El coronavirus (covi) en el ganado bovino (I)

Inicio la primera parte de mi artículo afirmando que los coronavirus son viejos conocidos de los veterinarios. Concretamente, desde el año 1931 en que se identificó el primer coronavirus aviar, unos 30 años antes del primer virus Covi humano.

En el ganado bovino, se asoció el mismo a la diarrea neonatal en 1973; en 1990, a la disentería de invierno y en 1993, a enfermedad respiratoria aguda (si cambiamos “enfermedad” por “síndrome”… ARS, muy cerca de SARS…).

Estas son las tres formas clínicas en que se manifiesta la infección por covi en el ganado vacuno:

  • Diarrea neonatal por covi, una disentería grave que afecta, normalmente, a terneros de menos de tres semanas de vida (en algunas condiciones hasta los tres meses), que implica tanto al intestino delgado como al grueso, devastando las vellosidades y criptas intestinales y reduciendo la digestión y absorción de nutrientes. Ocasiona un retardo notorio en el desarrollo y una mortalidad elevada. Se contagia a través de las heces de las madres u otros adultos presentes o de partículas respiratorias. Suele ser más frecuente en invierno y aparecer en brotes.

 

  • Disentería de invierno, propia de animales adultos, cursa con diarrea, a veces sanguinolenta, fiebre, depresión y pérdida de producción lechera, usualmente durante unas tres semanas aunque puede llegar a cuatro meses. Endémica en el rebaño, se manifiesta en brotes y se propaga con rapidez en el colectivo, notablemente en los meses invernales. Factores de riesgo son la seropositividad de establos vecinos, el tamaño de explotación, la cercanía a otras granjas y la compra de animales.

 

  • Enfermedad respiratoria aguda por covi, aparece típicamente entre los dos y los 12 meses de vida, aunque se dan casos en todas las edades. De curso moderado, con fiebre, disnea y depresión; muchas veces, el virus se circunscribe a las vías respiratorias altas, aunque en un 15 a 20 % de los casos invade los pulmones. Su importancia económica reside en su rapidez de difusión y la pérdida de velocidad de engorde, más que en su mortalidad (1 a 2 % de los afectados). Puede asociarse a otras infecciones (Pasteurella, Histophilus, etc.) y es más frecuente su aparición en invierno o después de fenómenos estresantes (como el transporte a mercados o cebaderos, por ej.).

Todos los coronavirus bovinos pertenecen a un mismo serotipo, pero sí se distinguen cepas con modificaciones antigénicas menores. Esta misma consideración se aplica a los covi que infectan otros rumiantes domésticos o silvestres, como las ovejas, cabras, búfalos, yaks, camellos, llamas, alpacas, vicuñas, antílopes, jirafas, ñúes, etc.

La transmisión de covi sigue la ruta fecal-oral y aerógena, se postula que el paso al intestino puede ser mediante la ingestión de viriones, en partículas de heces presentes en la ubre de la madre o en el suelo (cama de paja, por ej.), o por la deglución de moco que engloba y protege a los viriones que se han multiplicado en las fosas nasales y faringe, tras su entrada vehiculados por la saliva o gotas exhaladas en la tos de otros animales.

El covi suele manifestarse en meses fríos y en momentos de estrés, pero es endémico en muchos colectivos. Se halla extendido por todo el mundo, con gran prevalencia en individuos y rebaños. Muchos adultos son portadores persistentes (y asintomáticos) del virus y lo excretan intermitentemente (especialmente, en situaciones de estrés, como el parto, inclemencias meteorológicas, transporte y mezcla de efectivos de distinto origen,…), y otros sufren ciclos recurrentes de infección-curación en los cuales pueden liberar viriones, aun siendo asintomáticos.

Tenemos, por tanto tres fuentes directas de contagio:

  • Animales enfermos.
  • Portadores persistentes sanos.
  • Animales reinfectados asintomáticos.

Fuentes indirectas del covi pueden ser otros animales, especialmente rumiantes, pero no en exclusiva y elementos inanimados en contacto con los animales (por ej. botas y ropa de los operarios pueden albergar partículas, capaces de infectar cultivos celulares durante más de 24 horas). El diagnóstico laboratorial de covi puede realizarse mediante, entre otras, aislamiento viral, inmunocromatografía, inmunofluorescencia, ELISA y PCR. Los epitelios respiratorios y digestivos son las muestras de elección, es raro identificar covi en sangre. Para la diarrea neonatal existen kits de diagnóstico rápido que permiten identificar covi y otros patógenos entéricos como rotavirus, E. coli K99, Cryptosporidium o Giardia.

Francisco González

Veterinario

Consultor en Sanidad, Manejo y Gestión de explotaciones de ganado vacuno

 

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