¿Está fallando nuestro ministerio (MAPA)?

Cuando uno ya es muy viejo, como es mi caso, la propia sociedad le considera plenamente amortizado y lo va apartando, vía normativa, de los centros de toma de decisión y de asunción de responsabilidades.

Ello le permite a uno, si logra conseguir la suficiente serenidad como para asumir esta realidad (lo que no suele ser en absoluto fácil), ver el bosque sin que el árbol que tiene delante se lo impida. Esto es, creo, lo que me está sucediendo (aunque acepto, claro está, que puedo estar absolutamente equivocado).

En este sentido tengo la sensación cierta de que nuestro actual Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) acumula, en estos últimos tiempos, una serie de fallos que me parecen difícilmente explicables y que siempre resultan ser realmente importantes y negativos para nuestro sector agrario.

No me voy a referir a lo que entiendo está siendo, en estos últimos meses, una constante y manifiesta pérdida de “peso político” del MAPA en el seno del Ejecutivo (lo que comporta, por ejemplo, una falta de “punch técnico y político” para hacer frente, en ciertas cuestiones, al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico).

Tampoco me voy a referir, aunque, hay mucha “tela por cortar”, amén de “muchas responsabilidades que exigir a muchos niveles” (y me sangra el corazón al pensar en ello), a la falta de eficiencia, de eficacia y de cintura, al caso de los más de 850 terneros supervivientes, condenados todos ellos a morir, siendo muchos de ellos recuperables, transportados por el buque Kharim Allah. Tampoco quiero profundizar aquí en el caso, todavía más sangrante, del buque ‘ElBeik’, que lleva 1.776 animales, y que está inmerso, si nadie lo remedia, en un proceso similar al seguido por el Kharim Allah.

Pero si me voy a referir por lo gravedad práctica que tiene en estos momentos para los ganaderos (como ha puesto de manifiesto por ejemplo AGAPROL, la Asociación de Ganaderos Productores de Leche), al inexplicable retraso de meses del MAPA en lo que se refiere a la publicación oficial del Estudio de Costes de Producción en el caso del sector del Vacuno de Leche.

A nadie le escapa el hecho de que esta herramienta es absolutamente fundamental (como, además, lo establece la ley), para el más débil a la hora de afrontar la compleja negociación de los contratos; me refiero, claro está, a los contratos entre los ganaderos y las industrias lácteas.

Consecuentemente, muchos de estos contratos lácteos se están y estarán viéndose privados del marco de referencia, cuando fue el propio MAPA quién lo incluyó en las  sucesivas modificaciones de la Ley de la Cadena Alimentaria. Esto sucede además en un periodo de tiempo dónde los costes de producción se han disparado, en razón del significativo encarecimiento de ciertas materias primas fundamentales para los necesarios piensos compuestos.

Obviamente, si los contratos no recogen adecuadamente el precio real de producción, el ganadero, hablando en términos generales, puede verse manifiestamente desprotegido y la rentabilidad de su explotación absolutamente comprometida. En efecto,  puede darse el caso, según lugar y circunstancias, de verse obligado este ganadero a aceptar la firma de un “contrato a la baja” que le ofrecen (no olvidemos que la leche, en origen, es un producto altamente perecedero); contrato, que sea dicho de paso, no se va a ajustar al cumplimiento de la normativa vigente (sic).

Ello puede dar lugar a que también él, como antes ya lo han hecho muchos miles de los que fueron sus colegas, tenga que cerrar su explotación por falta de rentabilidad.

Evidentemente, no he ignorado al escribir las líneas de esta nota las dificultades, que está generando a casi todos la pandemia provocada por la COVID – 19; léase, por ejemplo, las actuales tensiones existentes ente la Administración, la industria y la distribución.

No obstante, si me paro a pensar un poco en lo que expuesto en  los párrafos precedentes (y le sumo lo que me he dejado voluntariamente en el tintero) no me queda más remedio que llegar a la conclusión de que el MAPA está cometiendo, en estos últimos tiempos, una serie de fallos, perjudicando de una forma u otra, como casi siempre, al eslabón más débil de la cadena; en este caso, al ganadero detentor de vacas de leche; este ganadero que trabaja en su explotación 365 días al año.

Y, lo más grave: “la pelota” está en el “campo del MAPA”; muy triste, pero muy cierto.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio

 

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