Dinamarca y los jabalíes
Dinamarca es en muchos sentidos y también en el agrario, ejemplar; no pocas veces nos marca el camino a seguir. Políticamente es una monarquía constitucional con una historia de más de 1.000 años, sólo interrumpida por un periodo de 8 años (1332 – 1340), en el llamado periodo interregnos. En este país, las organizaciones ecologistas, empezando por el “Movimiento por el clima” y por “Greenpeace”, tienen un gran peso, tanto a nivel social como político.
Un primer ejemplo de ello es la presión que están ejerciendo estos grupos ecologistas para lograr del Ejecutivo unas acciones más contundentes, amparadas en un adecuado marco legislativo, que impidan a las empresas danesas escudarse, para conseguir el “beneplácito social” en el llamado “greenwashing” o “lavado verde”.
Un segundo ejemplo es la demanda que han interpuesto contra Danish Crown, la mayor empresa porcina de Europa, iniciándose así un litigio climático en aquel Estado de la Unión que está por ver hasta dónde llegará y qué consecuencias tendrá. Según los ecologistas daneses, “una carne, producida a partir de un modelo intensivo o industrializado, no puede ser respetuosa con el clima”.
Pues bien, en este Estado de la U.E. – 27, donde tanto peso tienen las mencionadas organizaciones ecologistas, han aplicado, en lo que al jabalí se refiere, aquel viejo refrán que dice “muerto el perro, muerta la rabia”. En efecto, el Ejecutivo danés anunció hace unos pocos días que había abatido al último jabalí que aparentemente quedaba en el país. Se trataba del que había sido bautizado como “número 157”. Durante meses había sido el único animal de esta especie avistado en toda Dinamarca; se ubicaba en el sur de la Península de Jutlandia (la parte continental más extensa de este país) y no había sido posible capturarlo.
Por otra parte, Dinamarca lleva años ocupada con este tema, íntimamente ligado a evitar la entrada de la Peste Porcina Africana (PPA) en el país. En este contexto debe mencionarse que, en el año 2018, su censo de jabalíes era de unos 100 animales; este censo llegó a ser, de acuerdo con los datos facilitados por el propio Gobierno, de 157 individuos y ahora ya no queda, en este Estado de la Unión, oficialmente, ni uno de estos suidos.
Por otra parte, en enero del año 2019 Dinamarca empezó a construir una valla, en su zona fronteriza con Alemania. La misma, ya terminada, tiene actualmente una longitud de unos 70 kilómetros; una altura de 1,5 metros y una profundidad de 50 centímetros. La misma tiene 20 accesos o aberturas permanentes en los puntos de cruce de la frontera y en las vías fluviales. Su construcción vino a costar 11 millones de euros. Esta valla se construyó con la finalidad de constituir una barrera que dificultara significativamente el paso de los jabalíes desde Alemania y, por lo tanto, se trata de una protección real frente a la PPA aunque bien es cierto que no es una protección definitiva porque los jabalíes puede acceder desde Alemania a Dinamarca por la vía fluvial que, a su vez, está siendo constantemente vigilada.
No se minusvalore aquí el hecho de que el sector porcino danés, uno de los más eficientes y eficaces del Mundo, genera más de 4.100 millones de euros al año (es el segundo exportador de la U.E. después de España); su censo global se sitúa actualmente alrededor de los 12,8 millones de cabezas con una base reproductiva de casi 1,3 millones de animales (cuando la superficie de Dinamarca es de 42.920 Km2, unas 11 veces más pequeña que España, y su población solo de unos 6 millones de personas, ocho veces menos que la española).
Me ha parecido oportuno escribir hoy estas líneas acerca de un tema “tan sensible” para ver si nuestro Gobierno y en él nuestro Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación (MAPA), se dignan mirarse en este espejo tan cualificado como es el danés; dejan de utilizar constantemente “el papel de fumar”, empiezan actuar, también en este tipo de cuestiones, con la profesionalidad requerida y con la sensatez exigible, dejando de bailar al son que pretenden marcarle unos colectivos, sin duda bien intencionados (al menos, muchos de ellos, aunque no todos), pero que no parecen tener mucha idea de lo que técnicamente requiere nuestro sector agrario (agrícola y ganadero) y, por ende, nuestro país.
Una vez más: triste, muy triste, pero cierto.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
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