La COVID 19 y los cambios en los hábitos de consumo
Un estudio elaborado por BCC Innovation, (el Centro Tecnológico en Gastronomía de Basque Culinary Center), efectuado a partir de una encuesta efectuada a 600 personas en España y publicado en el “International Journal of Gastronomy and Food Science”, ha puesto de manifiesto que, como consecuencia del tiempo de confinamiento sufrido, el estrés derivado del mismo y la incertidumbre generada por la pandemia de la COVID-19 han cambiado en muchas personas su relación con la comida pasando a tener una relación más estrecha con la elaboración de la misma.
En lo que atañe a los tipos de alimentos, el estudio no refleja grandes variaciones entre la época pre- pandemia y la época de la pandemia. En realidad, más del 50 por 100 de los encuestados ha respondido que el consumo global de los distintos tipos de alimentos ha sido similar al del periodo en que no estaban confinados. Esto sí, el 31 por 100, aproximadamente, ha declarado consumir menos pescado y un 50 por 100 ha incrementado su consumo de productos dulces (lo que justifica los aumentos de peso corporal). Por su parte, el 56 por 100 de los encuestados ha declarado que pasa “más tiempo cocinando”.
Tres grupos de consumidores
El estudio, además, ha segmentado a las personas entrevistadas en tres grandes grupos que han sido denominados: el consumidor emocional, el consumidor restrictivo y consumidor externo.
Nosotros somos, sobre todo, (en más de las dos terceras partes) «consumidores externos o sociales», y nos caracterizamos por escoger los alimentos en función de sus propiedades intrínsecas y extrínsecas, y no en función de nuestro estado de ánimo (como si lo hacen los consumidores emocionales) o de nuestro estado físico (que es cómo actúan los consumidores restrictivos).
Por otra parte, este estudio ha identificado, durante el confinamiento, a otros tres grupos de consumidores diferentes en función de sus hábitos alimentarios y de preparación de su alimentación (lo que ha llamado “cocina”). Un primer grupo, que se caracteriza por tener una vinculación baja con la cocina y con la comida en general. Los otros dos grupos de personas, el grupo dos y el grupo tres, sí que han mostrado una vinculación importante con la comida y el acto de cocinar, y se han diferenciado entre sí por el nivel de sus hábitos saludables.
Así, en este contexto, el grupo dos escogía los alimentos en función de lo saludables que eran, compraba en comercio local y hacía la compra una vez a la semana. Por su parte, el grupo tres se ha caracterizado por sus hábitos menos saludables, puntuando alto los conceptos relacionados con el aumento en el consumo de snacks y de alimentos ultraprocesados, y, paralelamente, por comer más cantidad y con más frecuencia que en periodo pre-confinamiento. Probablemente, este tercer grupo de consumidores sea el compuesto por personas más “emocionales”, ya que han manifestado que “últimamente mi estado de ánimo es más bajo de lo habitual», y esta situación afecta a lo que como y a la forma en la que como.
En realidad, un bajo estado de ánimo, causado por la situación confinamiento, ha dado lugar a elecciones de tipos de alimentación menos saludables. Los consumidores entrevistados, que han reconocido sentirse más bajos de ánimo, concretamente un 27 por 100 de los encuestados, comieron más y peor, como ya se ha indicado.
Es interesante señalar que, según este estudio, un alto porcentaje de los consumidores consultados ha declarado, tras el periodo de confinamiento, tener la intención de cocinar más, hacer más deporte y, en general, seguir hábitos de conducta más saludables.
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