El Ayuntamiento de Barcelona y la carne
Soy de la opinión y lo he manifestado en multitud de oportunidades, que sería muy de desear, en todos los sentidos, que las personas que medran u optan por medrar, profesionalmente, en el ámbito público, amén de detentar una formación adecuada para el cargo que ostentan o al que optan, obligatoriamente tuvieran que aprobar un seminario basado en el viejo refrán que dice “zapatero a tus zapatos”.
Viene a colación esta introducción a mi colaboración de hoy en el presente boletín en razón de que pretendo comentar una butade (entendida como una actuación supuestamente destacada e ingeniosa, con el objetivo de impresionar). Me refiero a la butade del Ayuntamiento de Barcelona que osa lograr redecir la actual presencia de proteína animal (especialmente de carne) en los menús escolares de su zona de influencia.
Por si alguien no lo sabe o se le ha olvidado, pongo en negro sobre blanco que, a principios del presente, año, el mencionado ayuntamiento y la ASPB (Agència de Salut Pública de Barcelona) formularon la “primera Declaración de Emergencia Climática de Barcelona”.
En este marco y poco tiempo después, hablando en términos zootécnicos, parieron, sin duda tras una gestación que debió ser realmente larga y complicada, una nueva propuesta de menús escolares. En ella la “decisión estrella” era la de reducir, en los menús escolares, el consumo de proteína animal, de carne, y aumentar el de proteína vegetal (según el ayuntamiento, en Barcelona, más del 75 por 100 de los niños con edades comprendidas entre los 3 y 4 años consumen semanalmente demasiada carne).
Oficialmente se han fundamentado en que las recomendaciones de organismos especializados, como la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) y la Agencia Internacional del Cáncer (IARC), son las de limitar la presencia de proteína animal (huevos, carne y/o pescado) a tres días a la semana. Obviamente, son recomendaciones generalistas.
Es verdad, pero según los datos oficiales publicados por el MAPA (Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), el consumo de carne y de elaborados cárnicos de la población española se sitúan actualmente en un 50 por 100 y un 30 por 100, respectivamente, por debajo de los establecidos como “consumos altos y desaconsejados” por la mencionada IARC.
Por otra parte y muy lamentablemente (de ahí mi recomendación de la asistencia obligatoria y aprovechada al mencionado seminario), los generadores de la mencionada butade no han tenido en cuenta al parecer el alto valor nutricional de la carne (fuente de proteínas de muy elevado valor biológico, además altamente biodisponibles y conteniendo aminoácidos esenciales, que no están presentes en las proteínas vegetales). Por esta razón, la ingesta de carne es absolutamente fundamental en las etapas infantil y adolescente; etapas caracterizadas, salvo muy contadas excepciones, por un gran desgaste físico e intelectual.
De lo que se debe tratar, también en los menús escolares, es de proporcionar diariamente a los niños y a los chicos una dieta saludable, variada y equilibrada, que responda a las recomendaciones formuladas por los expertos (subrayo, expertos). Estas dietas deben ser paralelamente, también adecuadas a la edad y al estilo de vida de los mismos; por lo que, hablando en términos generales, la proteína animal y especialmente la carne son, insisto, absolutamente fundamentales.
Y, aprovechando que “el Pisuerga pasa por Valladolid”, la ASPB aduce en su argumentación “razones medioambientales” (el cambio climático, claro) y se permite concluir, obviamente sin ninguna evidencia científica (como no podía ser de otra forma), que reducir la presencia de proteína animal al en los menús escolares a tres días a la semana supondría reducir en un 23 por 100 las emisiones de GEI (Gases Efecto Invernadero). Con esta afirmación y de una forma tan burda como falsa, la Agència aprovecha para otorgar un protagonismo negativo a la producción animal (sic).
Pero, en lo que tampoco ha incidido el Ayuntamiento de Barcelona en su butade (porque probablemente por ignorancia) es que, según varios organismos internacionales, entre ellos la FAO, el desperdicio alimentario global viene a suponer entre el 10 y el 12 por 100 de las emisiones de GEI en el Mundo (y en algunas zonas del I Mundo puede llegar suponer el 20 por 100). Evidentemente, en este tema si se debería haber incidido.
Como les exponía on – line el sábado pasado a mis alumnos de un MBA: “la ignorancia es muy atrevida y sí en nuestro país los pazguatos volaran tendríamos realmente muy serias dificultades para ver el sol”.
Tal cual.
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
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