Reflexiones acerca del lobo y sus manadas
Deseo iniciar esta nota dejando claro que, desde la doble perspectiva técnica y emocional, no tengo nada en contra de los lobos sino todo lo contrario. Creo conocerles bien, entre otras razones, porque en la Universidad de Kiel, concretamente en el Instituto de Genética de Mascotas (Institut für Haustiergenetik), trabajé laboralmente largo tiempo con ellos y con sus cruces con perros puddle.
Viene a cuento esta introducción porque, por razones puramente zootécnicas referidas al equilibrio ecológico, discrepo frontalmente del acuerdo adoptado del jueves pasado por la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad, órgano en el que el Gobierno Español, las Comunidades Autónomas y las ciudades de Ceuta y Melilla, están representados.
El mencionado acuerdo incluye en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE) al Lobo Ibérico. En la práctica ello significa, nada más y nada menos que, en su momento, se prohibirá también su caza al norte del río Duero.
Por ello y este caso, estoy conceptualmente de acuerdo con lo que ha publicado la Real Federación Española de la Caza (RFEC); ella considera el acuerdo como de naturaleza “ideológica”, generado por un Ejecutivo que es “completamente ajeno a la realidad rural”.
No olvidemos que el lobo ya gozaba de protección al sur del río Duero después de que el Ministerio para la Transición Ecológica acordara, en junio del año 2019, extender tal circunstancia a la Comunidad de Castilla y León y a la Comunidad de Madrid.
Obviamente, para que el mencionado acuerdo sea oficial deberá ser dictado por orden de la Ministra de Transición Ecológica, doña Teresa Ribera y ser publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE), debiéndose tener en cuenta los tiempos requeridos a causa de los recursos al acuerdo que, a buen seguro, se van a presentar.
Consecuentemente, en razón de este nuevo acuerdo, una vez publicado, el lobo pasará a estar protegido en todo el territorio nacional y, por lo tanto, se prohibirá su caza deportiva, al igual como sucede en Francia y en Portugal. En otras palabras, el lobo dejará de ser una especie cinegética, por lo que se terminará con la concesión de cupos de ejemplares objeto de caza, que varias comunidades autónomas concedían anualmente.
Hay que tener en cuenta aquí que la distribución censal del lobo en España es muy irregular; éste es precisamente uno de los problemas de este acuerdo tipo “café para todos”.
En efecto, actualmente se estima que en Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León se ubica el 98 por 100 de las cerca de 300 manadas de lobos que tenemos hoy en España. Concretando un poco más, aproximadamente el 50 por 100 estarían en la zona norte de Castilla y León, un 28 por 100 en Galicia, un 12 por 100 en Asturias, un 4 por 100 en Cantabria y el resto en el País Vasco y en la Rioja.
Por esta razón, las organizaciones de ganaderos, especialmente los de las zonas con una mayor presencia de las mencionadas manadas, están lógica y unánimemente en contra del acuerdo. Las mismas llevan años quejándose, con toda la razón, de los continuados ataques que sufren sus rebaños, ataques que, además, aumentan año tras año, mientras que las correspondientes indemnizaciones les llegan generalmente, cuando les llegan, tarde y mal. Esta realidad demostrable origina grandes pérdidas y no sólo económicas.
Y me gustaría ir terminando las presentes consideraciones citando unas afirmaciones vertidas en el año 1976 (es decir hace casi medio siglo), por el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente, al que admiro y respeto profundamente y a quien, desde luego, en forma alguna se le podría tildar de “enemigo del lobo”, en una entrevista publicada en el Diario Vasco,
Afirmaba don Félix: “yo siempre he dicho una cosa en la que no tengo más remedio que ser muy explícito, donde el lobo cause daños o ponga en peligro la vida humana, el lobo debe ser controlado” y también añadía después: “resulta absolutamente incongruente y un tanto utópico, tratar de defender al lobo donde causa daño a la economía humana” y también afirmaba: “yo trato de que en España se racionalice la política de protección del lobo”.
Totalmente de acuerdo. Exactamente esto es lo que habría que hacer. Desarrollar legislativamente, con una base técnica integral, la correcta protección real del lobo. Y ello, siempre en mi opinión, no se va a lograr con posicionamientos ideológicos alineados con una mal entendida “filosofía pro animalista”, en su sentido más kitsh.
Debe quedar muy claro: no se trata en absoluto de exterminar al lobo sino todo lo contario. Se trata de controlarlo adecuadamente, garantizando, por esta vía, su futuro; es decir, buscando minimizar, en la medida de lo posible, los daños a la ganadería extensiva (vital desde una perspectiva socio – económica para muchas zonas de España), desarrollando paralelamente un correcto y generoso programa de ayudas a la misma con indemnizaciones rápidas y ad hoc, para las bajas inevitables en los rebaños ligados a modelos de producción extensivos, promoviendo el uso generalizado de pastores, de mastines, de vallados adecuados, de rediles, de zonas protegidas de recogida nocturna, etc. etc.
No nos engañemos, querer realmente al lobo implica necesariamente controlarlo censalmente de una forma adecuada, permitiendo su ubicación en todas aquellas zonas de nuestra geografía dónde su presencia sea técnicamente posible y adecuada. Solo bajo estas premisas su futuro podrá estar positivamente garantizado.
Por favor, dejémonos ya, en este tema de la gestión de las manadas de lobos, de mandangas, de falsedades y de posverdades. No confundamos la gimnasia con la magnesia, como con tanta frecuencia sucede en España al abordar temas emocionalmente complejos, porque con ellas no ayudamos en absoluto ni al lobo, ni a su futuro.
Y no olvidemos aquí aquellos dos viejos adagios que dicen: “nunca llueve a gusto de todos” y “quien algo quiere…algo le cuesta” ¿estamos?
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
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