Las rebajas que vienen
En un seminario que impartí el pasado 16 de septiembre expuse con detalle las razones de las luchas de precios que se avecinan a nivel de las grandes cadenas y sus consecuencias para nuestros ganaderos y para nuestros agricultores.
En este marco coincido plenamente con una de las conclusiones a las que ha llegado la Empresa Kantar, en un estudio que ha publicado bajo el título “Estado de la distribución en España”. El consumidor que está surgiendo, en el marco de la actual pandemia, es significativamente menos fiel a su cadena habitual; compara más entre productos y precios (es verdad, dado que un elevado porcentaje de los que antaño fueron clientes se están convirtiendo, en razón de la nueva situación económica y de los cambios en los hábitos de consumo, en compradores).
En este marco, los datos disponibles indican que, en los primeros nueve mes del presente año (en razón del efecto “miedo” a causa de la primera ola de la COVID – 19 y del primer confinamiento), hemos adquirido en España del orden de un 12,5 por 100 más de productos y el gasto ha sido superior en casi un 15 por 100, respecto del mismo periodo del pasado año 2019. Pero, desde hace semanas, estas tendencias han cambiado de signo.
En su momento, los grandes impulsores de los mencionados incrementos fueron los productos frescos y la alimentación envasada y precocinada, amén de la droguería, que fue la sección que más creció en volumen. No obstante hay un hecho que conviene tener bien presente aquí: se sale menos a comprar y se compra más en cada visita a los puntos de venta pero, globalmente, se compra menos y más barato.
Datos al margen, no me cabe la menor duda, porque se está viendo ya, la denominada «omnicanalidad» será otra de las características que condicionará, de forma irreversible, el comportamiento del nuevo consumidor que ha nacido con los nuevos tiempos. Los mencionados “nuevos consumidores” empiezan a adquirir los productos, por una parte, de forma presencial y paralela en distintas cadenas y, por otra, cierran el conjunto de su compra con otros pedidos obtenidos vía online.
Ello traerá a corto plazo y en mi opinión, que las grandes cadenas se verán obligadas, sí o sí, a dar una significativa mayor prioridad a los precios y por ello generarán con frecuencia ofertas a la baja con el objetivo prioritario de atraer a estos “nuevos compradores” (por definirlos de alguna manera).
Pero, no hay que olvidar que, paralelamente, el capítulo de los costes se está viendo significativamente incrementado.
Por ello, obligatoriamente, al definir las ofertas y las promociones, se deberán escandallar correctamente las necesarias inversiones en digitalización y en sus plataformas de correo electrónico (no se minusvalore el hecho de que el comercio electrónico en el gran consumo se disparó durante el encierro, en los momentos más duros de la crisis sanitaria, registrando una cuota del mercado del orden del 2,6 – 2,7 por 100 bruto). También deberán tenerse en cuenta la mayor inversión en limpieza, en desinfección y en protocolos de seguridad (que, en muchos casos, están implicando una reorganización de los puntos de venta y una pérdida de espacio útil real).
Y todo ello en mi opinión y aquí está el quid de la cuestión, implicará finalmente y en general, ante la ausencia de reales cadenas de valor, una presión a la baja, directa e indirecta, en el nivel de los precios a percibir por los productores (lo que está sucediendo actualmente, por ejemplo, en el sector de la leche puede constituir un ejemplo de ello).
En definitiva, o se coge de verdad este “morlaco por los cuernos” o se avecinan tiempos ciertamente complicados para muchos de nuestros productores.
¡Ojalá esté totalmente equivocado!
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
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