La gestión de riesgos en explotaciones ganaderas

Cada amanecer, al abrir las puertas de cualquier establo o granja, además de los animales encontramos un sinfín de decisiones que debemos adoptar, unas relacionadas con la propia gestión productiva de la granja y otras relacionadas con riesgos o posibles riesgos que se deben analizar y gestionar. Pero el primer paso, sin duda, es identificarlas adecuadamente.

El clima y las enfermedades son dos aspectos externos de plena actualidad y que afectan al día a día de cualquier ciudadano. Por un lado, los fenómenos atmosféricos se muestran de forma más inesperada y con mayor crudeza e intensidad, ya sean períodos de sequía, temporales con fuertes vientos y lluvias torrenciales, días de elevadas temperaturas, inundaciones que arrollan a su paso todo lo que encuentran, etc. Y respecto a las enfermedades, asistimos periódicamente a la manifestación de nuevos ataques de epidemias que causan graves alertas sanitarias y suponen la pérdida tanto de vidas humanas como de animales de diferentes especies.

Si nos centramos en las explotaciones ganaderas, el primer elemento a considerar es la ubicación de las propias instalaciones o naves que van a albergar a los animales, maquinaria, alimentos, y demás medios de producción. La primera decisión tiene que ver con su ubicación, en el lugar menos expuesto posible, y continua después con el propio proyecto de la obra, los materiales empleados (su resistencia a propagar el fuego), con la instalación de medidas de protección y los costes de todos estos elementos de tal forma que se obtenga como resultado el mejor ambiente para la actividad productiva, convenientemente protegido y a un precio asumible.

Una adecuada construcción no elimina riesgos posteriores, pero al menos los reduce significativamente. Las naves no obstante van a estar expuestas a posibles daños causados por un rayo, un incendio en el entorno, un tornado o un viento huracanado, un temporal de nieve superior a cualquier previsión en la zona, un cortocircuito… o cualquier otra causa no prevista.

Los propios animales, cualquiera que sea la actividad ganadera, tienen sus propios riesgos:

  • En unos casos derivados de lo que ocurra a la propia instalación en la que desarrollan su ciclo de vida o donde se refugian (incendio, inundación, colapso…).
  • Las características o condiciones de los alimentos que reciben es otro factor de riesgo que puede provocar afecciones del tipo de meteorismo, aflatoxinas, etc., y afectar a su desarrollo.
  • En su propia actividad pueden sufrir accidentes que supongan la necesidad de sacrificio forzado y anticipado.
  • Cada especie es más o menos vulnerable a determinadas plagas y enfermedades; en unos casos se controlan con elevada efectividad mediante vacunaciones, en otros casos son de difícil control y es necesario su sacrificio preventivo para evitar el contagio masivo (brucelosis en rumiantes, gripe en aves, peste en porcino son algunas de las situaciones más conocidas por todos).
  • El entorno también puede resultar agresivo: determinados animales silvestres pueden atacar animales aislados o pueden introducirse en las naves y provocar situaciones de pánico.

Y alrededor de los animales y su entorno natural gravita toda la actividad humana que tiene a la vez sus propios riesgos:

  • La maquinaria de todo tipo que puede sufrir daños propios y causar a su vez incendios o daños a los que las manejan o a terceros.
  • En la producción de alimentos para los animales dentro de la propia explotación, los cultivos y los pastos a su vez están expuestos a los agentes meteorológicos.
  • Siempre hay que prever que en cualquier momento se puede causar un daño a un tercero, ya sea un accidente provocado por cualquier vehículo o máquina, un animal que supera los límites de la propia explotación…
  • Los empleados en su interacción con animales, máquinas y su propia actividad en la explotación pueden sufrir accidentes y problemas de salud.
  • Los productos que se originan en la propia granja, y en su caso los derivados que se elaboren, pueden afectar a los consumidores si llegan deteriorados al mercado.
  • La entrega de estos productos a un comprador no garantiza siempre su cobro, todo el esfuerzo productivo puede verse truncado ante un impago.
  • La propia actividad de la explotación tiene unos flujos económicos y unas necesidades financieras que es necesario prever y controlar.

Y seguro que si profundizamos un poco más encontraremos alguno más. Pero esto no es caótico, es el día a día. El ganadero convive con todo esto; lo importante es ser conocedor de todas estas circunstancias y saber, en la medida de lo posible, gestionarlas, sabiendo que unos se pueden reducir, otros traspasar y algunos no queda más remedio que convivir con ellos. Es en esto, en traspasar riesgos, donde el seguro aporta valor a la explotación ganadera.
Pero esto lo dejamos para comentar más adelante.

 

Juan Sáez Ruiz
Subdirector General Seguros Agrarios Combinados
MAPFRE

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