Los dos lobos (y IV)

 

Discusión y Conclusiones.

Los estudios científicos no sirven para decantar una opción sobre la otra y hay argumentos de peso en ambas posturas.

El compromiso de España con la conservación del lobo es claro y legítimo; la cuestión está en la forma de entender este compromiso. Una protección total de la población de lobos, en teoría, debería llevar a un incremento neto en su censo. Este aumento no se suele traducir en una mayor densidad, porque las manadas compiten entre ellas y defienden sus territorios sino que lleva a la expansión geográfica de la población, con lobos aislados o parejas explorando nuevos territorios y, eventualmente, instalándose en ellos y procreando.

Una consecuencia indeseada de este crecimiento censal es el incremento de conflictos “lobo-hombre”, la pérdida de aceptación del lobo en nuevas áreas y un incremento previsible de su caza furtiva, bien por disparos o, mucho peor, con métodos indiscriminados (venenos, trampas), que afectarían a otras especies. Ya se ha mencionado el grave impacto que causan los lobos en zonas “repobladas” lo que llevaría a aumentar el presupuesto destinado a paliar sus daños y a prevenirlos.

¿Está la Administración dispuesta?

Desde el Ministerio de Agricultura se ha propuesto destinar una parte de la PAC a este fin. El argumento: no puede dejarse solos a los ganaderos de estas regiones frente a los daños por lobos. ¿Se debe detraer del dinero de todos los ganaderos y agricultores el coste de mantener a los lobos? ¿No debería ser una labor de toda la sociedad? Es curioso que el mayor apoyo al lobo venga de los habitantes de las ciudades y de zonas sin lobos. ¿No deberían participar estos bienintencionados ciudadanos del coste del lobo?

El debate no es “lobo sí o lobo no”; el debate es “¿cómo podemos convivir con el lobo a largo plazo?”

Sin la aceptación por la población local se hace difícil pensar que el lobo pueda prosperar en un área y es difícil que el lobo sea aceptado en un entorno al que causa graves daños. Expertos que llevan años estudiando estas cuestiones, como Mech, son escépticos sobre la capacidad de convivencia a largo plazo sin recurrir a medidas de control de población (caza). Varios países y las CC.AA. confían este control a agentes oficiales, lo que supone un gasto añadido.

La  caza deportiva ofrece la posibilidad de realizar este control de una manera no solo no onerosa, sino lucrativa para el erario público.

La cuestión es ¿Se está regulando bien? Actualmente la temporada de caza del lobo permite matar animales con crías pequeñas, lo que puede llevar a la pérdida de estructura de las manadas, muerte de los cachorros e, incluso, aumento de los daños al ganado (más fácil de atacar por animales inexpertos). Una medida podría ser reducir la temporada de caza al invierno, cuando los nuevos ejemplares ya muestran un tamaño subadulto y tienen posibilidades de supervivencia.

¿Basta con la caza?

Sea cual sea la determinación de la Administración, está claro que el modelo actual de gestión debe mejorar. No solo por el lobo y los ganaderos, también por reducir las tensiones sociales entre colectivos opuestos y que han podido llegar a enfrentamientos, amenazas y daños.

Desde la prevención de los daños: Mejores ayudas a los ganaderos para que protejan su ganado, mayor facilidad para integrar los mastines en los rebaños más extensivos, cercados fácilmente transportables. Instalación de muladares donde se pueda realizar la entrega controlada de animales domésticos muertos (¡dichosos MER!), reduciendo la presión sobre el ganado (y favoreciendo a otras especies, como buitres y quebrantahuesos).

Al desarrollo económico: Potenciar el turismo asociado al lobo, como fuente de ingresos de la población. Campañas de formación e información sobre el lobo y su impacto global. Menos mitos y más datos. Una política de indemnización más justa, menos cicatera y con mayor amplitud de miras.

En conclusión. El debate del lobo no es sencillo, hace falta cordura por todas las partes, voluntad de hablar y entender a las demás partes en el conflicto, poner a un lado apriorismos y mitos y poner conocimientos y dinero sobre la mesa.

Francisco González
Biólogo y Veterinario
Asesor en Sanidad y Manejo Animal

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