El cambio climático y el sector agrario
Lo exponía hace un par de días en el marco de un foro empresarial: actualmente no hay un tema a tratar que me genere más tensión y disgusto, que el del llamado “Cambio climático” (aunque a veces, como ahora mismo, no haya más remedio que “coger este toro por los cuernos”).
Ello no significa que no esté muy preocupado por el problema del Cambio climático y el de la dimensión mundial de la emisión de gases efecto invernadero (GEI). Estoy también absolutamente convencido de que hay que disminuir drástica y urgentemente su emisión global.
Pero tratar esto del Cambio climático, al margen de las feroces críticas que suelo recibir, me es extraordinariamente incómodo porque es difícil, en mi opinión claro, encontrar un tema que esté inmerso en tantas noticias falsas (fake news que dicen los “modernos”), en tantas posverdades, que tenga tantos “iconos inconsistentes y/o de pies de barro” y que esté sujeto a tantos intereses económicos (véase, solo a título de ejemplo, como muy bien lo ha denunciado también en su blog mi amigo el profesor Julián Pavón Morote, a la señorita Luisa-Marie Neubauer (activista financiada por el señor Soros, tutelando a la niña Greta Thunberg. No se olvide aquí una de las máximas del señor Soros: “ los grandes negocios suelen ir de la mano de grandes desgracias”).
Bien. Madrid, como es bien sabido, acoge del 2 al 16 de diciembre una larga y muy cara “cumbre del cambio climático” (COP 25) en la cual no todo el mundo está en la “misma onda” a la hora de implicarse en la lucha para mitigar los efectos de este cambio (léase, por ejemplo, el “perfil bajo” de EE.UU., China, Rusia, la India o Brasil, que emiten cerca del 60 por 100 del total de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo).
Me parece obvio que, ante esta realidad, las posibilidades de grandes y reales (subrayo reales) logros en esta cumbre están claramente limitados por muchos cantos de sirena que se oigan.
Y es en este complejo tablero de intereses dónde se encuentra el dúo agricultura-ganadería, tan frecuentemente demonizado e inmerso en una balacera de posverdades y falsedades.
Antes de continuar por esta senda es preceptivo aportar los datos de nuestro Ministerio para la Transición Ecológica en su “Avance de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero correspondientes al año 2018 (junio 2019)”. En el mismo se especifica que nuestras emisiones globales se han reducido un 24, 5 por 100 respecto del año 2005, situándose en el pasado año 2018 a un nivel de emisiones brutas de 332,8 millones de toneladas de CO2-eq. Hay que significar que, por gases, el CO2 supone un 81 por 100 de las emisiones totales de GEI, y el metano un 12 por 100.
En España, el sector con más peso en el total de emisiones es el transporte (27 por 100) seguido de la industria (19 por 100), de la generación de electricidad (17 por 100), del sector agrario (12 por 100), del consumo de combustibles en los sectores Residencial, Comercial e Institucional (9 por 100), y de los residuos (4 por 100).
Matizando el tema ganadería: las aportaciones son; el vacuno de carne el 3,5 por 100; el porcino el 1,9 por 100, el ovino y el caprino el 1,1 por 100, la cunicultura el 0,02 por 100 y la avicultura el 0,05 por 100.
Por su parte la Unión Europea estima, de forma similar a España, que la agricultura y la ganadería sólo son responsables en la UE-28 de algo así como el 12-13 por 100 de la emisión global de los gases de efecto invernadero.
Pero el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés), el panel internacional que asesora a la ONU, estima que los sectores agrícola y ganadero son responsables, a nivel mundial, de cerca nada menos que de un 23 por 100 de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (según el mencionado Grupo, el sector energético genera alrededor del 35 por 100 de las emisiones, la industria el 18 por 100 y el transporte un 14-15 por 100).
Ante estos datos me pregunto todos los días si, concretamente en España (y en la Unión Europea) es justo demonizarnos permanentemente. Sinceramente pienso que NO. Y mucho menos si tenemos en cuenta el positivo e importante “efecto sumidero” por el que los suelos y las plantas fijan carbono y evitan que circule por la atmósfera.
Desgraciadamente estamos inmersos en una sociedad “masa” e “icónica”, además cada vez más urbanita (por ello más alejada y más desconocedora del medio rural), generadora de una súper-demanda de alimentos; una demanda muy superior a las necesidades reales, y por ello con una muy elevada malversación de los mismos (se habla de un 30 por 100 del total).
Ello no es óbice para reconocer que el sector agrario puede hacer más para reducir su incidencia en la emisión de GEI. En agricultura, por ejemplo, aplicando masivamente la agricultura de conservación (basada en hacer un uso realmente eficiente de los recursos naturales) y la de precisión (haciendo un uso intensivo de la tecnología). En ganadería, por ejemplo, utilizando bases animales genéticamente modificadas adecuadamente y mejorando las dietas.
Vamos a ver si, entre todos, eliminamos tantas falsas noticias y tantas posverdades, que tanto nos afectan y perjudican. A ver si somos capaces de reconocer y aceptar, la verdadera dimensión de la generación de GEI por parte del sector agrario, de su voluntad de mejorar y de lo mucho y positivo que nos aporta.
Y tres preguntas finales ¿cuál es el nivel de emisión directa de GEI de los 7.545 millones de personas que poblamos la Tierra? ¿Cuál será este nivel de emisión en el año 2050 con 10.500 millones (suponiendo que la Tierra sea capaz de soportarlos, claro)? ¿No sería adecuado empezar por aquí?
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!