El premio Weatherby Award de caza y conservación

Vaya por delante, para evitar malos entendidos y las críticas injustificadas (a las que tan proclives somos), que no soy cazador, ni nunca lo he sido, y que hace ya muchos años que dejé el deporte de la pesca.

No obstante, profeso un gran respeto a aquellos cazadores y a aquellos pescadores, que actúan permanentemente de una forma profesional, correcta y sensata, al practicar estas actividades (aunque no siempre el “envoltorio legal” en el que deben actuar sea el más adecuado).

Pues bien, el pasado fin de semana se me invitó a pronunciar, desde mi neutralidad profesional en esta temática, una conferencia acerca de “la positiva aportación de la caza y de la pesca al equilibrio en el medio rural” (entendiendo en este caso como “rural” (que procede del latín rurālis, de rus, ruris, campo) al medio natural que envuelve e implica, a todos los seres vivos que en él viven e intentan medrar (medio rural que, en mi opinión, corre el peligro cierto de perder su identidad en su lógico afán de intentar sobrevivir a la hasta hoy irreversible pérdida de su población)).

En mi charla me referí, como no podía ser de otra manera, a una caza y a una pesca, legal y técnicamente bien estructuradas y llevadas adecuadamente a término, con el objetivo técnico final de adecuar los censos de las especies silvestres implicadas a las condiciones, a las posibilidades y a las circunstancias del entorno global dónde se ubican.

Y también abordé lo que sucede o puede suceder, cuando no se actúa en esta materia de una forma adecuada; en este contexto puse, entre otros, varios ejemplos de todos bien conocidos como son los del jabalí, del lobo o del “gran siluro”.

Y, en el coloquio posterior, que me pareció realmente súper-interesante y que se prolongó a lo largo de casi 2 horas (prácticamente el doble de lo que duró mi exposición), salió a colación el premio, que desde hace unos años se denomina Premio Weatherby Award de Caza y Conservación, porque este año pasado lo ha ganado un español, don José Madrazo (diecinueve años después de que lo ganará otro español, don Enrique Zamácola).

Con sorpresa constaté que la gran mayoría del centenar largo de asistentes desconocía este premio (y la media docena que decía conocerlo, creo, tenía una visión muy sesgada del mismo). Este premio, el más prestigioso en el “mundo de la cinegética” (lo equiparan a un Oscar de la industria cinematográfica) fue creado por el fabricante de armas y municiones, el señor Roy E. Weatherby en el año 1956. Lo hizo con el fin de reconocer anualmente los méritos de un cazador con una larga trayectoria, que hubiera conseguido muchos y variados trofeos en cacerías llevadas a cabo en lugares remotos (en realidad en los cinco continentes), pero siempre dentro de los más altos estándares de ética y de deportividad y con una manifiesta visión conservacionista.

Entiendo puede resultar muy difícil y complicado entender, para los que no están muy duchos en estas materias, que un coleccionismo de especies animales y de obtención de trofeos, puedan contribuir muy positivamente a la conservación de las mismas.

Pero, así lo reconocen la propia comunidad científica y las instituciones internacionales de más prestigio en materia de fauna salvaje. Esto es así, siempre que estas actividades deportivas se realicen, insisto una vez más, bajo los adecuados criterios de sostenibilidad (un ejemplo de ello, entre otros muchos, lo puede constituir el caso del borrego cimarrón (Ovis canadensis nelsoni), especie que hace unos años se hallaba al borde de la extinción y que gracias a proyectos de caza con visión de conservación, financiados por organizaciones de cazadores como son el SCI (Safari Club International), la WSF (Wild Sheep Foundation) y el GSCO (Grand Slam Club Ovis), se ha podido revertir definitivamente esta situación).

Con estos párrafos sólo deseaba poner de manifiesto, precisamente en estos momentos socialmente tan complicados para estas actividades lúdicas, que una caza y una pesca bien estructuradas y siempre profesionalmente llevadas a cabo, lo que hacen realmente es aportar positividad, técnica y económica, al medio rural (de la que, por cierto, éste tan necesitado está).

A ver si, entre todos, conseguimos que nuestra sociedad, globalmente considerada, muy mayoritariamente cada vez más urbanita y con menos conocimientos de nuestro mundo rural, se entere y deje de demonizar lo que, en forma alguna, es demonizable.

Espero, dentro de mis grandes limitaciones, poder seguir contribuyendo a ello aunque yo no sea de facto, por una cuestión de pura actitud, ni cazador, ni pescador, pero, como dice un viejo adagio: “lo cortés, no quita lo valiente” ¿estamos?

 

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio

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