La pesca de atunes y el proyecto Sharkface
Todo nació en la Innovathon Bermeo donde se plantearon inicialmente buscar la respuesta cuatro retos o cuestiones: ¿Cómo se pueden mejorar los mecanismos de control, seguimiento y trazabilidad para acabar con las prácticas ilegales en la pesca del atún? ¿cómo se puede facilitar al consumidor información transparente, clara y fácilmente accesible sobre el origen del atún, aportando mayor valor y ayudando en la decisión de compra? ¿cómo se puede reducir la captura de especies no deseadas y mejorar su liberación sin daños? y ¿cómo se puede gestionar la contaminación generada por las artes de pesca, mejorando los materiales y/u optimizando y maximizando su uso?
El proyecto Sharkface, desarrollado por la Bermeo Tuna World Capital (que promueve a nivel global la gestión sostenible en torno al atún como recurso natural desde el conocimiento científico y el liderazgo de las buenas prácticas) dio respuesta a la tercera de las cuestiones planteadas, de acuerdo con su filosofía, y lo fundamentó con la implementación de un sistema de pesca de cerco más selectivo y sostenible.
El objetivo perseguido es el de realizar una pesca respetuosa reduciendo en la medida de lo posible la captura de especies accesorias. Debe tenerse en cuenta que el método de la pesca de cerco, aun siendo mucho más selectivo que otros artes de pesca como el palangre, captura ocasionalmente especies de baja productividad como los tiburones, afectando directamente al ecosistema marino, perjudicando la biodiversidad.
Se trata de que antes de lanzar la red de cerco se procede a la instalación de unos dispositivos que disuadan hacia a la zona de pesca de especies accesorias, como tiburones y rayas. Por medio de un campo electromagnético los tiburones huyen ante semejante estímulo. Por medio de una boya que actúa con la radiación solar se emiten los pulsos para que no entren en la zona de pesca dichas especies.
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