Estados Unidos y la Cumbre del Clima
La Administración del Presidente Joe Biden ha garantizado que va a acelerar en la lucha contra el cambio climático y el sector de los grupos ‘think tanks’ manifiestamente ambientalistas, de momento, está satisfecho.
La Casa Blanca ha definido sus políticas económicas con una sensibilidad verde y acogió el pasado fin de semana una cumbre virtual del clima. Señales de voluntad política que, sin embargo, se estrellan contra la realidad de un país que está muy polarizado.
Al Presidente Joe Biden le preocupa mucho el clima y lo ha colocado en el centro de su discurso. Nada más sentarse en el despacho oval el pasado 20 de enero, Joe Biden ordenó la vuelta al Acuerdo Climático de París, paralizar la construcción del oleoducto Keystone XL y empezar a revertir 50 medidas desreguladoras que había aprobado su antecesor, Donald Trump. Pero, dentro de cuatro u ocho años, pero cabe la posibilidad de que otro presidente republicano vuelva a dar un golpe de timón en la dirección contraria.
Ahora, la Casa Blanca insiste en su compromiso de reducir a cero las emisiones de CO₂ del sector eléctrico para el año 2035 y las emisiones totales de EEUU para el año 2050. El denominado “Equipo Climático de la Casa Blanca”, una creación del actual presidente, tiene en sus filas a las secretarias de Interior y Energía, al director de la Agencia de Protección Medioambiental, a la presidenta del Consejo de Calidad Medioambiental y a los dos grandes responsables de supervisar las políticas verdes: la señora Gina McCarthy, de cara al interior y a la coordinación con los 50 estados, y al señor John Kerry, embajador climático internacional.
Los distintos departamentos del Gobierno están obligados a calcular lo que contaminan, su ‘huella de carbono’, para asegurarse de que sus políticas resultan sostenibles y van acorde con los objetivos de reducción de emisiones.
El plan de infraestructuras que los demócratas esperan aprobar este verano incluye todo tipo de medidas ecologistas, desde invertir 170.000 millones de dólares en el mercado de vehículos eléctricos, a tapar los pozos de gas y petróleo, incentivar las energías limpias, reemplazar las cañerías de plomo y remozar todo tipo de infraestructuras para hacerlas más sostenibles y resistentes a los fenómenos climáticos.
Estados Unidos presentó sus objetivos de reducción de gases contaminantes frente a los líderes de 40 países, especialmente China, la nación que más polución emite cada año.
El Presidente Joe Biden espera convencer a los demás de que anuncien y respeten nuevos compromisos y aporten dinero a un fondo que sufragaría parte de los esfuerzos medioambientales de los países más pobres.
Según estimaciones de la ONU, las naciones del Tercer Mundo necesitarían invertir 70.000 millones de dólares para colocarse a la par con las regiones industrializadas en la lucha contra el calentamiento global.
Hay que recordar que el expresidente Barack Obama prometió en su día recortar las emisiones entre un 25 y un 28 por 100 para el año 2025. Esta promesa la paralizó Donald Trump. Ahora, diversos grupos ecologistas piden a Biden que sitúe el recorte en el 50 por 100 para el año 2035, lo cual podría evitar que la temperatura global suba 1,5 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales. El umbral del que teóricamente no habría vuelta atrás, y al que nos estaríamos acercando.
Aún cuando EE.UU. se comprometa a un recorte del 50 por 100, éste será significativamente menor que el objetivo europeo de bajar las emisiones un 55 por 100 en la próxima década. Japón y Canadá son otras de las principales potencias contaminantes que deben comprometerse también a que sus recortes superen el nivel del 50 por 100. De otros países, como Australia, con un Gobierno más sensible a la industria del carbón, no cabe esperar, en estos momentos, grandes promesas.
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