Empoderamiento individual hacia el enfoque colectivo

En un artículo anterior (boletín nº 39), hablábamos sobre la definición de equipo. En este segundo artículo, nos centraremos sobre la cuestión de los principios de la creación  del mismo.

En primer lugar, deberemos definir qué tipo de equipo queremos formar. Con ello quiero expresar el hecho de que un equipo siempre tiene un objetivo y normalmente un “enemigo a batir”. El  mismo, el objetivo, puede ser interno o externo.

En el caso de que el objetivo sea externo, usualmente suele ser un refuerzo positivo, pero ¿qué sucede si no sabemos gestionar bien los objetivos internos?, pues que éstos se convierten en una realidad negativa que limita la capacidad competitiva de la granja. En mis más de 30 años de experiencia en el sector, todas las granjas que he conocido han estado estructuradas por zonas, tal como comentábamos en el anterior artículo.

En este sentido podemos distinguir claramente 4 zonas: zona de gestación, zona de lactación, zona de transición y zona de engorde. Puedo asegurar sin temor a equivocarme, que en más del 80 por 100 de las explotaciones estructuradas de esta forma, con zonas delimitadas de la manera indicada, los laborales de una zona concreta desconocen y/o les importa más bien poco, lo que acontece en las otras zonas de la granja (al fin y al cabo este no es mi trabajo, suele ser la respuesta más generalizada, cuando se aborda este tema…y no les falta razón).

Pero este patrón de razonamiento funciona perfectamente mientras todo va bien, pero ¿ qué sucede cuando los resultados no son los deseados?  Entonces aparece, prácticamente siempre, nuestra amiga LA CULPA y ésta tiene tendencia a señalar al otro y aquí es donde se genera el desmoronamiento del equipo.

¿Cuál es mi concepto de equipo? La respuesta es  muy simple; se trata de un colectivo donde se debe de implicar a todo el personal en el funcionamiento global de la granja, no solo a nivel teórico y de información, sino también a nivel práctico, consiguiendo la creación de grupos dinámicos que interactúen en las diferentes tareas de la granja y en las diferentes zonas.

Veamos en ejemplo ilustrativo: hay una cierta tendencia generalizada a realizar en las granjas ciertas tareas muy repetitivas, que aportan poco al global de la granja y muy poco a la formación del trabajador, tanto a nivel laboral como al de su desarrollo personal. Entre las mismas podríamos mencionar la atención y el cuidado de los lechones. Esta suele ser una tarea que realizan en una explotación, como mucho, una o dos personas y la llevan a cabo durante toda o casi toda su jornada laboral. Si estas personas tienen que cubrir otros puestos durante el fin de semana la pregunta es obvia, ¿ qué nos aportarán las mismas en estos 2 días (sábado y domingo) de los 7 días que tiene la semana?

Por esta razón y en mi opinión, si en las granjas  somos capaces de evaluar y valorar las capacidades de nuestros trabajadores, quizá podríamos obtener una mayor rentabilidad en la utilización de sus cualidades, creando unos turnos rotativos, que les permitiera formarse más y mejor.

Pero entonces surge aquí de inmediato la siguiente pregunta: ¿pero es que el personal que tengo haciendo las mencionadas tareas repetitivas no sirve para mucho más? Bien, entonces quizá sea el momento de replantearnos qué tipo de personal contratamos o, mejor dicho, qué ofrecemos a las personas que vienen a trabajar con nosotros y por qué tenemos  determinado tipo de personal trabajando con nosotros.

También podemos afrontar otro camino: crear equipos basados en 2 – 3 personas, que sean las que lleven el peso de la granja y que el resto del personal laboral les complemente. Éste quizá sea el sistema más habitual en las granjas, pero tiene el riesgo de que si uno de los pilares laborales se marcha, por el motivo que sea, la explotación, casi con toda seguridad, se resentirá en exceso.

Por esta razón, soy más partidario de formar y estructurar equipos dinámicos, donde se vayan rotando las tareas de la granja, tanto las de mayor responsabilidad como las de menor enjundia.

En este caso, el periodo de formación del personal laboral será evidentemente más largo, pero también se produce una selección natural de las tareas. Así,  el individuo que cojea en la realización de una determinada tarea, termina apoyándose en sus compañeros y complementando el trabajo de otras áreas dónde se encuentra cómodo en razón de sus fortalezas y todo ello acontece, en general, de un modo armónico y natural.

 

Miquel Forcadell

Técnico especialista agropecuario

Master en RRHH

 

 

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