nivel mundial, no han tenido la totalidad del éxito que se les auguraba.

Todas estas realidades están condicionando, sí o sí y de forma significativa y ésta es la razón del título de esta nota, a la demanda y, no nos engañemos, la van a seguir condicionando. En efecto, muchos ciudadanos observamos con preocupación la situación económica del país y también la de nuestro entorno; muchos también hemos visto afectada, en mayor o menor medida, nuestra capacidad adquisitiva neta.

Todo ello ha desembocado, a nivel de la alimentación, entre otras cuestiones, en una “racionalización económica” en la elección de los componentes cotidianos de la cesta de la compra; en una significativa  reducción del gasto global de la misma, que afecta, sobre todo, a  ciertos alimentos de precio unitario elevado (por ejemplo, el queso o ciertas carnes) y, paralelamente, en un mucho mejor aprovechamiento de los mismos, léase en un menor desperdicio de alimento, a todos los niveles.

Todo ello, lógicamente, está afectando a las cuentas y resultados económicos de toda la cadena alimentaria y, como suele ocurrir en estos casos, de forma muy evidente al sector primario y, en él, especialmente al sector pecuario.

Me permito concluir hoy plagiando las palabras del señor Gerard Piqué, pronunciadas al término del partido del Barça contra el Bayer de Münich (que nos dio, sea dicho de paso, un soberano baño de fútbol): “esto es lo que hay y somos los que somos”.

Ni más, ni menos.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.

 

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